‘Dune 2’, cómo este detalle del personaje de Florence Pugh demuestra la importancia del diseño de vestuario en la progresión narrativa de una película


Sin importar lo más mínimo el género al que nos refiramos, el diseño de vestuario de un largometraje debe ir mucho más allá de lo simplemente estético y visual para convertirse en una herramienta narrativa más. Algo que no sólo está relacionado con aportar un contexto histórico a la obra, generar emociones a través de texturas y paletas de colores y establecer relaciones entre espacios y personajes; también ayuda a representar la evolución de estos últimos a lo largo de la trama.

Uno de los mejores ejemplos recientes de esto lo encontramos en la fastuosa ‘Dune: Parte Dos’ de Denis Villeneuve y, más concretamente, en el trabajo que la diseñadora de vestuario Jacqueline West, nominada al Oscar en cinco ocasiones —incluyendo por la ‘Dune’ de 2021—, ha realizado con la princesa Irulan, el personaje interpretado por Florence Pugh.

Prisión progresiva

A lo largo del extenso metraje de esta ‘Parte Dos’, cercano a las tres horas, Irulan pasa de ser una mujer libre que se limita a documentar los hechos que acontecen en el imperio de su padre, el emperador Saddam IV, para, progresivamente, convertirse en una pieza más del tablero político de la galaxia y ser poco menos que moneda de cambio cuando Paul Atreides asciende al poder y toma su mano casi a la fuerza.

Este paso de la libertad, casi inocente, a objeto estratégico en el juego de tronos político-bélico de las casas Harkonnen, Atreides y Corrino —a la que pertenece—, queda perfectamente reflejado en los atuendos que va vistiendo a lo largo de la película en general, y de unos complementos para la cabeza en particular que la van oprimiendo progresivamente hasta prácticamente ocultar su rostro en una cárcel metálica.

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La evolución de Irulan a través del vestuario.

Al comienzo de la película, Irulan aparece con la cabeza descubierta y vistiendo una suerte de túnica holgada y, a simple vista, bastante confortable. Poco a poco, esta vestimenta deriva en una suerte de red para el cabello, en un atuendo similar a las cotas de malla que vestían los soldados medievales, sólo con el rostro al descubierto y, finalmente, en una pieza que sólo deja sus ojos visibles al cien por cien, camuflando el resto de sus facciones con diferentes piezas y cadenas.

Salvando las distancias, este caso recuerda a otros inteligentes usos del vestuario para desarrollar y presentar personajes como el que Alfred Hitchcock empleó en ‘Psicosis’, donde Marion comienza la historia vistiendo ropa interior blanca que pasa a ser negra una vez decide robar el dinero y huir —uno de mis detalles favoritos en lo que respecta a diseño de vestuario y descripción de personajes—.

Una vez más, el cine demuestra ser un medio artístico colaborativo en el que todas y cada una de las cabezas que aportan ideas y soluciones se unen a una suerte de mente colmena para poder trasladar un guión a la pantalla de la forma más precisa y efectiva posible; y esto incluye hasta el más mínimo detalle en el armario de un personaje secundario que aparece únicamente en un puñado de escenas.

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