Ferrari (2023) crítica: acelera a fondo en las escenas de carreras y cuando Penélope Cruz está en pantalla, pero la película de Michael Mann nunca despega del todo


Michael Mann se ha ganado a pulso ser uno de los directores favoritos de muchos cinéfilos. Es verdad que la primera película de su filmografía que suele citarse es ‘Heat’, pero es que en ella también hay espacio para títulos muy apreciables como ‘Ladrón’, ‘Hunter’, ‘Collateral’ o ‘El Dilema’, mi favorita personal de todos los trabajos que ha hecho a lo largo de su dilatada carrera.

Por desgracia, Mann cada vez se prodiga menos y para encontrar su anterior largometraje hay que remontarse a 2015, año de lanzamiento de la decepcionante ‘Blackhat – Amenaza en la red’. Ahora regresa con ‘Ferrari’, un proyecto que ha tardado muchos años en sacar adelante pero finalmente llega a los cines españoles este viernes 9 de febrero tras su pinchazo en las salas de Estados Unidos. Ya veremos cómo funciona en nuestro país, pero lo que sí tengo claro es que estamos ante una película que podría haber dado mucho más de sí.

Descompensada

‘Ferrari’ es un biopic que no quiere conformarse con ser una película biográfica al uso, lo cual lleva a una serie de decisiones que definen aquello en lo que acaba convirtiéndose: una mezcla con algunos ingredientes fascinantes pero que no terminan de dar forma a un plato realmente apetecible. Dicho de forma más clara, ‘Ferrari’ acaba siendo menos que la suma de sus partes.

Tras un efectivo prólogo, ‘Ferrari’ opta por centrarse de forma exclusiva en un momento muy claro en la vida de su protagonista. Ya no le resulta tan sencillo estar a la altura de la gloria que consiguió en el pasado y además tiene que lidiar con una serie de problemas en su vida personal. Eso permite que Adam Driver ofrezca una visión bastante amplia de Enzo Ferrari, pero también que la película nunca parezca tener muy claro cuál es su verdadero eje dramático.

Al final todo acaba llevando a la importancia del legado, esa obsesión que ha marcado a tantas personas a lo largo de la historia sin que nunca tengan en cuenta lo que bien nos recordaba la última canción de ‘Hamilton’: está fuera de nuestro control cómo van a contar la historia cuando no estemos. Y Mann opta aquí un poco por el camino del medio, pues no tiene ningún interés en glorificar a su protagonista, pero tampoco en entrar de forma decidida en su lado más oscuro.

Penelope Cruz En Ferrari
Penelope Cruz En Ferrari

Eso lleva a que ‘Ferrari’ sea un poco el equivalente cinematográfico a un conductor que va dando acelerones y frenazos cada poco tiempo, pero no porque tenga un ritmo atropellado, ya que ahí se opta en todo momento por un tono pausado que Mann tiene perfectamente controlado, sino por el débil esfuerzos en integrar las diferentes facetas de la vida del personaje de Driver, existiendo un claro contraste entre las miserias de la personal y la presión de la profesional.

No es que por ese lado haya nada especialmente diferente, pero sí parece atisbarse cierto intento de proponer que todo lo que se espera de él como hombre y empresario de éxito es lo que acaba comiéndose a la persona. Sin embargo, el guion del ya fallecido Troy Kennedy Martin acaba quedándose ahí en lo superficial, algo que Driver intenta controlar dando cierto aire de incógnita a cómo va a reaccionar su personaje.

Tampoco ayuda a mitigar esa sensación de dispersión que haya otros elementos que pueden atrapar más la atención del espectador, desde una Penélope Cruz estupenda pero cuya interpretación parece estar en clave de una película diferente a la que acaba siendo ‘Ferrari’ -ella resulta mucho más pasional frente a la marcada frialdad del conjunto- hasta todo lo referente al personaje de Gabriel Leone. Hay muchas grandes películas en las que el mejor personaje no es el protagonista, pero en un biopic resulta extraño que suceda algo así.

Adam Driver En Ferrari
Adam Driver En Ferrari

Luego también hay algunos sueltos aquí y allá que juegan en contra de la película. Pienso por ejemplo en un detalle nimio para muchos como que la película esté hablada en inglés y haya un diálogo que gire alrededor de que el personaje de Driver no sabe exactamente cómo se usa una expresión en ese idioma. Choca que suceda algo así cuando el trabajo de puesta en escena de Mann sí resulta mucho más preciso -aunque el guion hace que no luzca tanto como debería-, sin que ello suponga renunciar al toque de espectáculo visual que requieren las escenas de carrera.

Lo que nos acaba ofreciendo ‘Ferrari’ es una película descompensada, que quiere ser muchas cosas pero al mismo tiempo no sabe qué es exactamente a lo que aspira. El talento de Mann tras las cámaras y el buen hacer del reparto ayudan a que eso no acaba destruyéndola, pero el bagaje final se acerca mucho a esa frase temible que empieza con «Está bien, pero…«.

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