Hay quien sugiere que es posible que Apple se harte de la UE y deje de operar en ella. Suena demasiado improbable


Hace unas semanas, a cuento de la entrada en vigor de la Ley de Mercados Digitales en la Unión Europea, David Heinemeir Hansson, conocido como DHH, dejó caer en su blog la posibilidad de que Apple pueda abandonar la UE. El titular era más agresivo que la argumentación posterior, pero alguien con la influencia de DHH claramente iba a poner el debate en la agenda.

John Gruber, una de las voces más relevantes a nivel mediático en lo que respecta a Apple, dejó caer esta semana esa misma posibilidad aludiendo al supuesto hartazgo de una empresa como Apple, particularmente preocupada por mantener el control e imponer sus propias reglas, de la intervención comunitaria, con la imposición de las tiendas alternativas en iOS y la apertura a pagos de terceros en la App Store.

No va a ocurrir.

Dilema de cifras

Apple tiene en su división regional ‘Europa’ un 25% de su negocio aproximadamente. Pero en ‘Europa’ no solo entra la Unión Europea, ni siquiera entra únicamente el continente europeo. También hay que sumar Africa y los países de Oriente Medio para conformar el habitual EMEA,

Según las cuentas que hace Gruber, a partir de detalles revelados por Luca Maestro, director financiero de Apple, en algunas presentaciones de resultados trimestrales, el peso total de la UE en las cuentas de Apple está en torno al 7%.

Parece una cifra muy alta, teniendo en cuenta que la UE conforma a 27 países incluyendo Francia o Alemania o que el negocio en África es presumiblemente bajo, si bien es cierto que Reino Unido, con casi 70 millones de habitantes, y un PIB per capita un 50% superior al español, se queda fuera.

Incluso dando por buena la cifra del 7%… ¿realmente Apple va a renunciar al 7% de su negocio mundial?

Una argumentación sólida a favor de esa teoría, al menos como posibilidad futura, se basa en que esta decisión no solo vendría dictaminada por el hartazgo por esas regulaciones comunitarias, sino también por el riesgo que suponen las sanciones previstas por sus normativas, demasiado elevadas como para obviarlas.

La DMA, sin duda la que más ha puesto en entredicho los fundamentos de la división Servicios de Apple, contempla multas de hasta el 10% de la facturación anual global para los infractores considerados como gatekeepers o ‘guardianes de acceso’ (Apple lo está).

Apple ingresó unos 385.000 millones de dólares en 2023, así que 38.500 millones sería la sanción máxima. Aunque este tope se puede duplicar para reincidentes, por lo que el techo teórico se iría a 77.000 millones.

Ahora bien, no hay un límite fijado en la cantidad máxima de multas que la UE puede imponer a una empresa, por lo que ese tope sería por sanción, pero no en total, en el caso de que Apple vulnerase de forma constante la normativa. Suena a escenario muy poco realista.

Esa es la teoría. La práctica suele ser distinta. Este mes la UE sancionó a Apple con 1.800 millones de euros. Mucho dinero, pero «solo» el 0,5% de sus ingresos anuales a nivel mundial. Muy por debajo del 10% al que podría haber llegado. Y sabiendo que Spotify es uno de los abanderados en la lucha por abrir la App Store a los pagos alternativos, incluso suena a que Apple no ha salido mal librada para lo que podría haber llegado.

La UE en la práctica supone casi el equivalente a esa multa 10% de ingresos a los que Apple tendría que renunciar si decide dejar de hacer negocio en ella. Todos los años.

Empresa cotizada

Apple no es una empresa de capitalización privada. Twitter sí lo es, por ejemplo. Nada impide a Elon Musk abandonar el negocio en la UE si un día es lo que le pide el cuerpo al amanecer. Apple, en cambio, es una empresa cotizada, sujeta a varias obligaciones adicionales, y sobre todo, con unos inversores detrás controlando lo que ocurre con el precio de su acción.

El consejo de administración, al contrario que con una decisión alocada de Musk, sí podría oponerse a una medida así, y en última instancia, imponer la destitución de Tim Cook como CEO. ¿A qué consejo de administración de una gran empresa le seduce la idea de que su CEO decida ventilarse el 7% de su facturación anual de la noche a la mañana?

Por no hablar de todos los dolores de cabeza que esto implicaría. Además de que el iPhone es el único sujeto a esta nueva normativa. Ni iPad ni Apple Watch ni Mac ni AirPods tienen este tipo de problemas.

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Además, la DMA, como cualquier otro reglamento que no esté del todo alineado con los intereses de Apple, es algo que aplica a cualquier otra empresa que compita contra Apple. Al menos que tenga una envergadura similar como para recibir también la denominación de gatekeeper y estar sujeta a esas mismas obligaciones. No es que Apple juegue con unas normas que solo le aplican a ella, si bien es cierto que la normativa afecta a Apple a un nivel especialmente alto.

Y además, estamos hablando de Tim Cook. Steve Jobs quizás podría haber respondido al perfil de un CEO más visceral, más instintivo, que atribuye más valor al ADN de su empresa y no rehuye la confrontación. Tim Cook tiene otro tipo de liderazgo: desde la calma y la frialdad deja que los números hablen del crecimiento que su gestión proyecta.

Lo que no suele hablar es su ego o su individualismo. Si parece improbable que Apple abandone la UE, más alocado todavía suena pensar que lo hará por una decisión de un líder como Cook. Y no solo es Cook: en general las Big Tech se han hecho cada vez más cautas al compás de su crecimiento.

Además, la UE puede ser solo la primera en tomar ciertas medidas. Estados Unidos, nación con una cultura mucho más favorable al libre mercado y a la menor intervención empresarial, ha demandado a Apple por «monopolio ilegal».

Esto es solo el primer paso de una batalla que durará años y cuyo final puede marcar el signo político del próximo presidente del país, pero el hecho de que en el propio hogar de Apple haya voces gubernamentales pronunciando estas palabras ya sirve para entender que los días en los que la empresa apenas encontraba resistencias a sus normas de monetización pueden estar cerca de su final. Y de nada serviría entonces haber salido de la UE.

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