Yesterday nació de un sueño que Paul McCartney tuvo en la casa de Jane Asher, su novia de entonces. Al despertarse, corrió al piano para anotarla. No quería que se le olvidara nada. Al principio, temía haber plagiado alguna melodía ya existente. Pero, al tiempo, se convenció de que tenía entre manos una canción única. Aunque su historia es de sobra conocida, hay un detalle que la vuelve aún más especial: el toque final, aquel que la hace brillar en la segunda estrofa, a ritmo de blues, se lo dio un español. Francesc Gabarró (1914-1990) fue uno de los instrumentistas que grabó el tema insignia de los Beatles y, pese al éxito arrollador, con versiones de Frank Sinatra, Bob Dylan y Luis Miguel, entre otros, sólo cobró lo estipulado en el convenio. No aparece en los créditos, por lo que no generó derechos de autor. Y, aún peor, su legado apenas ha sido reconocido.
[–>[–>[–>[–>Corría 1965 cuando Francesc aceptó el encargo de tocar en el próximo elepé de la banda: aunque no lo sabían, Help! les consolidaría como los reyes del pop. De ahí que la hazaña del violonchelista, miembro de la London Symphony Orchestra, sea aún mayor. “McCartney la grabó en solitario y el resto estaba de acuerdo en que no había que añadir nada más, pero George Martin, el productor, pensaba que le faltaba algo. Así que invitó a Paul a su casa y le propuso añadir instrumentos de cuerda. Éste se horrorizó, no quería que un arreglo de este tipo echara a perder la imagen rockera del grupo”, escribe Simon Berril en Un músico entre dos mundos, una profunda biografía sobre Gabarró. Tras calmarle, juntos improvisaron un arreglo que convenció al artista de Liverpool. Sólo entonces, éste dio el visto bueno a la propuesta. Ahora bien, todo dependería de cómo sonase.
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El siguiente paso era contratar a la agrupación que se encargaría de realizarlo. Un trabajo que, tal y como reseña Berril, hizo Judy Lockhart-Smith, secretaria de Martin. “Fueron elegidos por sus habilidades como músicos de cámara y Gabarró, en concreto, era considerado muy bueno. El procedimiento normal habría sido llamar a Tony Gilbert, el primer violín de la formación, y que él encontrara a los demás. O, quizá, al segundo, Sidney Sax, que era uno de los más conocidos rastreadores del mundo en las sessions musiciens de Londres”, continúa. En cualquier caso, el 17 de junio de 1965, por la tarde, Gabarró, Sax y Gilbert se reunieron con Ken Essex en Abbey Road para ejecutar el encargo. Lo realizaron en dos horas, siguiendo las instrucciones al pie de la letra.
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“Tenía 14 años y no sabía que mi padre se juntaba con los Beatles. No nos dijo nada. Para él, aquello no era diferente de hacer un anuncio de televisión”, comentó Peter, hijo de Francesc, a Berril. Según el escritor, existen diversas teorías sobre si McCartney, Lennon, Harrison y Starr estuvieron en la sesión realizada en el estudio EMI. Parece ser que sí, al menos el compositor. Pues, como le contó Gabarró a su hijo, juntos corrigieron ciertos errores de la partitura: “Le preocupaba mucho el vibrato. Así que redujeron al mínimo el uso de este recurso y el resultado fue el sonido austero y sin frivolidades tan característico de Yesterday tal y como hoy la conocemos”. Si bien el cambio no gustó a todos, se respetó la decisión de Paul.
[–>[–>[–>[–>Cinco libras por tocar
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Las dudas se despejaron tras reproducirla por primera vez. “Cuando les oí, pensé: ‘¡Caramba!’ Esto sí que funcionará. No había escuchado nunca unas cuerdas en ningún disco de pop, exceptuando Save The Last Dance For Me, de The Drifters. Pero esto era distinto, un pequeño cuarteto barroco”, señaló McCartney. Por su parte, Essex comentó: “En aquel momento no nos dimos cuenta de que estábamos ante un éxito absoluto. Sin duda, tenía algo”. Cada uno cobró cinco libras y cinco chelines, a diferencia de Gilbert que, como líder, recibió seis libras y 15 chelines. ¿Y los derechos de autor? Hay quien apunta que los rechazaron, una conjetura más que descartada: “Sólo fuimos para tocar en una pieza como cualquier otra y el hecho de que se tratase de los Beatles no suponía ninguna diferencia para nosotros”.
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En torno a este episodio surgieron numerosas anécdotas, como la que asegura que McCartney llamó a Gabarró días después para repetir el pase. Sin embargo, el violonchelista se encontraba en Cataluña por el funeral de su madre y se negó. Lo que, hipotéticamente, aplazó la cita durante un par de semanas. No hay ninguna prueba al respecto. “La canción fue un punto de inflexión. Entonces comencé a dejar mi impronta en la música, surgió un estilo que era mío”, recordó Martin en el libro All You Need Is Ears. El álbum se mantuvo nueve semanas en el número 1 de la lista Billboard. Tuvo su pertinente lanzamiento en Estados Unidos, Japón y Reino Unido, además de una reedición mundial 44 años después. Y, poco a poco, a falta de otros ocho títulos, se convirtió en la joya que les catapultó en la industria. Y fuera de ella.
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Le volvieron a llamar
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No fue la única vez que Gabarró colaboró con ellos. En 1967, tras editar Rubber Soul y Revolver, le volvieron a llamar para uno de los cortes del apoteósico Sergeant Pepper’s Lonely Hearts Club Band. Se trataba de A Day In The Life, compuesta a medias entre Lennon y McCartney. Para unir las estrofas que habían escrito, recurrieron a una orquesta que haría un glissando desde la nota más grave hasta la más aguda. “Martin, o bien su secretaria otra vez, se encargó de contratarla y Francesc fue uno de los cuatro violonchelistas, junto a Denis Vigay, Alan Delziel y Alex Nifosi. Les convocaron el 10 de febrero para asistir a un acontecimiento que fue más un happening de los 60 que una grabación convencional”, recoge Berril. Se refería a la marciana petición de Paul: debían ir vestidos de forma grotesca.
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“Después de intentarlo cinco veces hicimos una larga pausa. Nos llevaron cervezas y Coca-Colas, así como máscaras cómicas y otras cosas de carnaval. Alguien llegó a ponerse un grifo en su frente, otro llevaba una nariz postiza. Yo me coloqué unas orejeras amarillas”, contó Vigay a James McGrath en Who Wrote Which Songs. En cambio, el violonchelista no recordaba si Gabarró llevaba un disfraz. Un detalle que su hijo, Peter, desmintió. Aunque, bueno, su sentido del humor, tal vez, le animó a quitarse el esmoquin al menos. Posteriormente, las pistas se mezclaron para darle aún mayor contundencia al sonido. “Al acabar, el equipo rompió a aplaudir”, sostiene Berril. Mientras tanto, de nuevo, Francesc se conformaba con haber dado carácter a otro himno de los Beatles. Fue el último, pero eterno.
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