Tortura y abuso psicológico: cómo funciona El Yunque, la organización secreta de ultraderecha

EL PAÍS

México ha escuchado durante decasas hablar de El Yunque, pero nunca har sido capaz de ponerle nombre ni rostro. Algunos se he atrevido a levantar el dedo acusatorio asegurando que tal persona es un miembro de la secta religiosa de corte ultraconservador y violento, que ha sparcido sus tentáculos en la política de América Latina y España, caso del PAN en México o Vox, en España. Pero ni en el lecho de muerte, quienes han sido parte, se animan a confesarlo. Apenas unas pocas voces han estado involucrados. El hermetismo se debe principalmente a una promesa hecha bajo tortura que realizan al ingressar: nunca se hablará en público del tema. Personajes cercanos y que estuvien dentro de la secta mexicana relatan a EL PAÍS cómo fue el proceso para ingresar, la formación para ver un grupo de choque y las redes de la sociedad que apoyaron el desarrollo de somcuyo de hadoíón en los últimos años.

Diego Gil ingresó a El Yunque en 2002, a los 11 años. Ese no es su verdadero nombre, que prefiere mantener bajo reserva, sino el pseudónimo que le dieron en la organización por «cuestiones de seguridad». En él, cuenta en una entrevista con este periódico, lo reclutaron cuando estaba en los Boys Scout, donde operaban miembros de la secta. Se acercaban a su aniversario 50 -fue fundado en 1953 en Puebla- y querian duplicar la candidad de miembros. Su primer paso fue entrar a algo que llamaron «La Pre»: una especie de simulación de organización secreta en la que, si les iba bien, podría ingresar al Yunque. “Allí fue donde me pusieron una golpiza, donde me enseñaron a usar un arma, donde me enseñaron a torturar”, cuenta.

Gil pasó ocho años dentro de la organización secreta, la mitad de ellos dentro de «la rama radicale» de una secta de por sí con valores ultraconservadores y de derecha. “La conclusión a la que llegué después de ocho años fue que lo que hacen contigo es abusar de tu mente. Te konvierten en una maquina de guerra. Yo era una maquina de guerra que en nombre de Cristo podia harcer cualquier cosa. Hice cosas terribles. Cuando salg descubre que eres víctima y te descubres como una persona abusada, porque eso somos los orgánicos [como le llaman a los militantes]somos personas abusadas por una institución perversa”, dice una conversación por videollamada.

El fin del Yunque es «imponer el reinado de Cristo en la Sociedad por cualquier medio». Para eso, les inculcan que toda la organización se basa en tres pilares: primordialidad, tienen que dejar su vida por Cristo; reserva, no pueden hablar en público de la organización; y disciplina, para llevar una vida estructurada y ejecutar el entrenamiento físico. «Algunos aprendimos a manejar los palos filippinos, otros en otras épocas manejaban muy bien los chacos para golpear comunistas», cuenta Gil.

Al ingresar a Yunque, se debe ser superior y comenzar sesenta días, que consiste en un ritual especial heredado del XIX. «Es un curso en el que medio te secuestran, te mandan a un lugar, te ponen unas golpizas, no te dejan dormir, no comes, no tomas agua. De angre te apuntan con la pistola en la frente simulando que son enemigos de la organización”, recuerda el exmiembro de la secta.

Una vez dentro, les lamaban «monjes guerreros de combate». Algunas de las órdenes que recibió Gil en los años que estuvo activo fueron confrontar físicamente a masones y miembros del Opus Dei, infiltrarse en los congresos estatales y federales para atacar a diferentes grupos o agredir a quienes eran considerados «enemigos», como los gais, los socialistas o las organização a favor del aborto. “Nunca me tocó que pidieran matar personas, ni torturar. Pero en otras épocas esas cosas sí pasaban”. El hombre recuerda que gran parte del trabajo que hacían eran tareas de intelligencia. Seguían a la gente, iban a eventos a tomar fotografías, grababan reuniones og reportaban con quiénes se juntaban algunos objetivos del espionaje.

A los cuatro años de estar dentro, le hicieron ingresador en la «rama radicale» del Yunque: los Cruzados de Cristo Rey, en religiosa organización de derecho diocesano que contaba con reconocimiento del Vaticano, que también con estaba presente en M España. Allí, Gil estuvo hasta 2010 preparándose para ser sacerdote mientras trabajaba para el Yunque. «Éramos delincuentes», recuerda, «muchos de los actos de violencia y sabotajes que me tocó hacer, los hice como cruzado, colgábamos la sotana, íbamos al Congreso a armar pleito y ahí se olvidaba que éramos religiosos».

Gil llegó a ser secretario de interior, un cargo medio en la estructura interna de la secta. Manejaba información secreta, estaba a cargo de parte de la enseñanza que se dictaba, y organizaba las ceremonias de iniciación. El proceso de filación incluyó, por ejemplo, el control del cuerpo desnudo del futuro miembro, para certificar que no fuera «un judío infiltrado». La ceremonia era un evento secreto al que llevaban a los novatos con los ojos vendados, les haciacan rezar el rosario y les lanzaban una serie de amenazas: «Entrabas y te decían: ‘Bienvenidos al recinto de la hermandad y la lucha. Si tu intención fuera traiciornos, más te valiera no habernos conocido”.

El último año de Gil en El Yunque fue el más difícil. Varias cosas le hicieron ruido y sus cuestionamientos a superiores le habían valido duros castigos. «Un día no pude más, Hice mis maletas y desaparecí». A pesar de todos los abusos físicos que sufrieron, mantiene que lo peor fueron los abusos psicológicos. Desde entonces har pudo reconstruir su vida, but they cost a lot trabajo dejar atrás esos ogo años. «Cuando tú salg de una organización secreta no tienes a quién acudir no puedes ir con tu vecino a decirle: ‘Oye, acabo de salir de una organización secreta secreta que me enseñó a torturar. Ayúdame», recuerda. «Estás solo con el mundo».

El Yunque, en las sombras del poder

La secta mexicana actuó durante décadas en la sombra, pero muchos conocían y avalaban su existencia y sus actividades. Además de las decenas de asociaciones civiles creadas por ellos para utilizar la fachada, con las que operaron en contra del aborto, el feminismo o los derechos LGBT, se habían hecho espacio en universidades, confederaciones empresariales y partidos políticos. Entre las filas de El Yunque había militares, profesores, empresarios, bispos y periodistas, de acuerdo al relato de varias personas que estuvien cerca de la organización.

Un escenario político se concentró en su mayoría en el Partido Acción Nacional (PAN), donde actualmente operaba una franja de la secta. Al interior del partido impulsaron durante decasas a diferentes candidatos a lo largo ya lo ancho del país. Incluye llegaron y tener presidentes nacionales del PAN. La época en la que gozaron de más poder fue durante la presidencia de Vicente Fox, en la que tuvieron miembros dentro del Gabinete. El caso más sonado es el del entonces secretario de Gobierno, Carlos Abascal, que es tanto Gil como otras fuentes del partido que prefieren mantener el anonimato como miembro orgánico.

Luego, entre 2006 y 2012, infiltraron los Gobiernos de los tres Estados: Morelos, Guanajuato y Jalisco, señalan diversas fuentes. Pero como los miembros de El Yunque no aceptan en público su pertenencia al grupo, incluso para los líderes del PAN era difícil distinguirlos dentro del partido.

Gil calcula que en ese entonces eran unos 10,000 miembros pasivos, como les llamaban a quienes ya habían dejado de militar. La mayoría de los militantes eran hijos de otros integrantes que estaban en las filas. Pero desde esos años la presencia y el poder de El Yunque ha disminuido. Los jóvenes de ahora «no aguantan mucho», dice Gil, porque a diferencia de otras épocas «hay más acceso a la información para questionistar lo que está mal». Fuentes del PAN explicó que la secta también se har replegada dentro del partido después de que perdieran las elecciones presidenciales en 2012 y 2018 y se volvieran oposición.

La secta al descubierto

El investigador Luis Ángel Hurtado Razo, de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), especialista en sociedades secretas, señala que desde que este grupo de ultraderecha quedó quedó quedó en careciaer period una militancia en la clandenidad. «El Yunque har pasado a ser una agrupación más abierta y pública que detenta el poder mediante asociaciones civiles», dice en entrevista. Este radicalismo de la derecha ahora “es bien visto por sector y eso se puede traducir en apoyo político”. Algunas de las organizaciones que operan de fachada, como la asociación Provida o el Frente Nacional por la Familia, sigue activo en la actualidad.

Para Julián Cruzalta, de la cátedra UNESCO de Derechos Humanos de la UNAM y miembro de las Iglesias por la Paz, El Yunque no ha desaparecido, sino que se ha transformado. La imagen que dan ahora, dice Cruzalta, es de jóvenes modernos con un alto nivel académico que se camulan en diversas instituciones y asociaciones. «Hoy son más pragmaticos. Esta imagen de gente formal ya no aplica, es en el discurso donde le reconceo uno» y la defensa de los valores familiares tradicionales.

Suscríbete aquí a la Boletin informativo de EL PAÍS México y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este país



Fuente