Desde la Antigüedad dos son fundamentalmente las manifestaciones a las que se asocia al cerdo. En algunas culturas este animal era considerado símbolo de fecundidad y, en cierto modo, de «lujuria», imagen que ha prevalecido hasta nuestros días. Relacionada con esta simbología, el cerdo en el imaginario comparte la idea de «voracidad o glotonería», características que a menudo van unidas a no poner reparos a la falta de higiene, lo que lo alejan de refinamientos y «buenos modales». De hecho cuando alguien no observa buenas maneras en la mesa, se dice de él que es un «cochino», lo mismo que se reprende a un niño cuando se ensucia. «Cochino» es el modo con que popularmente se denomina en el archipiélago al cerdo a partir de los cuatro meses de vida, ya que cuando es más pequeño es un «cochinillo» y desde que nace hasta que tiene un mes es «lechón» (DHECan). Mientras que el término «cerdo» viene empleado preferentemente en estratos cultos de hablantes y, en general, cuando se refiere a los distintas formas de cocinar la carne de este animal («carne de cerdo»).
«Agua limpia». Tradicionalmente en Canarias los cochinos son alimentados con «fregadura» que es una mezcla de desperdicios de comida con agua procedente de lavar los cacharros de la cocina, de ahí probablemente su nombre (fregado, de fregar). «Engordar» es cebar a un animal dándole de comer en exceso para que «coja kilos». Y la creencia popular es fiel a la idea de que a este fin es propicia la fregadura elaborada con mondas (cáscaras o mondaduras de frutas y hortalizas) y sobras (restos de comida que quedan al recoger la mesa) mezcladas en un balde de agua. El resultado es este nutriente que el poco exigente paladar del «puerco» lo hace engullir sin miramientos. En sentido figurado viene a decir que las comidas claras o poco sustanciosas, no alimentan. Se emplea comúnmente como expresión que reprende a quien pone demasiados reparos, haciendo remilgos en lo que se refiere a aspecto y sabor de la comida o muestra aprensión por la falta de higiene. En definitiva, las excesivas finuras o recatada pulcritud («agua limpia») no suelen acompañar a un «buen provecho». El dicho «agua limpia no engorda cochino» es sinónimo de aquel otro que dice: «Cochino limpio no engorda» que censura igualmente los excesos de higiene y otros melindres. A diferencia del primero que sitúa el «agua limpia», lo que se come, como responsable del «no engorde» del cochino; en el segundo es el animal mismo y un insólito hábito de limpieza («cochino limpio») el causante de su enjuto aspecto. El fundamento de la similitud de significados parece apoyarse en aquella máxima que reza: «somos lo que comemos» de modo tal que dependiendo de lo que se le «eche de comer al cochino» («fregadura» o «agua limpia») el animal se cebará adquiriendo un aspecto sucio, pero macizo o, por el contrario, adoptará un aspecto limpio, pero magro. Otro dicho afín que expresa la misma idea es: «Lo que no mata engorda» que afirma que todo lo comestible, aun poco gustoso, insulso o que pudiera estar en mal estado es siempre aprovechable y puede ser un sustancioso alimento sin más límite que su nocividad; reprendiendo así las excesivas finuras. Y es que hay gente que para las comidas y gustos «es más malamañada que un cochino bajo el brazo».