Sesenta años de la hazaña de Yuri Gagarin, el campesino que consiguió abrir una ventana al cosmos


Desde el mismo momento en el que 20 pilotos de la fuerza aérea soviética fueron elegidos para un primer vuelo espacial tripulado, la figura de Yuri Gagarin sobresalió sobre la de sus compañeros, debido a su veloz aprendizaje y una compostura de hierro.

Fue ese autocontrol lo que se convirtió en una clave para ese vuelo de 108 minutos que abriría una ventana a la humanidad para ver el cosmos desde un poco más cerca. Ese 12 de abril de 1961, Gagarin se convertía en un héroe de la Unión Soviética y el primer ser humano que viajaba al espacio.

Antes de llegar ahí arriba, la vida del cosmonauta no fue un camino de rosas. Con una infancia muy marcada por la ocupación nazi de Gzhatsk, la aldea donde nació, Gagarin cambió el arado por las máquinas y varias academias hasta llegar a la fuerza aérea. Un camino de 27 años que nos lleva al momento del despegue de su nave, la Vostok, y a un hombre silbando tranquilamente y decidido a cambiar el rumbo de la historia.

Un aterrizaje milagroso

Los problemas en la nave fueron innumerables: una escotilla fue cambiada minutos antes del despegue, un fallo hizo que la órbita fuese mucho más alta que lo esperado y una pérdida de combustible convirtió la reentrada a la atmósfera en una pesadilla de 10 minutos de giros sin control. Las autoridades soviéticas estaban preparadas para lo peor.

«Valyusha, te pido que el pesar no te derrote», palabras que dirigió a su mujer al observar por la ventana las llamas que rodeaban la Vostok. Soportando una fuerza G que superaba 10 veces la de la gravedad, su voz rompió el tenso silencio en el control de tierra: «Estoy ardiendo. Adiós, camaradas«.

Grafiti de 60 metros de altura que conmemora la llegada de Gagarin al espacio.
SERGEI ILNITSKY – EFE

Casi un año y medio después de convertirse en historia, Yuri Gagarin fallecía en un vuelo de pruebas que, según su familia, no ha sido debidamente investigado. Su aldea adoptaba su propio nombre y la Unión Soviética veía como se le escapaba de las manos la carrera espacial contra EE UU hasta su desintegración en 1991.

60 años después, el ser humano sigue mirando a través de una ‘escotilla espacial’, que hombres y mujeres como Gagarin han ido entreabriendo para que la humanidad pueda ver más de cerca el cosmos.



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