Engrosar más la factura con tatuadores


Por si a alguien le quedaba aún algún (inexplicable) atisbo de duda, este sábado hemos tenido la enésima constatación gracias al alcalde de Madrid: España es país de bodas. De bodorrios, incluso. Hasta tal punto nos gusta celebrar grandes fiestas en torno a los ‘sí quiero’ que nos hemos convertido en una de las naciones que más gasta en enlaces, muy por encima de otras con sueldos más fuertes, como Francia o Reino Unido. Así lo muestra el portal Statista, que en 2019 echó cuentas y llegó a la conclusión de que, cuando se trata de altares, solo nos ganan los estadounidenses.

El resultado de esa fiebre nupcial es que en España los enlaces empiezan a celebrarse con reclamos dignos de las mejores discotecas ibicencas.

Ya no llega con tener una de esas tartas XXL que deben cortarse a sablazos, cotillón o un karaoke. Ahora en las bodas hay espacio también para cañones de humo, sets de maquillaje, proyectores láser y barra libre de tatuadores.

Es el nuevo giro en la loca deriva de las bodas patrias.

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Más allá del cotillón. Cuando de bodas se trata, en España ya no llega con ofrecer banquete, cotillón, música y baile. Ni siquiera aunque se haga a ritmo de chotis, como José Luis Martínez-Almeida y Teresa Urquijo. En su búsqueda de celebraciones más completas y un plus extra de originalidad, las parejas del país han ido apostando por ganchos cada vez más arriesgados… y caros.

Las bodas ya incorporan reclamos que hasta hace no mucho parecían más propios de grandes discotecas. Entre ellos hay por ejemplos cañones de humo, proyectores láser, «jeringuillas» con chupitos, neones, sets repletos de maquillaje y piedras strass… e incluso puestos in situ para hacerse tatuajes temáticos.

¿Tatuarse de blanco? Así es. Al fin y al cabo, si llevamos décadas repartiendo tazas y cajitas entre nuestros familiares a modo de recuerdo, ¿por qué no darles la posibilidad de llevarse a casa un recordatorio realmente permanente, uno que se plasme directamente sobre su piel? «Si antes al invitado se le obsequiaba con un llavero o un abanico, ahora se lleva de recuerdo del evento un pequeño tatuaje, de unos dos centímetros, algo discreto, con algún motivo que refleje los gustos de los novios», explica a Diario Sur la wedding planner Patricia Navarro.

Y para aclarar que no se trata de una extravagancia o una tendencia aislada, precisa: el 80% de los enlaces que organizó en 2023 contaban con un glitter bar, un rincón en el que los invitados podían maquillarse o hacerse un pequeño tatú. La tendencia coincide con la popularización de los tatús, así como de los estudios que se dedican a hacerlos. Solo en Madrid el número de negocios se ha multiplicado en cuestión de años y España es ya de los países del mundo que más los usan.


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«Es un éxito». La frase es en este caso de Marta Peñalver, enfermera y responsable sanitaria de un estudio de tatuaje, quien confirma al diario Levante que lo de los tatús y los «tattoo bar» ha logrado también cierto tirón entre las bodas valencianas. “Son los novios los que eligen dibujos en los que se ven representados. Si viven en la costa o les gusta el mar, los tatuajes suelen estar relacionados».

De hecho, prosigue, no es extraño que durante las bodas se creen colas para llevarse en la piel un recuerdo de tinta y haya gente que acabe marchándose de la boda sin su tatuaje. Hay otras opciones a las que también se recurre, como los tatuajes temporales, aunque el sector aprecia una tendencia clara.

«Empezamos haciendo maquillajes con purpurina, luego ampliamos a tatuajes temporales y ahora también hemos introducido los tatuajes reales», comenta al diario Bárbara Montes, aerógrafa: «Aún me sorprende la cantidad de gente que se queda esperando y no puede. Hay grupos que deciden hacerse el mismo diseño».

España, tierra de bodorrios. La tendencia sorprende menos cuando se tiene en cuenta cómo celebramos las bodas en España. Y sobre todo nos comparamos con otros países vecinos. Y para muestra un botón: en 2019 Statista entrevistó a parejas de casi una decena y media de países para saber cuánto les había costado su ceremonia e identificar aquellos lugares en los que exigía un mayor gasto.

¿Resultado? Con un coste medio de 23.400 dólares, España ocupaba el segundo puesto del ranking, solo por detrás de EEUU, donde se alcanzaban los 20.200. El dato español supera con creces al de sus vecinos más próximos, como Portugal (16.700), Francia (17.600), Italia (22.500) o Reino Unido (19.200).

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Una boda, un año de trabajo. La pasión nupcial en España llega hasta tal extremo que, de media, una boda cuesta casi lo mismo que gana un asalariado a lo largo de un año de trabajo: entre unos 20.000 y 25.000 euros. Así lo muestran al menos los datos de Bodas.net y el Instituto Nacional de Estadísticas (INE).

Hay portales que calculan que un enlace con 130 invitados sale por un promedio de 21.400 euros y en 2017 BBVA aportaba una horquilla estimada de 11.864 a 21.205. Uno de los datos más recientes lo aporta el ‘Libro imprescindible de las bodas’, de Bodas.net, que calcula que el coste medio de un enlace en España rondaba en 2023 los 21.056 euros. Y eso sin luna de miel, que según la misma plataforma exige otros 3.000 o 6.000, en función de si la pareja viaja a un destino nacional o extranjero. Resultado: la celebración acaba suponiendo entre 24.056 y 27.056 euros.

El INE calcula que en 2021 la ganancia media anual por trabajador en España rondaba los 25.896. Es más, el salario anual más frecuente ese año entre las mujeres  fue de 14.481,6 euros y entre los  hombres se situaba en 19.487,6.

Sumando facturas. El análisis de Bodas.net permite ir un poco más allá y valorar qué facturas pesan más al organizar una boda. A la cabeza, con alrededor de 10.600, se sitúa el banquete. Le siguen el vestido de novia y accesorios (2.150), el servicio de fotografía (1.500), el de vídeo (1.200), la música (1.050) y el traje del novio (1.020). En floristerías suelen irse 950, en el anillo de compromiso 800, en decoración 725, en joyería 660, en buses 650 y en food truck otros 630.

En ese punto se colaría el servicio de tatús, según la plataforma, que calcula que contratar el servicio básico de un tatuador para bodas suele costar al menos 600 euros. En cualquier caso precisa que la factura final depende de muchos factores, como cuántas horas se contraten, si se trata de un servicio exclusivo para novios o se abre a los invitados, si se realizan trabajos temporales… «Los tatuadores son capaces de tatuar alrededor de 20 invitados en dos horas», precisa la web.

Caro… pero no tanto. Las bodas españolas quizás sean más caras que en otros países vecinos y se lleven un buen pellizco de los ingresos anuales de un trabajador medio, pero su coste ha llegado a ser mucho más elevado. En España nos casamos bastante menos que hace unas décadas, pero los enlaces son más económicos que hace solo unos años. Statista calcula que en 2005 el coste medio de una boda en España llegó a alcanzar un poco de 25.054 euros, si bien durante los años de la recesión la cuantía se desplomó hasta situarse por debajo de 12.600.

En su informe de 2019 Bodas.net calculaba que una boda rondaba los 20.500 euros, si bien ese importa ya incluía el viaje de novios. También hay diferencias sensibles entre regiones: poco tienen que ver los 267 euros por invitado de Asturias con los 207 de Madrid o Cataluña y los 134 de Murcia, la región más económica.

Imágenes | Leonardo Miranda (Unsplash) y Álvaro CvG (Unsplash)

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