Crítica ‘Una buena persona’ (2023)


Una buena persona, el nuevo largometraje dramático de Zach Braff, llega a la gran pantalla el próximo 19 de mayo.

La película estadounidense de 129 minutos cuenta con las interpretaciones protagonistas de dos de los actores más conocidos y alabados de los últimos tiempos, Florence Pugh como Allison y Morgan Freeman como Daniel.

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Tráiler y sinopsis de Una buena persona

TRÁILER DE UNA BUENA PERSONA | YOUPLANET PICTURES

Allison (Florence Pugh) desprende felicidad en cada paso que da, lo tiene todo, trabajo, dinero y está prometida con el amor de su vida, pero muy pronto, su vida dará una vuelta de 180º. Por su parte, el padre de su prometido, Daniel (Morgan Freeman) vive tranquilo y jubilado, aunque no tiene contacto alguno con su hijo y esconde una parte muy oscura de su pasado. Un trágico accidente desmoronará las vidas de los protagonistas uniéndoles un tiempo después, bajo complicadas circunstancias, para reflexionar sobre el perdón, la culpa y la fuerza de uno mismo para salir adelante.

¿Podrá Allison salir del agujero negro en el que se ha convertido su vida? La nominada y el ganador de un Oscar nos adentrarán de lleno en una cinta llena de puro sentimiento.

Crítica de Una buena persona

El filme es, de principio a fin, un continuo proceso de aprendizaje personal, repleto de emoción, intriga, nervios y una gran dosis de empatía.

Florence Pugh

Florence, como de costumbre, realiza una excelente interpretación en un papel en el que aparentemente parece sentirse cómoda y nos brinda magníficas escenas, especialmente durante los momentos más difíciles de abstinencia de Allison y debido a la enorme culpa que la atormenta diariamente, aunque en numerosas ocasiones afirma no ser responsable de lo ocurrido. Además, la actriz demuestra por primera vez en la gran pantalla su talento para el canto. Por otro lado, el legendario Morgan Freeman mantiene su estilo característico, nunca decepciona con su icónica actuación y sus gestos habituales, aunque esta vez en un papel que aborda una problemática complicada: la adicción.

El dramático filme está repleto de contrastes desde el principio hasta el final, mostrándonos cómo la felicidad y la vida deseada por todos se consumen lentamente para nuestra protagonista. El accidente y sus consecuencias, sin duda, nos presentan realidades crudas, como cuando la protagonista menciona que siempre va en bicicleta porque no puede volver a subirse a un coche, o cuando deja a su prometido debido a la incapacidad de lidiar con la situación y el inmenso dolor que la embargan. Tal vez, resulte terapéutico para aquellos que han pasado por una tragedia similar.

Morgan Freeman

Por otro lado, Daniel (interpretado por Freeman) nos muestra la realidad de un hombre que ha sufrido una pérdida y ha tenido que ocultar su dolor para hacerse cargo de su nieta adolescente, quien se encuentra en una etapa rebelde y con “muchos problemas emocionales”. Además de enfrentar graves problemas de adicción, lo que desencadena episodios intensos de ira. Una de las escenas más impactantes de la película refleja esta realidad, con agresión y violencia relacionadas con la adicción, una escena fuerte y emotiva. Sin duda, uno de los puntos destacados de la película es la creación de una atmósfera donde los sentimientos florecen a medida que avanza la trama: alegría, tristeza, ira, pena e incluso duelo, junto con una reflexión profunda e impactante que sirve como advertencia para aquellos que vuelven a mirar el móvil mientras conducen un coche.

El fondo optimista y esperanzador de Una buena persona nos hace reflexionar sobre la pérdida y las adicciones, que tendrán un papel fundamental durante toda la cinta.

Una reflexión hacia la adicción

Desde la terapia en grupo, las drogas y el alcohol hasta los centros de rehabilitación, se abordan temas que se discuten a lo largo de la película, dejando claro cómo es y qué consecuencias tiene sumergirse en la oscuridad de una adicción.

Heridos emocionalmente, Allison y Daniel habían decidido evadir su dolor y escapar de la realidad adentrándose en el abismo de las drogas. Sin embargo, el destino hace que, incluso en estas circunstancias, se encuentren y comiencen desde cero (o al menos lo intenten), tanto entre ellos como consigo mismos.

La moraleja es muy clara: un trauma y la falta de herramientas para manejar el duelo después de una tragedia pueden llevarnos a la oscuridad, de la cual se requiere un deseo ferviente de salir para superarla, con fuerza, valentía y aceptación. Sin embargo, como se muestra en la película, no es algo fácil de lograr ni se consigue de la noche a la mañana.

En conclusión, la película es, por un lado, una reflexión profunda sobre la relación de una persona adicta a las drogas y, por otro lado, un viaje introspectivo acerca de qué estamos dispuestos a perdonar para liberar nuestra mente, así como qué no debemos hacer para gestionar una tragedia de esta magnitud. Es una experiencia de pura y cruda emoción.



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