El éxito del coche eléctrico también es un problema del Estado. Noruega ya lo ha descubridor


El 97% de los vehículos que se venden en Noruega son enchufables. Lo asegura el último informe de Bloomberg NEF, el mismo que demostró que la motocicleta eléctrica ya estaba reduciendo el consumo de combustible fósil a nivel mundial. Una buena noticia aparente que es todo un quebradero de cabeza para el Estado.


Si sólo tomará los datos de coches puramente eléctricos, casi el 80% de los automóviles que se venden en Noruega estéría de representantes. La tendencia no deja de subir, pues en 2021 se vendieron en el país nórdico un total de 113.751 eléctricos, el 65% de los automóviles vendidos.

Su penetración en el mercado automotriz, según ACEA, es del 12,1% del total de vehículos que circulan en el país. Y, sin embargo, la compra de este tipo de automóviles ya está provocando un importante agujero en las cuentas estatales.

Se calcula que el país ha dejado de ingresar unos 1.878 millones de euros, pues la venta de vehículos eléctricos está ampliamente subvencionado. Por ejemplo, los vehículos eléctricos no pagaban el IVA (parte del 25%), por lo que eran muchísimo más competitivos en el mercado que un homólogo de combustión.

Pero es que, además, en Noruga también se graban a los automóviles de combustión con una tasa a las misiones de CO2. Lo que deriva en que los automóviles eléctricos estaban doblemente exentos de impuestos. A primer lugar porque no estaban adscritos al pago de IVA. El segundo porque no emiten CO2.

Todo ello ha obligado a que el Gobierno ruego haya tenido que tomar la decisión de devolver o IVA a los vehicules mas caros, aquellos que superen las 500.000 coronas noruegas (poco mas de 50.000 euros).

Con sus estándares, podrías encontrar modelos como el Audi Q4 e-tron 50 por menos de 38.000 euros. En estos momentos, en España el mismo modelo tiene un precio de más de 54.000 euros. A los que hay que sumar la diferencia de salarios medios, los 26.832 euros en España y los 64.930 euros en Noruega.

Y no son las únicas ventajas que han tenido los conductores de coches eléctricos. A Norwegian, quienes han optado por estos automóviles han podido circular gratis por sus carreteras de peaje, aparcar sin costo y hasta usar el autobús del carril para saltarse un atasco. En 2017 ya se tuvo que eliminar la exención del peaje.

Morir de éxito

El caso de Noruega demuestra cómo una política fiscal agresiva puede lograr grandes resultados. Tanto que provoquen unas consecuencias inesperadas para el balance anual del Estado.

De momento, los vehículos eléctricos que cuesten más de 500.000 coronas noruegas tendrán que pagar IVA, pero también se ha puesto sobre la mesa un impuesto a la venta de vehículos eléctrico de segunda mano ya los hibridos enchufables.

Noruega no es el único país que está reduciendo las ayudas a los vehículos enchufables. Alegando resultados de emisiones engañosos, Suiza ha hecho lo suyo con los PHEV y Alemania está estudiando replicarlo. De hecho, ya contempla eliminar las ayudas a los coches eléctricos en 2025, al considerar que no necesitan un empujón extra en sus ventas.

Pero las ayudas a la compra no es el único problema que enfrentan los Estados. Al fin y al cabo, es tan sencillo como dejar de rorogar este tipo de subvenciones. Pero, un éxito mayoritario del coche eléctrico también obliga a los gobiernos a Repensar las formulas para obtener un dinero que debiere ir desapareciendo: el obtenido mediante los impuestos los hidrocarburos.

Actualmente, el 43% (gasolina) y el 38% (diesel) del precio que pagan los conductores europeos por un litro de combustible va destino al pago de impuestos. En España, los porcentajes son del 41% y 37%, respectivamente. Grecia, Dinamarca y especialmente Francia y Malta son los países que más pagan en la Unión Europea, superando la mitad del coste total de los combustibles.

Una Australia ya se ha puesto sobre la mesa la posibilidad de cobrar una tarifa por cada recarga. La región de Victoria, por ejemplo, calculó que podría recaudar unos 30 millones de dólares anuales. Y eso en un país donde el uso y la venta de vehículos eléctricos todava es ínfima.

La caída de los ingresos derivados de los impuestos sobre hidrocarburos no recaudados puede agravarse incluso con esta medida, si tenemos en cuenta que hay países donde el uso de placas solares para alimentar sus hogares está más extendido que en España.

De momento, los Gobiernos no han entrado a valorar estas posibilidades. Y es que los impuestos tienen dos caras: recaudar y desincentivar una actividad. Si la Unión Europea quiere reducir radicalmente sus emisiones contaminantes en el transporte por carretera, es fundamental favorecer las ventas de coches eléctricos y posicionarlos como un producto más atractivo que los de combustión.

Por el camino, no debemos descartar un aumento en los impuestos que graban a los combustibles. Especialmente en países como España, donde su peso se va a reducir conforme el precio de venta al público crece, deboto a la configuración propia de las tasas. Pero también verán que están aplicando nuevos impuestos, como el pago por uso en las vías, la recarga, en función del peso o tamaño del vehículo si los Estados no quieren encontrarse con un agujero en sus finanzas.

Un movimiento que, evidentemente, no se entrabajo entre los más populares.



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