Enviarle 20.000 elefantes si prohíben importar trofeos de caza


Botsuana está en el sur de África, a más de 8.400 kilómetros en línea recta de Berlín, pero ni esa distancia, ni lo delirante de la idea ha impedido al presidente de la república africana, Mokgweetsi E.K. Masisi, lanzar una propuesta asombrosa al Gobierno alemán: el envío de ni más ni menos que 20.000 elefantes. Dos decenas de miles de enormes paquidermos que cruzarían el Mediterráneo para pasearse a sus anchas por la Puerta de Brandeburgo, los jardines del Tiergarten o cualquier otro espacio en el que quiera tenerlos el ejecutivo liderado por Olaf Scholz.

Lo más curioso es que la delirante idea de Masisi no es una oferta amigable, ni un regalo, ni una dádiva amistosa. Él lo plantea más bien como una amenaza.

Adiós, trofeos de caza. Para entender la propuesta que acaba de lanzar Mokwgweetsie Masisi, presidente de Botsuana, hace falta echar la vista atrás y remontarse a principios de 2024, cuando el Ministerio de Medio Ambiente de Alemania puso sobre la mesa una idea que no gustó demasiado en la república africana: restringir la importación de trofeos de caza de especies protegidas.

Masisi teme que, de salir adelante, una medida así acabe empobreciendo a sus conciudadanos. La caza mayor es un negocio muy lucrativo y Botsuana, hogar de unos 130.000 elefantes, la permite desde 2019 con un sistema de cuotas. Por si eso no fuera suficiente, Alemania es un mercado importante para este tipo de turismo. De hecho, se considera uno de los grandes importadores de trofeos de la UE.

¿Quieres elefantes? Toma 20.000. Algo tal que así es lo que ha respondido Masisi a las autoridades germanas. Ante la perspectiva de que el Gobierno federal aseste un severo golpe al negocio de la caza mayor en Botsuana y la importación de trofeos, el líder africano ha amenazado a Alemania con enviarle 20.000 elefantes. Y pese al contexto y lo estrafalario de la propuesta, Masisi ha insistido en que habla totalmente en serio. «Los alemanes deberían vivir con los animales en la forma en que están diciendo que lo hagamos nosotros. No estoy bromeando», recalcó a Bild.

La palabra clave: sobrepoblación. Masisi va más allá y asegura que su país lidia con un grave problema de «sobrepoblación» de paquiedermos. Para ser más precisos, calcula que en el país viven alrededor de 130.000, lo que ya le ha llevado a ofrecer 8.000 y 500 a Angola y Mozambique, respectivamente. «Nos gustaría ofrecer tal regalo a Alemania», recalcó Masisi, y desliza: «No aceptaría un no».

En el pasado las autoridades botsuanesas han llegado a calcular que, gracias al control de la caza furtiva, el número de elefantes casi se duplicó en menos de dos décadas, entre 1996 y 2014. Toda un éxito medioambiental que lleva aparejado desafíos importantes: la convivencia con decenas de miles de paquidermos no resulta sencilla. El propio Masisi asegura que las manadas de estos grandes mamíferos causan destrozos, devoran cultivos y hieren a los lugareños.

La factura de la conservación. Eso es lo que siente Masisi, que su país está «pagando el precio de preservar estos animales para el mundo», y advierte que las decisiones que se tomen en Alemania pueden afectarles de forma directa. «Es muy fácil sentarse en Berlín y tener una opinión sobre nuestros asuntos en Botsuana», ironiza el líder africano, que insiste en invitar a los habitantes de cualquier urbe germana a convivir con los animales «como nos piden que lo hagamos nosotros».

La república africana llegó a prohibir la caza de trofeos en 2014, pero acabó levantando las restricciones apenas un lustro después, en 2019, por la presión de las comunidades locales. The Washington Post cita un informe publicado en 2017 en el que ya se alertaba de que el veto estaba perjudicando a las poblaciones de forma directa, reduciendo sus ingresos, empleo e incluso prestaciones.

Pero… ¿Qué negocio genera? La pregunta del millón. Amy Dickman, bióloga de la Universidad de Oxford, explica a The Washington Post que Botsuana expide permisos para «unos cientos de ejemplares al año», por lo que la caza afectaría a un proporción pequeña de animales. Y de forma regulada. Como lo están también los trofeos de caza mayor, sujetos al Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre (CITES). En la propia Agencia Federal para la Conservación de la Naturaleza de Alemania consta que el año pasado se permitió la entrada de «solo» 26 trofeos de elefantes africanos.

Con esas cifras sobre la mesa quedan botando algunas preguntas clave: ¿Qué ingresos genera la caza mayor? ¿Revierten en la población local o buena parte del dinero acaba en operadores turísticos? ¿Debe recurrirse a la caza como una forma de controlar la fauna salvaje? ¿Cómo encontrar un equilibrio entre la conservación de, en este caso, decenas de miles de elefantes y las propias poblaciones locales? ¿Hay otras formas de enfocar su gestión para beneficiar a los lugareños, como el «turismo fotográfico», que es la alternativa que plantean desde Peta?

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Una oferta, no la primera. No es la primera vez que Botsuana desliza la posibilidad de enviar miles de elefantes a Europa. Ya lo hizo hace no mucho, en marzo, cuando su ministro de Vida Silvestre amenazó con enviar 10.000 elefantes a Hyde Park, en Londres, para que los vecinos de la capital británica comprobasen cómo es convivir con estos grandes animales. Más tarde matizó que la oferta había sido pura «retórica». El telón de fondo era entonces el mismo que ahora: el debate sobre vetar la importación de trofeos de caza o, al menos, endurecer sus pautas, un tema que se ha puesto sobre la mesa en Reino Unido, Bélgica o Estados Unidos.

Para enfado de Masisi, en Alemania el departamento de Medio Ambiente apuntó en febrero a una prohibición de las importaciones de trofeos de caza de especies protegidas. Sobre la mesa tiene la posibilidad de reducirlas para mejorar la protección de los animales y, «en casos individuales», vetarlas por completo.

Imagen | Chris Stenger (Unsplash)

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