«Vemos en la UCI a pacientes Covid de poco más de 30 años»


El baniano es un ficus típico en la India, considerado incluso sagrado, y que tiene una forma muy particular de expandirse. Sus ramas crecen hacia abajo y cuando tocan el suelo echan raíces, surgiendo un nuevo tronco desde el que vuelve a iniciarse el proceso. Esta es la manera en la que un inmenso bosque puede llegar a estar realmente formado por un solo árbol.

José Antonio Hoyos ve así el mundo actual, como un inmenso baniano, en el que no deberíamos «pecar de provincialismos». «Este es un problema global. Cerrar fronteras me parece una medida muy coherente pero se trata de tener amplitud de miras, si no, no tendrá arreglo», apunta desde Anantapur, en referencia a la terrible segunda ola del coronavirus que está asolando la India.

Con cifras de contagios que superan los 357.000 diarios y una media de 3.000 muertes por jornada, el gigante asiático implora oxígeno de manera urgente. Una nueva variante del virus que se propaga más rápido y de gran virulencia está dejando a los centros sanitarios sin existencias de un bien elemental y provocando una gran desesperación entre los ciudadanos.

«No he visto a gente fallecer en las puertas de los hospitales pero eso sí está ocurriendo en el norte. Y he visto las imágenes de cremaciones públicas. Aquí quemar los cuerpos al aire libre es habitual pero ha pasado de ser un acto religioso y recogido a una gestión rápida e improvisada y eso impresiona mucho», cuenta José Antonio. Este profesor que coopera con la Fundación Vicente Ferrer (FVF) señala que la clave está en trabajar para solucionar el problema en aquella zona y evitar que se extienda al sur, donde la presión asistencial empieza a ser alarmante.

La ONG tiene un hospital en Bathalapalli con 245 camas y que en circunstancias normales es multifuncional. Dada la gravedad de lo que está ocurriendo, el 19 de abril fue designado centro exclusivo para pacientes de Covid y hoy se encuentra prácticamente al total de su capacidad. El 85% de sus enfermos necesitan respiración asistida. Casi todas las plazas, 213, disponen de ella, pero su abastecimiento depende de un proveedor externo. «Antes se le llamaba cada dos semanas. Ahora, todos los días», explica José Antonio. Los riesgos que entraña esa dependencia han llevado a la fundación a lanzar la campaña ‘Oxígeno para la India’, con la que pretende recaudar fondos para comprar un generador que les dé autonomía.

«Nuestro proveedor se encuentra en otro estado y ahora los estados están intentando mantener los recursos para sus propios ciudadanos. Nos da miedo que se produzca un cierre o que no nos pueda dar respuesta por toda la demanda que tiene», sostiene Aina Valldaura, también cooperante. «La prioridad es garantizar el suministro porque si hubiese algún corte sería una catástrofe», remarca y al igual que su compañero considera que las señales que llegan del norte son claras e indican que hay que estar preparados: «Esto es un tsunami. Lo de ola se queda pequeño«. 

josé antonio hoyos

  • «Los compañeros de la fundación y yo estamos bien pero veo mucho sufrimiento alrededor. La situación es dramática. Quiero poner voz a lo que está ocurriendo para que la gente sea consciente y se entienda que este es un problema global. La ministra de Exteriores ha recomendado la repatriación de los españoles y lo veo lógico pero soy cooperante y no me parecería bien irme teniendo cosas que hacer», indica este burgalés, que a sus 48 años ya ha recibido la primera dosis de la vacuna antiCovid, en un país que empezó a inocular a los mayores de 45 el 1 de abril.

A esta joven barcelonesa se le parte el alma ante las imágenes de personas deambulando por las calles de Nueva Delhi o de Bombay buscando desesperadas dónde ingresar a sus familiares, «buscando ese oxígeno que les permita seguir respirando». «La gente se está asfixiando por no tener algo tan básico. Es terrible». 

Este abrupto tsunami ­–no hace mucho que la tasa de infecciones se situaba por debajo de las 10.000 al día– choca con lo que pasó tras estallar la pandemia. La India se convirtió en ejemplo de contención al imponer un estricto confinamiento domiciliario con tan solo 500 positivos. La desescalada comenzó en mayo de forma progresiva, pero desde noviembre todo parecía haber vuelto a la vieja normalidad. 

«La relajación fue total. Se podía hacer cualquier cosa, ir a cualquier sitio, se reanudaron las celebraciones multitudinarias…», relata Aina. «Hubo mucha laxitud con el uso de la mascarilla, aglomeraciones increíbles… Surgieron además problemas gubernamentales con los agricultores que dieron lugar a grandes manifestaciones, sobre todo en el norte», añade José Antonio, quien cree que «de aquellas lluvias estos lodos». «Pecamos de excesiva confianza o de soberbia al pensar que la India era diferente y que con una ola habíamos superado esto», coincide ella.

Aina Valldaura, cooperante de la Fundación Vicente Ferrer en la India.

aina VALLDAURA

  • «Las grandes diferencias esta vez son el aumento de quienes necesitan oxígeno y que los pacientes son más jóvenes. Vemos en la UCI a personas de poco más de 30 años. Llegan al hospital prácticamente sin poderse mover. El tumbarse o girarse en la cama les supone un esfuerzo terrible. Se ponen 2,2 millones de vacunas al día pero solo el 1,9% de la población tiene las dos dosis. Las dimensiones de este país son enormes y difíciles de gestionar, para lo bueno y para lo malo», cuenta esta joven que espera tener anticuerpos al haber pasado ya la Covid. 

Con las cifras descontroladas, las autoridades han vuelto a tomar medidas, pero mientras en marzo de 2020 el encierro lo decretó el Gobierno central, ahora, como en la desescalada, las decisiones las toma cada estado. Así, mientras en algunos el confinamiento es total, en otros solo hay toque de queda. Las escuelas sí están cerradas, excepto para los cursos con exámenes en las próximas semanas y que por ahora siguen en la agenda.

Desde la Fundación Vicente Ferrer están llevando a cabo campañas de concienciación para que la población acate las normas. En ellas trabajan José Antonio y Aina, que no se plantean volver a España. Él lleva viviendo en Anantapur seis años y es director de la Escuela Profesional de Lenguas Extranjeras de la FVF. Ella llegó hace cuatro y se encarga de Comunicación para la audiencia india. 

Ambos coinciden en que su compromiso es estar allí en un momento en el que se les necesita al pie del cañón. El efecto baniano parece estar dando sus frutos: la ayuda internacional está llegando. Pero el reto ahora es distribuirla en un país de tal envergadura. 



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