Dudamel instala su campamento musical en Madrid | Cultura


El campamento de Gustavo Dudamel (Venezuela, 40 años) llega a Europa por primera vez. El nuevo director musical de la Ópera de París reúne en Madrid a 59 jóvenes, la mayoría latinoamericanos, que convivirán a lo largo de una semana y celebrarán la música clásica junto a una decena de instrumentistas consagrados. “Hagamos una cosa para que esto suene bien. Piensen en que los invitan a una fiesta, ustedes dicen que no acudirán, pero una melodía empieza a seducir su oído”, sugiere el maestro a sus alumnos durante el ensayo de este martes en la sede de la Fundación Orquesta y Coro (Orcam), donde predominaron las bromas. El encuentro, en el que Dudamel ha dejado su impronta de visionario con estética indie, culminará con tres conciertos. El primero tendrá lugar en el Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo, mientras que el segundo y el tercero llevará a los jóvenes hasta Tenerife y Gran Canaria.

El proyecto bebe de las pretensiones de su mentor José Antonio Abreu, fallecido en 2018. Fue él quien lo descubrió, lo formó como director y, llegado el momento, lo designó sucesor de una arquitectura pedagógica que había salvado desde 1975 a centenares de miles de niños gracias a la música. “Yo soy uno más de ellos. Crecí en un proyecto que me brindó la oportunidad de soñar y ahora es esencial poderlo compartir con otros, utilizando los recursos necesarios. Es hermoso ver a todos estos estudiantes, que llegaron de una decena de países distintos, haciendo lo que más aman”, opina al término del ensayo. Su carrera no conoce altibajos creativos, de Caracas a Viena. En Madrid le acompaña la actriz María Valverde ―”indispensable en esta iniciativa”, asegura él­―, con quien se casó hace ya cuatro años.

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Coincidieron por vez primera durante el rodaje de Libertador (Arvelo, 2013). Desde entonces, el músico ha dejado atrás una treintena que le brindó contratos como director titular de la Filarmónica de Los Ángeles y sonados conflictos con Maduro, presidente de su país, cuya represión ha denunciado varias veces. La pandemia truncó sus giras, también el campamento, previsto en principio para enero de este año. “Es un privilegio tener a todos estos intérpretes con nosotros, son nuestro motor. Hablamos del concepto de belleza como una cuestión abstracta, pero la belleza real emana de la conexión con los demás”, apunta él. Ella manifiesta un “arraigo a lo sencillo”, pulsión solidaria. “Somos los primeros que se enriquecen con este proyecto, por lo que constituye una forma de intercambio. Las historias de estos niños no pueden dejarte frío”, remacha Valverde.

Gustavo Dudamel, en otro momento del ensayo. Jaime Villanueva

Por la Fundación Orquesta y Coro también deambulará estos días el arquitecto canadiense Frank Gehry, uno de los padrinos del proyecto. “Las oportunidades que brindan Gustavo y María a los jóvenes músicos a través de su Fundación son extraordinarias. Es un honor formar parte de estos encuentros y compartir esta experiencia con ellos”, declara a EL PAÍS el reputado creador del museo Guggenheim de Bilbao o de la sede de Louis Vuitton en París. “Le admiramos mucho, comparte nuestra vocación social. Sabe que el arte puede servir para cambiar las cosas. Porque al final, todo este tinglado trata de esto”, subraya Dudamel. A sus 92 años, Gehry se cuela en las clases o comparte un café con los alumnos. La venezolana Silvia Reiners, chelista de 21 años, dice que gracias a él ha entendido la simbiosis entre música y construcción. “Todo es emoción”, asegura.

Los jóvenes del programa ven en Dudamel a una suerte de mesías que “ha abierto caminos”, como cuenta la chilena Anais Burgos, una violinista de 24 años formada en la Universidad Pontificia. “Él ha llegado a donde uno nunca pensaba que se podría llegar. Me parece inspirador, su historia nos anima a todos”, cuenta. Los estudiantes se arremolinan en un pasillo tras el ensayo, distancias cortas que se deben a los testeos diarios. “Funcionamos como un grupo burbuja. Para la mayoría de nosotros, esta es la primera vez que tocamos con otros desde el inicio de la pandemia, imagínate la ilusión”, relata la joven. Burgos frotó de prestado sus primeras cuatro cuerdas gracias a un programa municipal. Ahora sueña con alcanzar la cumbre de las orquestas internacionales. “Los músicos necesitamos viajar”, advierte.

Madurez musical

También han peregrinado hasta Madrid profesores como Rainer Honeck, concertino de la Orquesta Filarmónica de Viena. Se le ve tanteando una partitura de Chaikovski junto a los chavales: “Es un autor conocido internacionalmente, pero esta puede ser la primera vez que algunos alumnos se enfrentan a interpretarle. Creo que esa es la forma más pura de nuestra profesión, ser testigo de un momento tan mágico”. Por eso entiende que las nuevas imposiciones sanitarias no le restan emoción a la música en directo, “aunque compliquen todo hasta límites nunca imaginados”. Asiente el nicaragüense de 22 años William Avilés, que refiere una suma de pasiones: “Estando todos juntos, la mía se añade a las del resto”.

El encuentro incluye talleres de ejercicios matutinos y estiramientos, ideados por Valverde con el objetivo de mejorar la postura con el instrumento durante los ensayos. “Como artista, en mi campo he sufrido la tensión física. En los momentos de mayor concentración el cuerpo sufre mucho”, cuenta la actriz. Dudamel agrega que esa es una forma de curar los nervios y reducir el estrés. Y es que la autoexigencia puede incrementarse exponencialmente en eventos de esta clase, aunque Nuria Ramírez, de 18 años, describe un ambiente colaborativo entre aprendices. “Queremos ayudarnos los unos a los otros, no competir, como he visto en algunas formaciones por las que he pasado”, apunta. La madurez musical no tiene por qué significar egoísmo.



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