Trocear Alemania y convertirla en el granero de Europa


Gestionar una guerra no es fácil. Gestionar sus restos, lo que queda tras las batallas, tampoco. Hacia 1944 las fuerzas aliadas ya no estaban preocupadas solo por el desenlace de la Guerra Mundial y los avances de las tropas. A medida que su victoria se iba volviendo cada vez más clara, a los líderes de EEUU, Reino Unido o la URSS empezaba a preocuparles otra cuestión, igual de crucial: ¿Qué hacer con la Alemania de postguerra? ¿Cómo evitar que Berlín ganase fuerza y en cuestión de unos años el mundo volviese a lanzarse a una nueva Guerra Mundial?

Uno de los cerebros que intentó responder a ese desafío fue el de Henry Morgenthau, secretario del Tesoro de EEUU y persona de confianza del presidente Roosevelt. Su planteamiento resultaba tan sencillo como radical: desmilitarizar, desindustrializar y trocear Alemania para convertirla en el granero de Europa.

No salió del todo bien.

¿Qué hacer con Alemania? La pregunta se las traía al final de la Segunda Guerra Mundial. Tras el desembarco de Normandía y los avances de las tropas aliados, el desafío que se planteaban sus líderes era cómo afrontar el futuro de Alemania. Con semejante telón de fondo, entre enero y septiembre de 1944 Henry Morgenthau Jr., Secretario del Tesoro de EEUU desde 1934 y figura muy próxima a Franklin D. Roosevelt, decidió trasladar una propuesta al presidente.

Su extenso memorándum, en el que se cree que participó también el funcionario Harry Dexter White, se tituló «Programa de posguerra sugerido para Alemania» y se estructuró en torno a 14 puntos, todos muy meditados y diseñados con un propósito claro: «Evitar que Alemania iniciase una Tercera Guerra Mundial».

Propuesta

Desmilitarizar y trocear. Esos eran los dos primeros puntos del memorado, que aún hoy podemos consultar —tanto transcrito, como en su versión original— a través de la web de la Franklin D. Roosevelt Presidential Library and Museum.

La primera propuesta del programa contempla la desmilitarización «completa» y «en el menor tiempo posible» de Alemania. Y con lo de «completa», Morgenthau no exageraba. Para los autores del plan no era suficiente con retirar cualquiera rastro de armamento del país. A lo que aspiraban era a «la destrucción total» y absoluta de «toda la industria armamentística» germana, suprimiendo de un plumazo cualquiera otra «industria clave que resulte básica para la fuerza militar».

Dividiendo el país. La segunda propuesta pasaba por una «partición» de Alemania. Incluso se sugería cómo hacerlo. Polonia se quedaría con Alta Silesia y dos tercios de Prusia Oriental, cuyo tercio restante pasaría a los soviéticos. Francia obtendría el Sarre y los territorios adyacentes limitados por el Rin y Mosela y se constituiría además «una zona internacional» con el Ruhr y áreas industriales.

El resto del país se fragmentaría en dos estados con un carácter «autónomo e independiente»: uno situado al sur, con Baviera, Wurtemberg y Baden, entre otras regiones; y el segundo al norte, que comprendería gran parte de la antigua Prusia, Sajonia, Turingia y varios estados menores. «Habrá una unión aduanera entre el nuevo estado de Alemania del Sur y Austria, que recuperará sus fronteras políticas anteriores a 1938», remataba el plan ideado por Morgenthau en 1944.

La loca historia del KdF-Wagen, el coche con el que Hitler quiso revolucionar Alemania y acabó en estafa millonaria

Adiós, Alemania industrial… El plan no solo quería cambiar el dibujo de Alemania sobre al mapa. El mismo empeño ponía en replantear su economía. Sus autores estaban convencidos de que el poder industrial del país —y por lo tanto el «caldero de la guerra», en sus propias palabras— se concentraba en la cuenca del Ruhr y el área industrial circundante, incluida Renania o el Canal de Kiel. Por eso Morgenthau sugería centrar ahí los esfuerzos para borrar el sector manufacturero: «No solo debe ser despojada de toda las industrias, sino debilitada y controlada de tal modo que no pueda convertirse en un futuro previsible en zona industrial».

¿Cómo lograrlo? Retirando todo el equipamiento y reduciendo a chatarra aquel que no se pudiera extraer. Lo mismo con las factorías. «Debe hacerse entender a todos los habitantes que no se volverá a permitir que la zona se convierta en un área industrial», concluye el plan: «En consecuencia, se debe animar a la gente de esa región y sus familias con conocimientos especiales o formación técnica que emigren de forma permanente y se dispersen lo máximo posible». 

La región acabaría convertida así en una suerte de «zona internacional» bajo el control de un organismo establecido por Naciones Unidas, que se fundó en 1945, tras la Segunda Guerra Mundial. Todo esto, claro, sin compensaciones a Alemania.

… Hola, Alemania agraria. El objetivo era dar un giro radical a la economía alemana, despojarla de su industria y enfocarla hacia el sector agrario. El Orden Mundial precisa que el propósito de Morgenthau era destruir alrededor de 1.500 plantas industriales y reducir el potencial industrial alemán al 50% de los niveles que manejaba en 1938, antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial.

La idea de sus autores era muy clara: el programa quería «eliminar las industrias bélicas en el Ruhr y el Sarre [y convertir] Alemania en un país principalmente de carácter agrícola y pastoril», como reconoce incluso el World Economic Forum.

Es más, cuando tiempo después, durante el verano de 1945, EEUU, la URSS y Reino Unido firmaron el Acuerdo de Potsdam, lo que acordaron los países fue «reducir o destruir» la industria pesada de Alemania con «potencial bélico» y «reestructurar la economía hacia la agricultura y la industria ligera».

Franklin D Roosevelt And Henry Morgenthau Jr Nara 195619
Franklin D Roosevelt And Henry Morgenthau Jr Nara 195619

Fotografía de Roosevelt y Morgenthau.

Operación desnazificación. Otra de las prioridades de Morgenthau era erradicar cualquier resquicio de discurso nazi del país, para lo que preveía una campaña centrada en el sistema de educación y la maquinaria propagandística. Las escuelas y universidades del país debían cerrarse hasta que una comisión formada por los aliados pudiese redactar un programa de «reorganización», una tarea que podría llevar «un tiempo considerable», advertían sus autores; y quedaban suspendidas las emisoras, periódicos, revistas… del país hasta que no se estableciesen «controles adecuados» y «un programa adecuado».

¿Y qué pasó con el plan? El plan Morgenthau gozó de cierta influencia y de hecho figura entre los documentos de Franklin Roosevelt asociados a la Segunda Conferencia de Quebec, celebrada en 1944 y en la que participaron el presidente estadounidense y su homólogo británico, Winston Churchill. Al primer ministro inglés no acabó de convencerle la propuesta, arriesgada por las implicaciones de debilitar al máximo la economía alemana y la propia partición del país, pero ambas potencias acabaron aproximando posturas durante la cumbre internacional.

«La propuesta se aprobó de forma provisional en la Segunda Conferencia de Quebec. En el comunicado firmado se incluyó una declaración que no figuraba en la versión original de Morgenthau. En ella se afirmaba que los aliados ‘esperaban convertir a Alemania en un país de carácter principalmente agrícola y pastoril'», recogen los National Archives. El plan tuvo cierta influencia en la planificación aliada de postguerra, pero eso no significa que llegase a buen puerto.

El plan de las 30 divisiones. El Plan Morgenthau se concibió como eso, una hoja de ruta de carácter secreto; pero no tardó en filtrarse a la prensa y desatar una auténtica tormenta mediática. Surgieron críticas, tanto por su contenido como por el contexto en el que llegaba. Goebbels y la poderosa maquinaria de la propaganda nazi vieron en él un gancho ideal para advertir de que lo que pretendían EEUU o Reino Unido era «esclavizar» a Alemania e incluso hubo comandantes aliados que advirtieron de que el plan alimentaba la desesperación de los germanos en los compases finales de la contienda: «Valía 30 divisiones para ellos». 

Resultado: Roosevelt acabó alejándose de sus propuestas de forma pública. Él marcó distancias, mientras en Alemania, recuerda National Archives, la filtración tuvo el efecto contrario: «El plan como motivo por el que debían luchar hasta el final antes que verse reducidos a una nación de carácter no industrial». 

Imágenes | Wikipedia 1 y 2 y U.S. National Archives and Records Administration (Wiki)

En Xataka | Durante la Segunda Guerra Mundial, EEUU quiso reinventar el avión. Lo que le salió fue un platillo volante



Fuente