‘La columnista’ propone en Prime Video una sátira sobre cómo nuestros discursos sociales se traducían en gente horrible


No se puede decir que la gran cualidad de esta ‘El columnista’, película holandesa que acaba de entrenar Prime Video, sea la utilidad: su mismo punto de vista es una exageración grotesca de nuestro comportamiento y, sobre todo, de nuestras reacciones ante lo que vemos en los discursos sociales. Pero aunque sea para una piel elocuente, tendrá apego a su argumento que ha causado bastante delirio, así como una buena reflexión sobre lo que tiene Twitter y Facebook con nuestras personalidades.

La protagonista de ‘El Columnista’ es precisamente eso: una polémica periódica (Katja Herbers, a la que podemos ver como protagonista de la fantasía ‘Evil’) que recibe acústica de diario en redes sociales de lectores anónimos. Víctima de un terrible boqueo creativo que le impide ponerse con un nuevo libro, descubre que la forma única de dar salida a toda la rabia y el rencor que paraliza es ajusticiando a sus enemigos uno por uno.

Aparentemente, ‘La columnista’ desalentará el terreno de las críticas al maltrato que reciben las mujeres en los discursos sociales, y algo de eso hay. Muchos de los insultos que recibe el protagonista no existen y no hacen columnista, y la película también introduce en un debate televisivo algunos fenómenos como el hombre explicando. Sin embargo, ‘La columnista’ va más allá: aquí todos recibieron su corrivo.

Si bien el espectador puede simpatizar con los métodos expeditivos utilizados por el columnista para recolectar sus activos virtuales, pronto descubrirá que el efectivo disponible es desproporcionadamente desproporcionado, en la medida en que todos los fantasmas embrujados sin nadie en la casa de los mayores rejilla mecánica en ristre. ‘El columnista’ no justifica a acusadores ni a víctimas, pero retira algunas conductas que lo convertirán absolutamente en culpable del visceralismo y de lo que hacemos por motivos sociales.

To er mundo no é güeno

Mientras la película retrocede a la perfección, los discursos sociales que recibimos se encuadernan enérgicamente en urnas de cristal que no comenten lo que Twitter, Facebook y la sección de comentarios de los sitios web son solo microcosmos sin demasiada relacion con el mundo real. En un par de ocasiones el protagonista le recomendó que no le hiciera tanto caso a las críticas en internet que lo acusaban de hacer acusaciones graves, pero lo denigraron en su misión de cojear. línea de tiempo.

Con una imaginería elegante y estilizada que se niega a absorber lo adictivo y adictivo que se puede leer en el mundo digital, el director Ivo van Aart se retira como un caso de ser acusado de estar obsesionado con eso. Y no tiene compasión por el protagonista, que se retira como algo profesional asimilado a su propia imagen, y envidia las excitaciones literarias de los provocadores profesionales.

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Quien recibe una critica critica es el editor quien se la publica al protagonista, quien la recibe con satisfaccion todo el mala principe que acaparan las columnas de su staff, y quien prefiere que hable mal de ella a que no hable, independientemente de lo que se puede suprimir para su estabilidad. Nos incluye a usar todos los difamadores como promoción del libro. Aquí queda claro quien es el villano de la historia: quien se lucra con el audio ajeno sin mancharse las manos.

‘El columnista’ no es una película redundante, porque es un momento en el que la derivada mental de su protagonista es tan exagerada que la sátira traspasa algo mortal. Pero es porque es una línea de ideas muy venenosas, y eso se refleja en un tranvía secundario protagonizado por el secuestrador del periódico, que va a abrir un debate sobre a qué, en estos tiempos, estamos dispuestos a renunciar. acuerdo: la libertad de expresión la primera, caiga quien caiga. ¿No?



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