La ruptura entre el MIT y la mayor editorial científica del mundo es el símbolo más claro de que la ciencia abierta es imparable


La ruptura entre el MIT y la mayor editorial científica del mundo es el símbolo más claro de que la ciencia abierta es imparable

Casi una década ha pasado desde aquel 19 de julio de 2011 en que Aaron Swartz fue arrestado por haber usado la red del MIT para descargarse casi cinco millones de estudios científicos de la base de datos de JSTOR y liberarlos en internet. Aquella acusación, más de 35 años de prisión por «fraude electrónico, fraude informático, entrada ilegal e imprudente a un ordenador protegido y daños«, y el proceso judicial que desencadenó terminaron abruptamente el 11 de enero de 2013. El día en que el joven creador del RSS, Markdown y Reddit se suicidó. Tenía 26 años.

Desde entonces han cambiado muchas cosas, entre ellas, que el MIT, «guiado por los principios de acceso abierto«, ha roto las negociaciones con Elsevier, la mayor editorial científica del mundo. El Instituto Tecnológico de Massachussetts se une así a algunas de las universidades más prestigiosas del mundo en la superación del modelo de «ciencia cerrada». Y este cambio de criterio, de ariete contra los incipientes movimientos open access de hace una década a punta de lanza de la ciencia abierta en la actualidad, es una victoria simbólica que adelanta lo que aún está por llegar.


¿Al borde de un cambio de modelo?

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A finales del año pasado, el MIT anunció un ‘nuevo marco de trabajo sobre los acuerdos con editoriales’. La idea era clarificar la posición de la institución de cara a las negociaciones que se iban a abrir en los próximos años (y, a la vista, de los movimientos de otros grandes centros investigadores como la Universidad de California). El marco de trabajo establecía una serie de principios que debían ser respetados por los futuros acuerdos editoriales.

Cosas como que «no se exigirá a ningún autor que renuncie a ninguna política de acceso abierto de una institución o financiador para publicar», que «no se exigirá a ningún autor que renuncie a los derechos de autor» o que «los artículos académicos debía de estar depositados en los repositorios institucionales inmediatamente después de su publicación» aparecían como contraprestaciones a cambio del compromiso de las instituciones de «pagar un precio justo y sostenible por sus servicios de valor añadido».

Desde entonces, más de un centenar de instituciones se han sumado al marco de trabajo, pero ni siquiera en un momento como el actual (cuando la crisis del coronavirus está poniendo a prueba los cimientos del sistema de publicación tradicional) ha sido posible llegar a un acuerdo con el gigante editorial Elsevier. ¿Significa esto que la flexibilidad que se ha conseguido durante la pandemia desaparecerá en unos meses?

No parece. La Universidad de California anunció hace unos días que estaba a punto de llegar a un acuerdo de Springer Nature, la segunda gran editorial del mundo, para publicar todo en abierto por defecto. Este acuerdo se implementará en los próximos dos años y afectará a todas las revistas de grupo, incluida la prestigiosa Nature (que también publicará los estudios de la Universidad de California en abierto).

En Europa la situación es distinta. En general, las universidades europeas no «hacen la guerra» por su cuenta sino que los países actúan a menudo como negociadores (y la escala ayuda mucho a alcanzar buenos acuerdos). Sin embargo, el peso de las instituciones norteamericanas ha sido muy grande y, de hecho, parece el único eslabón por el que se podría romper la cadena del sistema de acceso cerrado.

Imagen | Muzammil Soorma


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La ruptura entre el MIT y la mayor editorial científica del mundo es el símbolo más claro de que la ciencia abierta es imparable

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Xataka

por
Javier Jiménez

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