Ataques, acoso y amenazas: el racismo coge fuerza en Portugal



Pintadas, acoso y amenazas para abandonar el país en 48 horas. Son algunos de los ataques recibidos en los últimos meses por antirracistas de Portugal, una escalada que los expertos relacionan con el cada vez mayor protagonismo político de la ultraderecha.

«A partir de hoy, el miedo cambiará de bando. Por cada nacionalista preso, un antifa será enterrado. Por cada ciudadano muerto, 10 extranjeros serán eliminados«. La amenaza proviene del grupo neonazi Nova Ordem de Avis – Resistência Nacional, que ha disparado las alarmas en las últimas horas en Portugal.

Dicho grupo envió un email esta semana a la organización SOS Racismo en el que señalaba a 10 activistas, tres de ellos diputadas, a los que instaba a abandonar el país en 48 horas o serían atacados, al igual que sus familias.

Una ola de indignación recorrió el país, con la condena de prácticamente toda la clase política, el anuncio de una investigación por parte de la Policía Judicial e incluso el ofrecimiento de dar escolta a los amenazados.

Todo esto es el punto culminante de una «escalada» de ataques de una intensidad no vista hasta ahora, dijo Mamadou Ba, dirigente de SOS Racismo y uno de los señalados en el correo electrónico.

«He recibido amenazas de muerte en redes sociales desde 2004, pero estas tienen unos tintes diferentes», comentó Ba.

Desde junio, SOS Racismo ha recibido pintadas amenazantes en la fachada de su sede con leyendas como «Guerra a los enemigos de mi tierra»; correos electrónicos intimidatorios e, incluso, una reunión ante sus dependencias durante varias horas de una veintena de individuos con máscaras blancas y antorchas, con una estética que remite al Ku Klux Klan, así como amenazas a familiares de activistas, algo que Ba asegura que no había ocurrido nunca.

Es el peor episodio desde que se disparó la tensión en torno al racismo en Portugal, el pasado junio, con el estallido del movimiento Black Lives Matter en Estados Unidos.

Lisboa acogió entonces una de las mayores manifestaciones contra el racismo nunca realizadas, lo que encendió a Chega, el único partido de ultraderecha que tiene representación parlamentaria.

Chega entró en la cámara en las elecciones legislativas del pasado octubre y cuenta con apenas un diputado, André Ventura, que en menos de un año ha desatado la crispación política en un país donde los consensos son la norma.

Ventura convocó una contramanifestación con el lema «Portugal no es racista» que congregó a 1.000 personas y ha repetido la táctica en julio, para responder a otra manifestación en repulsa del asesinato a tiros de un actor negro en Lisboa a manos de un septuagenario blanco que días antes le amenazó con insultos racistas.

La situación no ha dejado de caldearse desde entonces. «Creemos que si no se hace nada (la situación) va a empeorar. Por dos razones: me parece que la extrema derecha tiene sed de tener algún trofeo, agredir, matar a algún activista, dirigente o alguna persona civilizada, y porque la extrema derecha ha encontrado algún respaldo institucional en André Ventura, que ha banalizado el discurso y los ataques racistas», afirma Mamadou Ba.

«Portugal siempre tuvo grupúsculos de extrema derecha, lo que ocurre es que nunca pasaron de la irrelevancia en términos electorales«, explicó António Costa Pinto, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Lisboa especializado en movimientos autoritarios y salazarismo.

Costa Pinto apunta que Chega «representa no tanto la supervivencia o desarrollo de partidos de extrema derecha», sino más bien el surgimiento «de partidos populistas de derecha radical», al igual que ha ocurrido en el resto de Europa.

En ese marco, busca temas para llamar la atención. «Ahora son liberales en la economía, ahora en pandemia defienden la sanidad pública» y con el racismo ha dado en un tema extremadamente sensible para la sociedad portuguesa.

«Chega, al contrario de otros partidos del mismo género, utiliza muy poco, por ejemplo, la imagen del salazarismo, porque no moviliza» a los portugueses, hace notar Costa Pinto.

Pero el racismo es otra cuestión, en un país que vivió unas dramáticas guerras coloniales en la década de 1970.

«La transición portuguesa (a la democracia) fue una transición por ruptura (con la Revolución de los Claveles), con una fuerte dinámica antifascista. Lidió de una forma relativamente clara con su pasado autoritario, pero no lidió con su pasado colonial«, agrega.

Es controversia, y por tanto atención para el partido, que con cada confrontación tiene un nuevo crecimiento en los sondeos: ya le dan hasta el 7% en intención de voto, una fuerte subida desde el poco más de 1,3 % que obtuvo en octubre.

«Cuando hablamos de estas microorganizaciones (que amenazan), estamos hablando de grupos que tienen una estructura de oportunidad. No están asociados a Chega, pero Chega colocó en la agenda ese tipo de temas de derecha radical», dijo el experto.

Los racistas tiene así un suerte de paraguas que les hace tomar mayor visibilidad. «Se alimentan», concluye.



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