gobernabilidad: los jefes tradicionales, un actor clave en la gobernabilidad de las ciudades africanas | Seres Urbanos | futuro planeta

En los últimos años, y sobre todo desde que lo urbano ha adquirido un papel notorio en la lucha contra la pobreza y la defensa de la sostenibilidad con el reto 11 de la ODS, las ciudades africanas y las sociedades urbanas del continente han adquirido paulatinamente más relevancia para organismos internacionales de distinta índole.

Sin embargo, el abordaje que se hace desde los países e instituciones del Norte sigue siendo problemático en la medida en que sus análisis se basan en epistemologías alejadas de las realidades locales. Esto significa que muchas veces las estrategias y acciones se implementan sin tener en cuenta actores y dinámicas locales ineludibles, generando conflictos innecesarios e impidiendo que las políticas respondan a las necesidades. Por ello, investigadores y actores políticos son cada vez más conscientes de la necesidad de tener en cuenta elementos ignorados hasta la fecha.

Es el caso del papel de los líderes y autoridades tradicionales que, a pesar de haber sido marginados por la mayoría de los gobiernos modernos y actores extranjeros, tienen un gran peso en todas las regiones del continente, sin excluir sus ciudades. Si bien este tipo de autoridad se ha relacionado injustamente con la vida de los pueblos, las ciudades son un reflejo de su vigencia y modernidad. Con mayor o menor tensión, los poderes consuetudinarios coexisten con las modernas administraciones oficiales desde el siglo XIX.

Contrariamente a lo que pudiera pensarse, su peso va mucho más allá de la custodia de las costumbres y la moral, o del chamanismo, tan despreciado por la ciencia moderna. por prejuicio eurocéntrico, romántico y dualista –que concibe el poder tradicional y el poder formal moderno como dos universos separados y contrapuestos–, lo ancestral ha tejido una íntima relación con los Estados y gobiernos locales desde la colonización. Como en su mayoría disfrutan de un amplio respeto y legitimidad social, los líderes tradicionales se destacan como actores cruciales en la gobernanza urbana tanto para las administraciones locales como para las empresas.

Un ejemplo clásico de cómo estos caciques ejercen su influencia en la política urbana es su capacidad de movilizar votos para uno u otro partido de los barrios más populares durante los periodos electorales municipales. Del mismo modo, pueden actuar como mediadores entre la sociedad y las autoridades oficiales en asuntos como la llegada de sistemas de tuberías o electricidad en barrios empobrecidos. También juegan un papel fundamental en el acceso a la tierra y son fundamentales para la planificación de las zonas comerciales, desde comerciantes informales hasta grandes cadenas de supermercados. Así como son esenciales en el diseño de rutas de transporte tanto público como privado.

Lo explican muy bien Ntombini Marrengane, Lindsay Sawyer y Daniel Tevera, del Centro Africano para las Ciudades de la Universidad de Ciudad del Cabo en un artículo reciente, cuando argumentan cómo ambas formas de poder son una especie de hibridación: “No han ido coexistiendo en paralelo, sino que se han entrelazado profundamente y constituido mutuamente a lo largo de las historias urbanas de estos contextos”.

Si bien los discursos dominantes tienen serios problemas para comprender la dinámica y la complementariedad entre las esferas formal e informal en las economías africanas, la coexistencia e interdependencia de los poderes tradicionales y oficiales también ha sido problemática hasta la fecha. Como explican los autores, los primeros suelen ser vistos como “manipuladores”, acusados ​​de operar “en beneficio de sus redes”. Sin embargo, en la práctica, estas dinámicas se han insertado en los diferentes modelos de gobernanza trazados a lo largo de la historia reciente del continente, de tal manera que “los gobiernos urbanos coloniales y poscoloniales han confiado consistentemente en la legitimidad de las autoridades tanto para llenar los vacíos dejados por sus inadecuados regímenes de gobernabilidad y para conferir legitimidad a sus propios gobiernos.

En pleno siglo XXI, y luego de graves errores a la hora de abordar y diseñar planes urbanos que respondan a las necesidades locales, quizás sea hora de que los planificadores urbanos y locales reconozcan e incluyan de manera más preponderante a estos actores. Parece obvio que la horizontalidad y el reconocimiento mutuo serán fundamentales si realmente aspiramos a ciudades más justas y equitativas.



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