‘Society’ habla del hambre por el poder, el dinero… y la carne


No me canso de decirlo: cualquier historia tiene un mensaje. Billy Wilder (o Samuel Goldwyn) decía que para enviar uno, usaba correos. Pero lo cierto es que el mensaje existe. Aunque sea escondido por capas y capas, como la distopía de la Patrulla Canina, donde las labores de rescate y recuperación están en manos de una entidad privada financiada por merchandising. ‘Society‘, sin embargo, no tiene miedo en verbalizar lo que piensa en la mejor escena de la película.

Podríamos estar párrafos y párrafos hablando de ESE final, pero no le haríamos justicia a un merecido clásico de serie B que supuso el debut en la dirección de Brian Yuzna, hasta entonces productor de Stuart Gordon.

El piel fina de Beverly Hills

Bill (Billy Warlock) debería ser feliz. Muchos de nuestros lectores lo estarían en su lugar: vive en Beverly Hills, la meca del esnobismo ochentero, en una casa enorme y con una familia rica. Y ahí está el matiz, ¿lo ves? Vive con su familia, no «en familia». Se le considera algo así como la mascota, el perro que ve la tele en el salón, pero duerme fuera.

En su instituto, más de lo mismo. Es un chico popular, tiene novia y es bueno en los deportes, y sin embargo no termina de encajar con todos. Hay compañeros (y rivales) que parecen más en sintonía con su familia que con él.

A su estado paranoide no ayuda que Blanchard (Tim Bartell), el exnovio de su hermana Jenny (Patrice Jennings), esté obsesionado con su familia y con sus oscuros secretos. Cuando Bill se le enfrenta, descubre que su hermana, su padre y su madre pertenecen a un culto aparentemente sexual donde la primera va a iniciarse en un futuro inmediato.

Nada más que lo típico que una familia con algún millón de dólares en el banco no tenga que ocultar, ¿no? En otras películas sería un secreto inmobiliario (‘Succession‘ empieza en parte así); en otras, alguna tragedia familiar; en ‘Society’, es una perversión más allá de la lógica y los límites físicos.

Un monstruo con muchas pieles

En España tenemos la fama de prodigarnos en enseñar senos (no niego que merecida), pero lo cierto es que las películas ochenteras americanas también tenían su buena ración de desnudos y semidesnudos sugerentes y absolutamente gratuitos. Y por lo que sea, lo primero es un estigma y lo segundo, nostalgia. Pero saquemos el dedo de esa llaga.

Society Playa

En ese contexto de abundancia y sensualidad rodada con una media sobre la lente, de adolescentes salidos y asesinos implacables, ‘Society’ puede entenderse como una parodia pringosa de los grandes éxitos ochenteros, en el que las escenas con potencial picantón (casi) siempre acaban puntuadas por detalles escalofriantes.

Y no me refiero al combo de sexo y muerte, el favorito de Jason, Freddie y Myers, términos irresistibles cuando van contrapuestos, sino de sexo y deformidad. El viaje de Bill sirve para que aprendamos no solo a temer a los que le rodean, sino también para que les tengamos asco porque están a la espera, ¿pero de qué?

Hay otra piel debajo de la parodia: ‘Society’ puede verse como una revisión de las ficciones góticas bajo el prisma ochentero, un Gótico Pijo. La paranoia creciente de Bill no difiere de las ficciones en las que una mujer, encerrada en una casa lúgubre, teme que su marido (o la propia casa) vaya a matarla. ¿Pero por qué van a acabar con Bill?

Los últimos veinte minutos responden a esas preguntas. Y sé, tanto si has visto la película, como si solo has oído hablar de ella, que quieres que te hable del final, pero tenemos que hablar de sus defectos.

Imperfecciones de la piel

‘Society’ tiene buenos ingredientes, buenos referentes y, como has visto, sabe muy bien dónde lanzar sus dardos. Pero si le arrancas su final y vas tirando hacia atrás como un padrastro, tienes una película algo irregular.

Society Bill
Society Bill

Bill mirando cosas raras.

Las preocupaciones de Bill empiezan con fuerza y ciertos eventos, como todo lo relacionado con Blanchard, ayudan a aumentar la sensación de peligro. Pero a partir de la mitad, se estanca hasta el punto de repetir escenas y de marear la perdiz. Ya sabemos que pasa algo; ya sabemos que están involucradas muchas de las personas que le rodean.

Si la repetición sirviera para apuntalar la narración, tendría un pase, pero para colmo hay varios puntos que no llevan a ninguna parte, o que son directamente incongruentes. Por ejemplo, las elecciones del instituto y la competición de Bill con el otro candidato es un relleno de metraje de manual. O todo lo relacionado con su antigua novia, Shauna (Heidi Kozak), y eso que hay un triángulo amoroso de por medio.

Yuzna justifica la inconsistencia argumental en la cualidad onírica de la narración, pero cualquier espectador con más de cinco películas a sus espaldas sabe que es la excusa más pobre del manual. Con eso, hasta puedes defender que a nuestro prota no le hayan saltado antes las alarmas: como una pesadilla, siempre aterrizas en una situación anormal que parece haberse vuelto común.

Por no hablar de los problemas que genera el personaje de la señora Carlyn (Pamela Matheson), la madre de Clarissa (Devin DeVasquez), la chica que le roba el corazón a Bill. La señora se presenta pintada como si hubiera perdido una pelea contra un mostrador de maquillaje, vomitando pelo, y se tambalea literalmente por todas sus escenas. Y no tiene ningún sentido, ni como excéntrica madre de Clarissa, ni como parte del culto escondido en Beverly Hills, ni siquiera como mujer borracha y agotada de la vida.

La carne no mantiene su glamour, pero los monstruos son para siempre

Creo que ha llegado el momento, por fin, de hablar del final de ‘Society’. Voy a disimular y a hacer como que posteriores ediciones de la película en formato físico no han destacado su viscosa imaginería en la portada, dejando de lado los elegantes carteles originales; voy a obviar que los últimos compases se han capturado y troceado para su comentario en blogs, vídeos y revistas.

Society Mas Final
Society Mas Final

‘Society’ se recuerda por él, y eso que los 80 fueron la gran época del látex, mientras que Clive Barker adelantaba por la izquierda a King con un terror directo, muy físico, amoral y sangriento. Puedes creerte preparado para el festival, pero el resultado es magnífico en su asquerosidad y consiguió trascender la propia película. Viene de un Brian Yuzna engorilado por lo conseguido en ‘Re-sonator‘ y de un director de efectos especiales, Screaming Mad George, borracho de poder.

¿Quién habría imaginado que el mismo filtro “chic” que tiene la película en sus escenas normales, con el tono anaranjado y los cuerpos sudorosos del final, transmitiría esa sensación de agobio y calor? Hay películas que sientes con la cabeza y otras que sientes por todo el cuerpo, y obvio que ‘Society’ es de las últimas: es como estar en una sauna metido en una bolsa de plástico.

Pero quizá lo más perturbador, aparte de las transformaciones, es que en sus escenas más duras David Wiley, que encarga al Juez Carter, mira constantemente a cámara mientras chupa un puro y suda a chorros. Te mira a ti y, como espectador, solo puedes quedarte sentado mirando, igual de inmóvil que su víctima.

Society Mirando
Society Mirando

Solo con ver alguna imagen suelta ya te entran escalofríos.

Por si no fuera poco la orgía del salón, el padre, la madre y la hermana de Bill están teniendo su propia sesión de carne fundida, porque ‘Society’ no se conforma con machacarte la amígdala, sino que quiere retorcer la pesadilla a todos los niveles psicosexuales. Quiere hacerte llorar de incomodidad y asegurarse de que Freud no se levanta de su tumba.

Y por todo esto merece la pena. Algunos preferiréis saltar directamente al final y otro apreciaréis los matices de su narración, pero su estatus de culto es bien merecido.

Society Los De Arriba
Society Los De Arriba

Miembros de la Sociedad mirando la Agenda 2030

Treinta y cuatro años después de su rodaje, su discurso sigue vigente: Yuzna entendió muy bien que, en nuestra sociedad, puede ser tan incómoda la visión de un monstruo de apariencia terrible, como escuchar a uno que te reconoce que los ricos se alimentan de los pobres (mientras, ¿quizás? piensan ir al espacio).

¿Sabes de qué no otra cosa no puedo olvidarme? De lo mucho que los propios seres de ‘Society’ recalcan que no vienen del espacio, que no son una amenaza exterior, sino un grupo que lleva alimentándose de nosotros desde que los humanos somos humanos.

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