‘Shazam’, análisis: Suma y sigue para el nuevo Universo DC con una maravillosa película ochentera que le pone capa y superpoderes a ‘Los Goonies’

'Shazam', análisis: Suma y sigue para el nuevo Universo DC con una maravillosa  película ochentera que le pone capa y superpoderes a 'Los Goonies'


Qué pulso estamos viviendo, damas y caballeros. Qué pulso. Es un pulso múltiple, de titanes probando a titanes, en todas las trincheras de la cultura pop. Es un pulso que, tal vez por vivir como frikis desde el ojo del huracán, no nos damos cuenta de hasta qué punto es extraordinario. Pero si pudiéramos mirar, por un instante, lo que está dando de sí la supuesta subcultura desde una perspectiva cenital, ver todas sus escaramuzas actuales por ganarse nuestro amor en tebeos, videojuegos, cine, literatura y música, nos daría un patatús.

Con la resaca de ese extraordinario tráiler que nos ha dejado Todd Phillips (y no era yo el mayor creyente en un ‘Joker’ del director de la saga ‘Resacón en las Vegas), hoy nos toca hablar de ‘Shazam!’; que es otro sorpresón y otra victoria, inesperada, para el nuevo universo DC. Que nos da lo único que a Marvel le falta en ese universo de relojero suizo que ha construido Kevin Feige: la sorpresa.

Cuando llevaba siete minutos de ‘Shazam!’ —que es un personaje al que no he seguido especialmente en sus tebeos, aunque recuerdo con cariño su aparición en el ‘Kingdom Come’ de Alex Ross y Mark Waid—, me bailaba una sonrisa en los labios. ¿Pero cómo, que esto es una peli ochentera? ¿Que tiene más que ver con ‘Cazafantasmas’, ‘Los Goonies’ y ‘La patrulla alucinante’ que con la comedia de medio pelo que aparentaba ser en sus primeros tráileres?

Pues sí. Pues sí…

El twist llega cuando visitamos la caverna de las maravillas en la que el sacerdote Shazam se entrevista con un niño, tal vez el candidato a asumir su legado y poderes. Es magnífica esta escena porque hace algo que las películas ochenteras hacían como nadie: sacarle todo el partido al diseño de producción. Nos encontramos con una caverna en la que destacan siete esculturas de los siete pecados capitales, con un estilo que perfectamente podría firmar un John Howe. Antes de que culmine la secuencia (que no es lo que parece, como la película que inicia) veremos cómo los ojos de estas estatuas se iluminan de rojo, como en un cómic de ‘Creepy’.

Mucho después, a poco de terminar la cinta, tendremos otro twist maravilloso, uno que el lector de cómic podría llegar a intuir, pero que realmente es muy, muy inesperado para una primera cinta. Sobre él, lo único que quiero decir es que vuelve a poner sobre la mesa lo que puso la colosal ‘Spider-Man. Into the Spiderverse’, la serie ‘The OA’ o el final de la maravillosa (que os den, haters) ‘El último jedi’. Lo extraordinario está dejando de ser elitista, cosa de elegidos, y está abriéndose a cualquiera de nosotros, independientemente de lo que diga nuestra partida de nacimiento acerca de nuestra raza, género o credo.

El caso es que ya van tres de tres para DC (si obviamos la gripe pasajera de ‘Justice League): ‘Wonder Woman’, ‘Aquaman’ y ‘Shazam!’ son tres triunfos. Pero esa marvelización del Universo DC que me esperaba al ver ‘Wonder Woman’ y ‘Aquaman’, ese tono ligero, que prima por encima de cualquier otra cosa acertar en el casting, era engañoso. Me daba bastante pena que DC perdiera su característica más esencial tanto en tebeos como en pelis: que deja espacio para la visión singular de sus artistas; se llame dicho artista Alan Moore o Christopher Nolan.

Después de ver ‘Shazam!’, y su nulo encaje tonal con los dos anteriores éxitos de DC, me permito albergar una tímida esperanza. Tal vez sea posible combinar ambas cosas en la era post-Snyder/Nolan. Retener los intereses de cada autor y a la vez fijar un rumbo general menos sombrío para el universo en su conjunto.

Me encantaría que fuera así, porque la sorpresa que se lleva uno al encontrarse con algo tan incalificable como ‘Shazam!’ es deliciosa. DC debería percatarse de que la estrategia homogénea de Marvel no casa con sus personajes y artistas; nunca lo ha hecho. Es mejor que deje que cada película respire a su propio ritmo, por más que luego podamos tener a sus héroes compartiendo otra ‘Liga de la Justicia’.

El lado ochentero

‘Shazam!’ es una película ochentera. Y noventera. Y a la vez muy millenial. Es algo muy, muy (pero que muy) raro; porque mezcla la nostalgia con el desparpajo contemporáneo; Youtube con el Spielberg de Amblin. Pero funciona a las mil maravillas; porque tiene un enorme corazón que han logrado encontrar la dupla de David F.Sandberg (director) y Henry Gaiden (guionista).

Shazam La caverna de ‘Shazam!’, un escenario de película ochentera.

Así que voy a dividir la reseña en subapartados que ahonden unos cuántos párrafos en todas estas caras que muestra ‘Shazam!’. Empezando por lo ochentero, que es probablemente su influencia principal. Shazam es ochentera en el sentido de los 80 de Spielberg, tanto del Spielberg director como del productor. Es una peli que se siente, durante tramos, totalmente en sintonía con ‘Los Goonies’, ‘El secreto de la pirámide’, ‘Regreso al futuro’ o ‘E.T.’.

Su arranque es puro Amblin. Se nos presenta una situación mundana, desde un punto de un niño aburrido, que pronto deviene en extraordinaria. Thaddeus Silvana, el maltratado hijo de un magnate, sufre una extraña abducción durante un viaje de coche con sus insufribles padre y hermano y se encuentra frente a una especie de mago sacerdote (Djimon Hounsou) que lo somete a una prueba. Fracasa. Y algo le dice a la cabeza del espectador que igual no estamos viendo lo que parece, la origin story de un superhéroe; sino todo lo contrario.

Luego la película da un salto al futuro, que es nuestro presente, y nos presenta a otro chaval; también puro Amblin. Un huérfano pillastre, traumatizado por el recuerdo terrible de cómo perdió a su madre, que acabará encontrándose con unos poderes extraordinarios que no se esperaba. Cómo usa esos poderes será parte esencial de otro apartado de esta reseña: su cara millenial.

Shazam El diseño de producción aprovecha cualquier oportunidad para transportarnos a un ambiente ochentero.

Todo el mundo que haya atendido un poco al marketing de la película sabe que cuando se habla de ‘Shazam!’ se habla de ‘Big’. Es evidente por qué, y el que no quiera spoilers que cierre los ojos. Billy Batson, el muchacho protagonista de ‘Shazam!’, se convierte en un superhéroe adulto al decir tal palabra mágica.

El diseño de producción de la película, su banda sonora y su puesta en escena son ochenteras; en su mayor medida. Lo son porque apuestan por ese mismo tipo de claridad que los hermanos Duffer volvieron a poner de moda en ‘Stranger Things’. Da igual que estemos en el medio de un combate aéreo o en una escena dramática, Sandberg siempre encuadra con gusto y sostiene los planos en una duración muy por delante que lo que se estila hoy en día. Esto no es una dirección modernilla, como ese Marvel anabolizado que practicó (con maestría) James Wan en ‘Aquaman’. Esto es una puesta en escena clásica que prima la claridad frente a la espectacularidad.

El diseño de producción, que es sencillamente brillante, también es puros ochenta. Desde el hortera pero maravilloso traje de Shazam hasta ese parque de atracciones en el que termina la cinta o la citad caverna de las maravillas donde el legado de ‘Shazam!’ va cambiando de manos. Pero lo que más me gusta es el diseño de sus monstruos. Junta ese gusto que tenía gente como Rick Baker por el bicherío con la movilidad orgánica que permite el último CGI. Son una maravilla, especialmente la Gula, con una barriga boca que encajaría perfectamente en el bicho más feo de ‘Bloodborne’.

Y luego hay mil guiños, claro que sí. Como el que le hacen a ‘Big’, y que podría, a mi gusto, haber llegado incluso más lejos, cuando Shazam pisa el piano en la tienda de juguetes.

Pero lo esencial de la naturaleza ochentera de ‘Shazam!’ está en el guion. Y no solo en su parte sobrenatural. ‘Shazam!’ está estructurada en lo emocional como las grandes películas de los ochenta, que siempre tenían un momento, incluso cuando eran comedias, en el que se nos estrujaba el corazoncito. Por ejemplo, en esa conversación final entre los amigos que cierra ‘Todo en un día’. Por no hablar de la llorera viendo partir a ‘E.T.’.

Shazam Póster de ‘Shazam!’.

Pues bien, Henry Gayden y Dave Sandberg escogen maravillosamente bien cuál debe ser ese momento estrujar corazoncito de público. Lo van orquestando con mimo toda la película; ‘Shazam!’, a pesar de su aspecto ligero, nos habla de temas con hondura. Fundamentalmente, de familias rotas y sus consecuencias. ¿Qué ocurre cuando uno se enfrenta a que su familia no dio la talla? Pues, en el mundo hiperbólico de la ficción, solo pueden pasar dos cosas: o acaba de héroe o de villano.

‘Shazam!’ lo sabe y nos muestra a través de Thaddeus y Billy las dos caras de esta moneda. Uno de los dos sucumbirá a la falta de amor de su crianza y el otro se hará más fuerte. Para reforzar en la memoria del espectador estos motivos, la dupla Sandberg Gayden trabajan extraordinariamente bien una escena que siempre funciona: la pérdida de un hijo.

Spielberg la rodó como nadie en ‘El imperio del Sol’; yo la vi como niño y recuerdo el escalofrío; luego, repitió en ‘Minority Report’ otra escena para la historia sobre lo mismo. David Cage, el polémico líder de Quantic Dream, la clavó también con un impresionante segundo capítulo en ‘Heavy Rain’ (ese globo rojo…). Y hace poco reveía una de las mejores secuencias de este arquetipo narrativo, la tormenta en el mar que separa a Fievel de su familia en el clásico de Don Bluth. Sandberg y Gayden toman estas lecciones y plantean un escenario estupendo, una feria, para narrar la escena de pérdida desde el punto de vista del niño.

Pero en la mente del espectador adulto relumbra con letras de neón (supongo que especialmente en lo que somos padres) una pregunta: ¿Dónde está su madre? Es la misma pregunta que martiriza al protagonista, pero con un matiz muy distinto. Si uno pierde a un hijo en una feria removerá cielo y tierra para encontrarlo; y en este caso, como Billy fue encontrado por la policía, algo no casa.

O bien su madre sufrió una tragedia terrible, probablemente mortal, justo cuando su hijo se perdía o bien… O bien no hizo nada por recuperarlo.

La respuesta que da la película a este dilema es su mejor secuencia. Y sí, estruja el corazoncito.

El lado noventero

«Joder, entiendo perfectamente que Rocky subiera aquí; vaya vistas». Voy a decirlo bien claro: me desternillé en esta escena. Billy, transformado en Shazam, y su hermano adoptivo, Freddy, comiendo chucherías en la mítica escalinata camino del Museo de Arte de Filadelfia.

Poco después, Shazam en las mismas escaleras, a ritmo de ‘Eye of Tiger’, lanzando rayitos por las manos y acompañando cada golpe musical con una sílaba de la frase: Lighting in my hands. Y el momento piano de Big. O el diseño de los siete pecados basado en los perros infernales de ‘Cazafantasmas’.

Shazam El inolvidable ‘Lighting in my hands’ en la escalinata de Rocky a ritmo de ‘Eye of Tiger’.

Aunque sus consecuencias sobre la trama no son tan radicales, Shazam tiene también un lado noventero. Hablábamos por estos mismos lares de cómo una característica fundamental de los 90, con gente como Tarantino o Kevin Smith y series como ‘Los Simpson’ a la cabeza, es la glosa. O, hablando en planta, el refrito. Llegó un momento en el que los personajes de las películas comenzaron a hablar sobre las películas. Tarantino siempre ha dicho que los personajes de ‘Pulp Fiction’ irían a ver películas como ‘Kill Bill’ al cine. Y de hecho el famoso episodio piloto que nunca fue de Mia Wallace es casi una descripción exacta de la historia de La Novia.

Resulta fascinante ver cómo los creadores de ‘Shazam!’, imagino que incluso de manera inconsciente, meten esta capa noventera de homenajes a una película que es esencialmente ochentera. Es la referencia dentro de la referencia, como cuando en ‘Stranger Things’ los muchachos juegan al rol como lo hacían los de ‘E.T.’ o hablan de que Eleven tiene «poderes jedi».

La referencialidad, el estar usando todo el rato ejemplos magnos de la cultura popular, es algo que de la generación millenial palante se da con una naturalidad total. Como la falsa nostalgia, o mejor que falsa, inventada, de los jóvenes de hoy cuando suspiran por unos 80 que no vivieron.

Que ‘Shazam!’ sepa reflejarlo tan bien y que sus homenajes se integren de manera tan natural con la trama es un motivo más para enamorarse de ella.

El lado ‘millenial’

Cerramos el artículo con la última faceta relevante de esta estupenda película: su lado millenial. La escena que lo manifiesta, a ritmo del ‘Not Stop Me Now’ de Queen, nos muestra a Shazam inflándose a hacer videos de Youtube con Billy mientras prueban una larga lista de posibles poderes. Incluyendo chorradas maravillosas como un test para la teleportación que consiste en meter a Shazam en una caja de cartón y prenderle fuego. Lo que comprueban es su naturaleza ignífuga.

Pero es que claro, ¿qué va a hacer un chaval que descubre que tiene poderes a lo Superman? Irse a Youtube. Y petarlo.

Este aspecto social, de likes y exposición, es lo que acaba de redondear ‘Shazam!’ y hacer que se sienta más pertinente que tantos y tantos homenajes ochenteros que estamos viviendo. Primero, no necesita ambientar en los 80 la película para que sea ochentera; entiende perfectamente que lo ochentero es un feeling, no una fecha, como lo han entendido también películas como ‘Attack the Block’ o ‘Rare Exports: A Christmas Tale’. Segundo, sabe reconocerse como hija de su tiempo, como película del siglo XXI.

Shazam Freddy y Billy no lo pueden resistir; tienen que probar todos los posibles poderes de Shazam frente a la cámara.

‘Shazam!’ es millenial no solo en incluir la esfera de las redes sociales como elemento, sino también en otras características de esta generación, como la preocupación por la diversidad. En ese segundo twist del que hablaba en el arranque del artículo, y sin cargar las tintas, Shazam se posiciona en su apoyo a la diversidad, a la nueva era de superhéroes de cualquier raza y género. Porque para repartir mandanga da igual lo que uno sea o de donde venga. Porque un chaval huérfano en un rincón de la galaxia puede convocar la fuerza para convertir una escoba en una espada láser.

Se me ocurren muy, muy pocas películas recientes, si es que hay alguna, que hayan conseguido amalgamar tantos elementos, referencias y sensibilidades distintas en un todo tan redondo como Shazam. Con un reparto que se sale (lo de Zachary Levi es un escándalo), una dirección diáfana y sin una nota en falso y un guion con gracia, desparpajo y entrañas, ‘Shazam!’, es, sencillamente, una de las mejores películas de superhéroes. Ochentera, noventera o millenial. Es un gran triunfo de DC.

Shazam El trío protagonista de Shazam (Zachary Levi, Asher Angel y Jack Dylan Gracer) junto a su director (David F. Samberg).

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‘Shazam’, análisis: Suma y sigue para el nuevo Universo DC con una maravillosa película ochentera que le pone capa y superpoderes a ‘Los Goonies’

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Xataka

por
Ángel Luis Sucasas

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