Hambre: La desnutrición es la derrota del Estado | 3.500 millones | Planeta Futuro

Uno de los ensayos más especulativos que leyó se titula Para ver como un estado (algo como eso Perspectiva de un Estado), por el profesor James C. Scott. Disfrute de un libro sobre las grandes fracturas de los duendes en su poder para mejorar la condición humana. Entre perlas como la colectivización soviética o el ujamaa tanzano, hay un capítulo sobre el declive del sector público en el momento de promover un modelo agrícola justo y eficiente. De la planificación intervencionista del presente a la tecnología de donantes en El nuevo estado de vanguardia ha sido capaz de diseñar un modelo global de producción de alimentos compatible con las necesidades de las personas y el planeta en el hábitat.

Grabar una lectura de Scott Obesidad y nutrición: consecuencias de la globalización alimentaria, de la investigadora y profesora Kattya Cascante. Este estupendo alejamiento del sistema alimentario global sitúa al Estado en el centro del análisis: primero, para describir por otro lado el concepto más crudo de economía de mercado; sin embargo, para reivindicar su responsabilidad en la gobernanza de los bienes públicos globales que están en juego en esta batalla.

La publicación en esta página ha sido más oportuna. como grabarlo Cumber Alimentaria de la ONU celebra el paso de la temporada, el sistema apuesta por una perfecta torre verde: subsidios a los alimentos y precios de los alimentos; ofertas de la oferta como consecuencia de los conflictos, las restricciones al comercio y la conmoción extremo natural; la crisis de dotación de los Estados y las familias; y el desplazamiento o desaparición de los pequeños productores.

La edad, el clima y la demografía pequeños se evocan para minimizar nuestro margen de maniobra

El resultado: prisa 811 millones de personas padecieron hambre en 2020, un 20% más que en el año anterior. Otros 2.000 millones de dólares padecerán sobrepeso u obesidad, en muchos casos como consecuencia de la pobreza.

Nada sugiere que esta tendencia vaya a cambiar en el corto espacio de tiempo. Según recuerdo, Cascante, lo que buscamos es el resultado de un proceso en el que han pasado décadas. De la productividad de la revolución verde a las contradicciones de la Agenda 2030 (publicar sobre un modelo sostenible y basado en una secuela en la escena de un crimen y decir algo y lo contrario, sin tener que hacer ninguna de ellas). Todo lo hacemos con medios de producción y alimentos suficientes, pero con una distribución catastróficamente mala. Dentro de poco, El clima y la demografía se conjurarán reducir al menos nuestro margen de maniobra.

Solo tiene uno más peligroso que un mal Estado, y es el ebeno del Estado. Y aquí es donde el profesor Cascante desarrolla la tesis más edulcorada del libro, en mi opinión: necesitamos romper el sistema. Los Estados (y los organismos supranacionales que los componen) deben recuperar la iniciativa en el órgano de gobierno de retos esenciales para nuestro futuro alimentario como son la investigación, la especulación financiera y la aceleración de la biodivisión. El hecho de esta proposición es precisamente cuando la pandemia ha cambiado la doctrina del papel del sector público en la comuna, la hace más relevante. Si los Estados pueden intervenir para financiar y gobernar la salud global y la recuperación de la crisis, ¿por qué no hacer un cambio en áreas menos relevantes como la producción y el consumo de alimentos?

Si puede hacer un reproche un Obesidad y nutrición no es fácil abundar en los detalles que rige este artículo. Esta es la excusa para un nuevo libro, que me encanta leer.



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