Quién fue Isabel Bathory, la condesa sangrienta

Hay quien pasa a la historia como el Deseado, el Hechizado incluso, y luego está quien es recordada como la condesa sangrienta. Pero, ¿quién fue realmente Isabel Bathory y por qué mereció este calificativo?

De nombre real Erzsébet, su afición a torturar a muchachas secuestradas de sus alrededores para beberse su sangre creyendo que así lograría la eterna juventud le sirvió para pasar a la historia con este nombre tan singular.

No obstante, esta teoría realmente es el testimonio ofrecido por las personas que testificaron en su época en el proceso que se abrió contra ella en tiempos realmente convulsos y confusos, donde el miedo y la superchería campaban a sus anchas.

Quién fue Isabel Bathory

No cabe duda de que la región rumana de Transilvania ha dado grandes historias para la imaginería popular y cultural. De allí era originaria la condesa sangrienta, concretamente de la ciudad húngara de Byrbathor, donde nació en 1560.

En aquella Europa feudal, en un país dividido y en guerra constante entre turcos y la casa de los Habsburgo de Austria, nació Isabel en el seno de una familia adinerada y extravagante entre los que destacaba su tío Istvan Báthory, príncipe de Transilvania que gobernó Polonia entre 1575 y 1586.

Los Bathóry sufrían constantes problemas de salud física y mental debido a siglos de matrimonios consanguíneos. De hecho, la propia Isabel sufría ataques de epilepsia desde muy joven.

Educada con esmero y capaz de hablar tres idiomas distintos, su belleza física escondía una mente formada, pero algo enferma. Y es que su matrimonio con solo 15 años con el conde Ferenc Nadasdy, feroz guerrero frente a los turcos, ya fue un trauma por el odio de este hacia la madre de Isabel, Úrsula.

Se conocen cartas entre Ferenc e Isabel en las que intercambian técnicas crueles para castigar a los criados. La mano de hierro de Isabel en su castillo era brutal. Pinchaba agujas bajo las uñas y daba palizas de muerte a los sirvientes.

El sadismo de Isabel parecía no tener límite. Y no lo tenía. A la muerte de Ferenc en 1604, la condesa dejó salir toda su psicopatía. Echó a su suegra del castillo, montó un laboratorio-cámara de suplicios y creyó a sus 44 años que podría vivir por siempre con la sangre de mujeres jóvenes.

Al principio raptaba sirvientas y campesinas, pero cuando empezó a hacerlo con chicas jóvenes de buena familia, las noticias llegaron a la Corte. Así que el rey Matyas, que no le profesaba gran simpatía, envió al conde Thurzo a investigar.

Este primo de Isabel no ocultaba su antipatía por la condesa. Así que, al encontrar sus instrumentos de tortura y los cuerpos desangrados, no tuvo problema en enjuiciar a Isabel Bathory, que se negó a declarar amparada en sus privilegios nobiliarios, privilegios que no sirvieron de nada, puesto que fue condenada a cadena perpetua. Murió cuatro años después por frío y hambre en su habitación tapiada en 1614.

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