Costesti: Piedras vivientes que parecen sacadas de un cuento de Borges | El hacha de piedra | Ciencia

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En uno de sus cuentos, Borges dice que las matemáticas tuvieron su origen en las piedras; de ahí que la palabra cálculo venga del latín, calculus (piedrecita), diminutivo de calx y que nos traslada hasta la voz griega khalix, que viene a ser casquijo, grava o cal.

Por estos detalles donde la etimología juega con la literatura, sabemos que las piedras esconden mucho más de lo que enseñan. Lo que sucede es que no somos conscientes de ello. Sus secretos, que parecen estar fuera del tiempo, nos llevan hasta Rumanía, a un pequeño pueblo llamado Costesti donde las piedras tienen vida propia y se llaman trovants, cuyo nombre en rumano significa “piedras que crecen”. Hace unos 6 millones de años, estas piedras eran pequeños guijarros, calculus que, con el tiempo, se han ido convirtiendo en piedras cubiertas de protuberancias semejantes a muñones.

Las trovants crecen con la lluvia, absorbiendo los minerales del agua y mezclándolos con la arenisca que rodea su núcleo de roca dura. Resulta curioso comprobar cómo estas formas de vida del reino mineral nos llevan hasta Newton, cuando en 1675, en una carta al presidente de la Royal Society, intuyó el juego de la naturaleza. En la citada carta, Newton defiende su hipótesis sobre las propiedades de la luz, para ello habla de un medio etéreo que es elástico y que sirve de conductor de la materia, llegando a pensar que todas las cosas tuvieron su origen en la citada substancia cuando entró en contacto con el poder de la naturaleza.

Las ‘trovants’ son rocas que crecen con la lluvia, al absorber minerales del agua y mezclarlos con arenisca; para Newton la naturaleza es una fuerza perpetua que ‘genera fluidos a partir de sólidos, y sólidos a partir de fluidos’

Según afirmaba Newton en su carta, la naturaleza es una fuerza perpetua que “genera fluidos a partir de sólidos, y sólidos a partir de fluidos”, de la misma manera que genera cosas fijas a partir de las volátiles y viceversa. Cuando vemos las imágenes de las trovants, nos damos cuenta de que lo escrito por Newton no se queda en una simple conjetura y que la naturaleza, además de esconderse en los detalles, subyace en toda forma de materia. Por ello, establecer la pasividad de las piedras es dar la espalda a la materia con la que está hecha la vida, que es como decir la materia con la que está hecha la literatura cuando uno de los personajes de Borges descubre unas pequeñas piedras azules que se niegan a ser contadas.

En las montañas Buzăului en Rumanía se pueden observar las ‘trovants’.Nicubunu (Wikimedia Commons)

A veces, en el cuento de Borges algunas piedras desaparecen para volver a aparecer más tarde. Llega un momento en que el protagonista se hunde en la locura y pide al cielo una forma de deshacerse de las piedras azules por ser motivos que “destruyen la ciencia matemática”.

Es cuando un mendigo de piel cetrina y barba gris sale en su ayuda y le cambia las piedras por algo tan espantoso como los días y las noches, la costumbre, la cordura y el vértigo cósmico que ordena el universo y que trae hasta nuestros días unas piedras de aspecto inquietante que nacen, crecen y se expanden a través de los tiempos con el agua de la lluvia. Porque las trovants se muestran ante nuestros ojos como si fueran el origen de todas las cosas vivas.

Nota: el cuento al que se hace alusión en este artículo se titula Tigres azules y viene incluido en el volumen Cuentos completos de Jorge Luis Borges (Lumen).

El hacha de piedra es una sección donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad científica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.

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