Niall Ferguson: “Rusia puede ganar la guerra. La política exterior de Biden ha sido un fracaso” | Internacional

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Niall Ferguson, historiador de Harvard, el pasado 19 de diciembre, en Saint Vincent (Italia).Andrea Rizzi

El mundo afronta una etapa de grandes convulsiones y transformaciones, desde el ataque de Rusia a Ucrania hasta la revolución de la inteligencia artificial. El historiador Niall Ferguson (Glasgow, 59 años), vinculado a las universidades de Harvard y Stanford, invita a la máxima alerta ante varios riesgos propios de esta época en una entrevista concedida en el marco de una conferencia organizada en Saint Vincent (Italia) por la revista El Grand Continent. Ferguson cree que la política exterior de Biden es un fracaso por no haber sabido disuadir a los talibanes, a Putin y a Hamás de lanzar sus ataques. Cree que es probable que Donald Trump vuelva a ganar, advierte de que Ucrania puede perder la guerra, que Europa no puede olvidar que su seguridad depende de EE UU y que la inteligencia artificial (IA) puede afectar seriamente a nuestras capacidades cognitivas.

P. ¿Cómo ve a Occidente en este mundo fragmentado y con potencias cada vez más antagónicas? Hubo una respuesta cohesionada a la invasión de Ucrania, pero ahora el apoyo flaquea.

R. Creo que si los futuros historiadores intentan resumir la política exterior de la Administración [de Joe] Biden, una forma en que podrían hacerlo es la siguiente: estos tipos fueron realmente malos en disuasión. No lograron disuadir a los talibanes de tomar el control total de Afganistán. No disuadieron a Putin de invadir aún más a Ucrania. No han disuadido a Irán de lanzar ataques contra Israel a través de sus socios. Y está por ver si son capaces de disuadir a China de montar un bloqueo a Taiwán, pero no me sorprendería que fracasaran también en ese caso. En concreto, creo que la respuesta de Occidente a la invasión de Ucrania se ha convertido en un tema ligeramente mitificado. Cuando Estados Unidos se dio cuenta de que Putin iba en serio, en lugar de disuadirle, se limitó a publicar el plan. La verdad es que los americanos no esperaban que Ucrania resistiera. Esperaban que Zelenski saliera volando. Todo el mundo observó sorprendido el éxito de la defensa de Kiev por los ucranianos. Solo entonces empezamos a suministrarles armas. Y desde el momento en que empezamos a suministrarles armas, les dimos suficientes para no perder, pero nunca suficientes para ganar. En Washington les pareció que era estupendo que las Fuerzas Armadas rusas se degradaran sin tener que luchar ellos. Pero eso entrañaba un riesgo para Ucrania, que vemos ahora: una reducción del apoyo. Debió de buscarse un armisticio cuando las cosas para Kiev iban bien. Ahora el apoyo flaquea, Ucrania se está quedando sin munición un año antes de la potencial victoria de Trump y Rusia, con mucho más recursos y materias primas, podría ganar la guerra. La política exterior de la Administración Biden ha sido un fracaso. Hace que Trump parezca bueno.

P. Ha mencionado usted la cuestión de Taiwán. Ante el reto chino, ¿cree que la UE debería alinearse estrechamente con EE UU o más bien buscar una posición propia?

R. Estamos en una guerra fría. Dos superpotencias, Estados Unidos y China, compiten ideológicamente, tecnológicamente, en términos económicos y geopolíticos. Solo hay dos, porque el estatus de superpotencia hoy en día tiene que ver con la IA, la computación cuántica, ese tipo de cosas. Y para los europeos, es un completo autoengaño pensar que hay elección. Europa depende de Estados Unidos para su seguridad. Así que para mí es increíble que los europeos piensen que tienen una opción. Y sin embargo lo hacen. Si Estados Unidos elige a Donald Trump y se retira de la OTAN, entonces los europeos van a descubrir lo que significa la autonomía estratégica.

P. ¿Qué significa?

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R. Algo muy desagradable. Costará mucho dinero y será muy difícil de conseguir en un plazo de tiempo realista. Y entonces los europeos se encontrarán bastante expuestos, no solo a China, sino también a Rusia. La situación es mucho peor de lo que la mayoría de los europeos reconocen. Si Ucrania es derrotada, entonces Rusia está en las fronteras de Europa. Y Europa, si no tiene a Estados Unidos, tendrá que encontrar una enorme cantidad de dinero y construir la capacidad de armarse, de la que actualmente carece. Todo esto puede suceder con bastante rapidez.

P. ¿Qué cree que hay que hacer?

R. Creo que tenemos que estar muy, muy dispuestos a trabajar muy duro para mantener unida la vida transatlántica. Porque si estamos divididos, estaremos en una posición mucho más débil. Actualmente hay muchas dudas en ambos lados del Atlántico. Uno de nuestros grandes problemas es la miopía que nos impide imaginar la derrota. No podemos imaginar el día en que Kiev caiga. No podemos imaginar cómo será si Trump da un discurso en 2025 y dice que Estados Unidos se irá. No podemos imaginarnos a Xi Jinping en Taipéi tras una toma de poder exitosa. Y todas estas cosas pueden suceder. Temo que vayamos a tener un duro despertar.

P. Desde 2016 es evidente que la extrema derecha gana terreno en Occidente. Adelantando a la moderada, o impregnando el ideario de esta última. ¿Cree que la derecha tradicional puede todavía lograr imponerse en esta batalla?

R. El conservadurismo liberal dominó hasta la década de 2010. Venció a propuestas de otro tipo de conservadurismo como los de Barry Goldwater y Enoch Powell, venció en la Guerra Fría, venció a los izquierdistas y abrió paso a una economía global basada en el libre mercado, el libre comercio, la libre circulación de capitales y, por supuesto, la libre circulación de personas. Y eso estaba destinado a generar una reacción violenta porque no era probable que beneficiara a todo el mundo. De hecho, era muy probable que perjudicara a la clase trabajadora blanca de Europa Occidental y Norteamérica y beneficiara a la clase trabajadora de Asia. También ha propiciado demasiada inmigración. Esa es la gran historia. Estos argumentos siguen vivos. Siguen ganando elecciones. La cuestión es que la derecha populista capta esa insatisfacción pero no tiene buenas soluciones para los problemas.

P. ¿Cómo deberían los líderes de la derecha tradicional encarar esta situación? ¿Comprar en parte los argumentos de la derecha radical? ¿O perfilarse como una clara alternativa moderada?

R. Creo que los líderes conservadores tienen que unir estos elementos diferentes. No puedes ser elegido solo por nacionalistas de clase obrera descontentos. Pero tampoco puedes esperar que solo te apoyen los favorables al libre mercado. Creo que primero hay que decir lo siguiente: estamos en graves problemas fiscales. Esto va a crear una carga para sus hijos y sus nietos. Tenemos que abordar el problema del bajo crecimiento, tenemos que abordar el problema de la alta deuda. Solo porque la izquierda piense que la deuda no importa no deberíamos seguir esa corriente. Pero también hay que decir que estamos en contra de las fronteras abiertas, del relativismo cultural y, por tanto, combinamos los principios económicos clásicos con una política de inmigración controlada. Si no puedes hacer ambas cosas, fracasarás.

P. En estas aguas revueltas irrumpe la revolución de la inteligencia artificial. Tiene un enorme potencial, puede favorecer grandes avances, pero también riesgos. ¿Qué impacto socioeconómico tendrá?

R. Creo que se van a destruir empleos administrativos. Habrá una transformación a gran escala del empleo de clase media, porque toda una serie de puestos de trabajo desaparecerán muy pronto. La adopción es bastante rápida y los primeros datos muestran que habrá importantes ganancias en productividad a través de pérdidas de empleo a gran escala. Creo que la historia económica nos dice que después de 20 años tendremos un montón de nuevos puestos de trabajo, pero en el período de transición tendremos una gran cantidad de angustia y descontento que encontrará una salida política de algún tipo. Pero no es eso lo que más me inquieta.

P. ¿Qué es?

R. La inteligencia artificial también tendrá consecuencias no deseadas para nuestras capacidades cognitivas. Del mismo modo que Google va erosionando nuestra memoria, porque ya no tenemos que recordar las cosas, creo que los grandes modelos de lenguaje destruirán realmente nuestra forma de pensar, porque esencialmente construirán argumentos que suenen plausibles por nosotros. Y como somos muy perezosos como especie, la mayoría de la gente esencialmente dejará que lo haga la máquina y perderá la capacidad de hacerlo por sí misma. Si no aislamos a los niños de los grandes modelos de lenguaje y nos aseguramos de que se eduquen sin ellos, no podremos enseñarles a pensar. Creo que simplemente conseguirán que la GPT4 o 5 piense por ellos y eso me preocupa más que los efectos sobre el empleo. Si perdemos la capacidad de construir un argumento en respuesta a una pregunta, porque lo delegamos a una máquina, no tenemos mucho futuro como especie realmente. Ese es mi mayor temor. Los grandes modelos lingüísticos son una invitación a la pereza mental masiva.

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