Influencers, ChatGPT o Carlos Boyero, ¿para qué demonios sirve un crítico?


Prácticamente desde que empecé a escribir reseñas de cine (¡allá por 2006 en Aullidos!), se dice que la crítica está acabada, que la gente ya no nos hace caso… Lo más reciente que he leído al respecto es, que para qué se necesitan críticos, si ya hay influencers. Y claro, me parece que todo eso se enfoca desde un punto de vista equivocado.

El amanecer del crítico

Al principio, no sabía muy bien cómo redactar una crítica. Es más, para algún medio (en HobbyConsolas, sobre todo) usé una estructura muy rígida, consistente en hablar de argumento, aspecto, sonido y consideraciones generales. Tenía una lista de cosas que comentar y pasaba religiosamente por ellas. Y entonces, buscando referentes, empecé a fijarme mejor en las críticas de Roger Ebert.

No voy a mentir: siempre ha sido mi modelo a seguir y siempre lo será. Puede que haya adaptado mi propio estilo a un formato de web (varias secciones, enlaces a otros artículos, colocación de fotos para dejar respirar el texto…), pero su espíritu es mi guía. De él, aprendí dos cosas muy importantes.

Roger Ebert

Ebert

Porque veréis, Roger Ebert no pretendía hacer una valoración objetiva de los valores de una película: nunca escondió que se trata de algo subjetivo. Si tenía que decir que una película no le gustaba, te decía abiertamente cuánto la odiaba a pesar de cualquier mérito artístico que tuviera. Era tan ingenioso, que hay libros recuperando sus críticas más mordaces, con títulos como ‘Your movie sucks’ (Tu película apesta) o ‘I hated, hated, hated this movie’ (Odié, odié, odié esta película) éste título sacado de su texto sobre ‘Un muchacho llamado Norte’.

Sabía tan bien que su punto de vista era personal y que la nota no era importante que, cuando tuvo un programa de televisión junto a su amigo Gene Siskel, la valoración final consistía en un pulgar hacia arriba o hacia abajo: me gusta o no me gusta, punto.

Lo vital, aquí va la primera lección, era revelar una interpretación de la película que, para el lector (o espectador) atento, supone un caramelo al confrontarlo ante su propia experiencia.

Puedes valorar ciertos aspectos de la película con criterios objetivos, pero la experiencia siempre es subjetiva. Se trata, pues, de conectar mi experiencia subjetiva con la tuya. Yo puedo pasar por alto ciertos aspectos en favor de, por ejemplo, cuatro peleas decentes y colorinchis en una película de superhéroes, mientras que otros prefieren la inanidad en el plano o las interpretaciones estentóreas.

Otra forma de ver las cosas

La otra gran lección que aprendí de Roger Ebert es que sus artículos tienen valor por sí mismos, aunque adquieran aún más valor cuando se ve la película. Sirven para descubrir y valorar detalles, y muchas veces dan herramientas para descodificar lo que hemos visto.

Para mí, ese es el objetivo al que debemos aspirar los críticos: por un lado, a hacer textos que hablen de una película sin depender de ella, que hablen al lector, que le sorprendan y que sean tan placenteras de leer como la mejor de las novelas; por el otro, que le sirvan al lector para analizar por qué le puede gustar una película, o por qué le encanta, o por qué la odia, odia, odia con todas sus fuerzas.

Al descubrir todo esto, supe cómo quería hacer mis propias críticas. No tenía sentido seguir con un listado de ítems, aunque no miento que sigo manejando una cierta estructura para capturar el barullo de ideas que vuelan sobre mi cabeza y atarlas a un texto.

Tú escribe, ¡escríbelo todo!

De esto emana la idea más importante, lo que tengo grabado a fuego en mis dedos y enmarcado en mi despacho: la crítica de cine, música, videojuegos, lo que sea, es otra forma de literatura. Ebert nunca lo olvidó.

Roger Ebert con Martin Scorsese
Roger Ebert con Martin Scorsese

Yo me preocupo, cada vez que me pongo frente al teclado, en no pasarlo por alto. Los críticos somos escritores: se trata de ponerse ante el teclado a escribir de la mejor forma posible, con la misma calidad que le pediríamos a un relato, una novela, un poemario.

Por eso se nota quiénes se toman este trabajo como algo alimenticio y quiénes lo han entendido muy bien. Quiénes dan lo mejor de sí a pesar de los plazos, del estado anímico, del precio del aceite o de todo a la vez, y quienes te escriben una crítica como podrían estar vendiéndote sellos. No daré ejemplos de los primeros porque está feo señalar, pero sí puedo responder por mis colegas de Espinof y asegurar que todos pertenecen a los segundos, te guste o no cómo escriben.

Pero ojo, no hay que confundir el talento con el gusto como lector. Hay críticos a los que valoro muchísimo su trabajo y sabiduría, pero que nunca termino de conectar con ellos. Adoro la forma en la que Jordi Costa ha aprendido a transmitir la mayor sabiduría en el menor espacio, pero no conecto con él. Demontre, tú mismo podrías estar leyendo esto mientras te preguntas por qué, si ninguna de mis críticas te ha hecho tilín… pero no nos desviemos del tema.

No, en serio, ¿para qué sirve un crítico?

Así que no se trata tanto de llevar a la gente al cine, como de descubrir al público una forma de ver y sentir lo que tiene delante, de hallar hasta en el más infame de lo que llamamos «productos culturales» un valor, una influencia… o sí, una prueba de cargo presentada con gracejo. ¿Puede un influencer hacer eso? No dudo que sea posible y que tiene sus propias herramientas y lenguaje.

Y si pisan el terreno a la crítica tradicional, ¿no será que algunos críticos están demasiado cómodos en su estructura de sota, caballo y rey sin una sola frase imaginativa? ¿No será que en su afán de «neutralidad», acaban siendo tan mecánicos que no suscitan ninguna emoción en su público, algo que el influencer siempre va a priorizar? ¿O que generan rechazo por esa soberbia, típica del crítico, hacia lo que tienen que juzgar?

Mis Problemas Con Amenabar
Mis Problemas Con Amenabar

El abandonar una pretensión de objetividad también puede llevar, por qué no, a las trincheras. Aquí, un cómic de Jordi Costa y Dario Adanti

Un influencer siempre brinda al público una emoción a flor de piel: por eso proliferan los vídeos de reacciones; por eso un vídeo de alguien dando gritos sobre una película tiene tantas visitas, aunque ya nos huela a viejo esa técnica.

Salimos de una película muy felices de haberla visto, o decepcionados, o tristes, o asustados. Y miramos la crítica para validar esas emociones, para compartirlas o incluso enfrentarlas (por eso, ejem, Carlos Boyero sigue donde está): lo primario es la empatía, pero lo sabroso es la justificación de esa emoción.

Y ahora llegan las IA, ¿¡para qué sirve un crítico!?

Cosas de la actualidad, mientras escribía este texto defendiendo esto que tanto me gusta hacer, surgió en seguida otra polémica. Las dichosas Inteligencias Artificiales, que sirven a millones de personas a tomar atajos, mientras un centenar de personas se preguntan cómo podrían usarlas para quitar a las personas de en medio.

¿Para qué molestarme en leer una crítica, o (sonoro trago de saliva) pagar a alguien por hacerla, si la maquinita me la saca? ¿Si le pido una frase promocional para el póster? ¿Si me dice lo que quiero oír?

Primero, porque lo que te devuelven las IAs, a día de hoy, es un texto predictivo glorificado. Te están metiendo en una olla todas las frases manidas de todos los críticos a los que han fusilado sus textos, y los adulteran un poco para adaptarse a lo que les pidas. Falta la creatividad y el conocimiento para, por ejemplo, subrayar el paralelismo de Hank Moody (David Duchovny), el protagonista de ‘Californication‘, con Charles Bukowsky, y nombrar todos los epígrafes de la crítica con los títulos del insigne escritor.

Lo segundo, porque la emoción que te devuelven es impostada, ¡no viene de nadie! Yo puedo mostrarme entusiasta con la nueva película de ‘Mi pequeño pony‘ porque me flipó, porque quise exprimirla y compartir mi alegría y descubrimientos contigo. Quise revelarte sus matices y que vieras por qué me gustó, por qué podría gustarte a ti y por qué podría resonar tanto en el público adulto como en el infantil.

¿No hemos hablado antes que el motor de la crítica es la empatía, y no la objetividad? ¿De verdad queremos perder eso en aras de la inmediatez o la autosatisfacción?

Espero que te parezca una pregunta retórica, y no algo que merezca la pena responder. Y también espero haber dejado claro lo quería decir sobre la crítica. Ahora ya podemos seguir haciendo lo que nos gusta: ver cine, y series, y cortos, y lo que sea… y disfrutar (o sufrir) cada obra. Luego, quedamos aquí para hablar de lo que hemos visto, aunque cada uno tengamos nuestros críticos de referencia, ¿vale?

En Espinof:



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