‘Orión y la oscuridad’ (2024), crítica: Desmarca a Netflix de Pixar con un juego narrativo fascinante de Charlie Kaufman, pero no puede evitar el regusto a sucedáneo de ‘Inside Out’


Llevábamos veinte años sin tener ninguna película de Charlie Kaufman encargándose en exclusiva del guion, más concretamente desde la increíble ‘¡Olvídate de mí!’ (el horrendo título español de ‘Eternal sunhine of the spotless mind’). Desde entonces hemos tenido de todo en su doble labor como guionista y director, desde obras maestras epistolares como ‘Anomalisa’ hasta cine excesivo como ‘Synecdoche, New York’. Y cuando parecía imposible que Kaufman nos sorprendiera en su eterno ciclo de obsesiones y rarezas, llegó el momento de dar un viraje hacia el público infantil en Netflix. A su manera, claro.

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Oscuridad en llamas más allá de Orión

En cierta manera, ‘Orión y la oscuridad’ nace, de primeras, con la intención de ser una especie de anti-Pixar. O sea, jugar con sus mismas armas pero ofrecer las suficientes vueltas de campana como para que el resultado se nos antoje único. Y, desde luego, lo consigue. Al menos, en su primer acto, gracias a un protagonista demencial, neurótico y frenéticamente crispante. Tristemente, a lo largo de la película esta flamante novedad se va desgastando hasta que, más que una revolución, se queda reducida a una simple deudora de Pixar en ciertas partes de su accidentado tramo final.

Pero que el bosque no os impida ver la luna: la película de Dreamworks vendida a Netflix tiene muchísimo donde rascar que os hará revolveros en vuestro asiento de felicidad si sois amigos de los experimentos narrativos. Con Kaufman al mando, y por mucho que esta sea una película familiar, ¿esperabais menos? El autor da rienda suelta a un par de trucos de magia ejecutados con la sutileza y la maestría de alguien que lleva muchos años en la industria luchando por mostrar que otro tipo de cine es posible.

Orion 1
Orion 1

Sí, a nivel de construcción narrativa no es ‘Estoy pensando en dejarlo’ ni ‘Adaptation’, ni falta que hace: ‘Orión y la oscuridad’ es lo suficientemente inteligente como para saber perfectamente quién es su público mayoritario, y jugar con él a subvertir la realidad, como si de una especie de clase introductoria a la obra de Kaufman se tratara. El propio guionista dinamita las expectativas en más de una ocasión mostrando las cartas que el público creía que escondía tras la manga, exponiendo claramente cuál sería el típico devenir de una cinta como esta en otras manos más vagas y cambiando de rumbo de manera inesperada en cada acto. No deja que te acomodes y disfrutes del viaje del héroe, sino que juega con su propia predictibilidad para ser un pequeño puzzle, por una vez, tan inteligente como cree ser.

El silencio de la noche me dice una vez más…

‘Orión y la oscuridad’ no solo juega al experimento meta, sino que también practica narraciones paralelas, tonteos con el espacio-tiempo, comedia utilizando la animación 2D y monólogos en off que resultan auténticas declaraciones de intenciones gracias a un personaje principal inaudito en una película de este estilo. Orión no es un héroe, ni tan siquiera un divertido maniático, sino, directamente, un niño con ansiedad que acude al psicólogo, necesita ayuda para sobrellevar sus miedos y que, lejos de subirse rápidamente a la aventura, hace todo lo posible por quedarse atrás. Puede que no sea la película que los padres quieren que sus niños vean, pero es la que ellos necesitan ver. Un protagonista del siglo XXI, vaya.

Orion 2
Orion 2

Y es fascinante. Sin embargo, a medida que la película avanza y Kaufman nos muestra sus increíbles trucos, la película va perdiendo tracción e interés a la par que el personaje, con una especie de ‘Inside Out’ pero cambiando los sentimientos por cosas que pasan en la noche (Silencio, Dulces Sueños, Insomnio y Ruidos Inexplicables). En una película con una voz propia tan clara es inexplicable que, al final, se rinda a los mismos juegos que Pixar sin tratar de darles un giro adicional.

Las intenciones de ‘Orión y la oscuridad’, incluso en su fallido tramo final, son encomiables. Kaufman y el director, Sean Charmatz, se olvidan por completo de la linealidad para proponer nuevas fórmulas que funcionan solo ligeramente a nivel emocional pero profundamente en lo narrativo, convirtiéndose en un patio de juegos en el que, tristemente, no se dejan llevar lo suficiente, dejando todo en una potencial barbaridad que destaca de la media pero a la que le falta un toque de atrevimiento. Paradójicamente, y como su protagonista, han tenido miedo.

Cómo ser Orión

La película de animación se hace grande en la construcción de sus dos personajes principales, cuya trayectoria no es lineal sino que funciona a base de vaivenes, como la misma vida en sí misma, donde la sonrisa y la búsqueda de validación puede usarse como simple máscara para evadir una profunda depresión. Por supuesto, Kaufman no puede hablar de esto abiertamente, y lo oculta tras varias capas de deus ex machinas (muy Pixar también, por otra parte) que no terminan de funcionar bien y parecen más imposición que deseo propio del guionista.

Al final, ‘Orión y la oscuridad’ deja una sensación agridulce. No porque sea mala, fallida o aburrida en ningún momento, sino porque no consigue vivir al nivel de las expectativas que ella misma se marca, dejando por el camino parte de su personalidad desparramada y utilizando mucho más de Pixar de lo que pretende en sus primeros compases. Pero que esta ligera frustración no os impida disfrutar de la cinta, ojo: es uno de los ejemplos más radicales de inteligencia fílmica moderna destinada a los niños y un atrevimiento en toda regla contra una evidente sanitización animada mainstream. Además, ¿quién no tiene curiosidad por ver ‘Inside Out’ llevada por el guionista de ‘Cómo ser John Malkovich’?

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