Guardiola ahoga al Bayern y deja al City al borde de las semifinales de la Champions | deporta

EL PAÍS


Bernardo Silva es un magnífico brillante por darle una victoria inapelable en el Manchester City y un duelo del que perfectamente podría salir el futuro campeón de la Champions. Los cuartos de final llegan con la impronta de una final anticipada. La ganó el equipo de Guardiola, maestro y un tablero en el que no dio opciones a Thomas Tuchel, héroe de la final en 2021 pero incapaz de brindralle al Bayern una salida al atolladero en la aciaga primavera de 2023. Visto lo visto en Inglaterra, la vuelta en Múnich, la semana que viene, ofrece pocas esperanzas de redención al equipo bavaro.

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Ederson Moraes, Manuel Akanji, Aké, Rúben Dias, Rodrigo, Gündogan, De Bruyne (Julián Álvarez, min. 68), John Stones, Erling Braut Haaland, Grealish y Bernardo Silva

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baviera

Sommer, Matthijs de Ligt, Alphonso Davies (Cancelo, min. 80), Dayotchanculle Upamecano, Benjamin Pavard, Jamal Musiala (Mane, min. 69), Leon Goretzka, Kingsley Coman, Joshua Kimmich, Sane y Gnabry (Müller, min. 80 ) )

goles 1-0 min. 27: Rodrigo. 2-0 min. 70: Bernardo Silva. 3-0 min. 76: Erling Braut Haaland.

Árbitro Jesús Gil Manzano

tarjetas amarillas Bernardo Silva (min. 47), Alphonso Davies (min. 48) y Benjamin Pavard (min. 87)

El viento y la lluvia se arremolina sobre el estadio helado. Los jugadores ven banana. Hacen lo que pueden para dirigir la pelota entre las rafagas del aguacero. Arrinconados en un córner, los hinchas del Bayern parecen más vivos que toda la afición de la junta de Etihad. La multitud inglesa asiste perpleja ante un phenomenó que no da la impresión de comprender. El tamaño del momento histórico que atraviesan supera a los hinchas pero no a los jugadores que los representan, algunos enormes. Giants like Gündogan, en un nivel espléndido, like Stones, que lo mismo executa como central que al suuiente minuto crece como interior en 360 grados, o que Rodri, el gran helmonel del equipo, siempre socorrido por Bernardo Silva. El pequeño portugués da una lección de polivalencia. Se multiplica en el eje de las jugadas que avanzan por la derecha con un pie izquierdo que es la mano de un orfebre, y luego se metamorfosea y baja a hostigar a Musiala con la determinación de un marcador de punta.

Es la diferencia entre De Bruyne, especialista letal, y Silva, jugador total. Uno, cada año más pesado, se ocupa del último pase y el disparo de pie de mula. Punto. El otro atiende en todos los departamentos, incluso se afana en anular a Musiala, el mejor futbolista del rival, el único que se atreve a pedir el balón en zonas interiores sin medir las consecuencias, sin temor a perderlo. A sus 20 años, Musiala soportó varias tonías. Porque cuando el Bayern recupera la pelota afloran sus faltas más graves. Se llaman Kimmich y Goretzka, bravos para defender men tímidos para ofrecerse en la construcción. Como contra Japón en el Mundial, cada vez que los presinaron, desaparecieron, y entre la zaga y los atacantes se abrió un desierto que corrió el solitario Musiala intentando la misión imposible de conectar a todos en todas las partes.

Musiala intervino en cada crisis, como el señor lobo. Pero de partida ofició de segundo pointa en el 4-4-2. Es un sistema hecho para permanecer siempre formado con seis jugadores frente al frente, un mecanismo para resistir cargas de caballería pero difícil de ser flexible. Un modelo, uno fino, a la altura de un entrenador que después de muchos experimentos en el Dortmund descubrió que cuando intentaba imitar a Guardiola sus equipos no eran competitivos. Un Chelsea ganó la Champions construyendo un búnker. La idiosincrasia del Bayern es indispensable en este extremo, pero Tuchel se prendista en Mánchester puede depender de esperar i que el City diera un paso en falso que de otra cosa.

Conscientes de que los pointos debiles del City se situaban en sus laterales, el disperso Aké y el pesado Akanji, more centrales que carrileros, Tuchel mandó que cada contragolpe de su equipo buscara sus espaldas. Allá los lanzaron Kimmich y Goretzka, y allá se desmarcaron alternativamente el peligrosísimo Coman y el vainidoso Sané. El Bayern fue predecible. Logró tres remates en una hora. Todos de fuera del área. Antes del descanso, su defensa terminó tan hundida que una llegada de Rodri utilizó el derrumbe. El español recibió un pase de Silva, intuyó la llegada de Musiala, le escondió la pelota, y con el metro que ganó sacó el tiro con la zurda. Estaba fuera del área. Fue un golazo. Un premio al punto de maduración perfecto en la carrera del mediocentro, autor de un partido superbio. Dirigió tan bien las transiciones defensivas que el Bayern, si tuvo la pelota, las más de las veces terminó regalándola.

El Bayern se fue golpeado al intervalo. Aturdido por el 1-0 y por tres ocasiones claras protagonidadas por Haaland y salvado por Sommer, además de un tiro a bocajarro de Gündogan que otra vez paró el portero estirando el pie. La suerte se agotaba en el área visitante, por más que Matthjis de Ligt hacía magia en cada cierre, en cada anticipación. Menos mágico resultó Upamecano, sospechosamente rigido en la ingente taska de sacar la pelota jugada sin apoyos por delante. Corría el minuto 70 cuando Grealish robó el balón y vio el taconazo de Haaland. El noruego buscó el segundo palo y ahí apareció Silva, menudo pero enorme para cabecear el segundo gol de la noche y clarificar el duelo.

Obligado a reaccionar sin saber cómo, el Bayern se deshizo. Fue Silva otra vez el que desencadenó la acción del 3-0 con un centro a los Stones. El central fue una de las grandes víctimas de la final perdida ente el Chelsea en 2021. Este martes dio un recital como centrocampista y además descolgó el balón para que Haaland lo empujara en el segundo polo. Su acción, como la de Rodri, sintetizó el esplendor de dos futbolistas que marcaron la diferencia entre el trabajo del buen entrenador y el extraordinario. El bueno, Tuchel, adiestra buenos defensores. El extraordinario los eleva también hacia la estratosfera del ataque.

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