Antoni Dalmau, política y cultura de la cordialidad | Cataluña

«Otro mundo no sólo es posible, sino necesario», así finalizaba un artículo que Antonio Dalmau i Ribalta -jjunto a Jordi Borja, Pere Vilanova, Eulàlia Vintró y Joan Subirats- firmó en este diario en 2004, en defensa de una política de apoyo a la cooperación internacional y como miembro de la ONG Cooperació. Una muestra de los múltiples intereses que ocuparon a Dalmau (Igualada, 1951) y que desvela su vida, lamentablemente truncado este miércoles.

Político y escritor, quienes mejor lo conocieron coinciden en resaltar su bonhomía, que se manifestaba en una sonrisa sin postizos. Sobre uno de sus libros –Cartes a un joven político. Què ollas fer pel teu país– Una voz anónima resumió acertadamente algunos de los rasgos más relevantes de su talante: lenguaje llano, sin estridencias, pero sin camuflaje ni mentira, respetuoso de las diferentes opiniones, de la máxima franqueza… Su alma de novelista e historiador asomó tanto cuando escribió una narración, para lo cual fue documentada en todos sus extremos, como cuando resolvió que ese material debía presentarse como un ensayo histórico. Y le dio el atractivo de un cuento, sin perder rigor, pero lejos de una pedante solemnidad académica. Véase, como ejemplo de ello, sus elaboraciones novelescas sobre los cátaros o el ensayo sobre los Rulo caso, investigación, de la que me había hablado satisfecho, sobre un personaje poco conocido que deslizó de la militancia acrata a la traición, como hombre de confianza de gobernadores civiles. Un caso de lucrativo terrorismo que acabó en la horca y que Dalmau aprovecha para dibujar un fresco de principios del siglo XX. También tradujo a autores tan diversos como Fernando Savater, Stephen Hawking o Amélie Nothomb y discos de Els Barrufets.

Fundador y Director de Revista de Igualada, nacida en 1999, supo reunir a un núcleo de personajes relevantes de la ciudad para recuperar un efímero proyecto de publicación cultural de 1929. La solidez de este empeño queda demostrada con la edición del número 69 a finales del año pasado.

Igualada, obviamente, estuvo presente en algunas de sus ocupaciones más queridas. Junto a María Teresa Miret y Marta Vives, trabajó durante siete años documentando todas las calles de su ciudad. Buscando el origen de su nomenclatura, la biografía de los personajes que la pueblan y señalando los edificios importantes. Dalmau estuvo atento a Igualada… ya su ciudadanía. Por ejemplo, pasó muchas horas estudiando la guerra civil y el primer franquismo en la Anoia y había perseguido y documentado las tristes aventuras de muchos exiliados de la región. Ahora, trabajaba en una biografía sobre el industrial, promotor de actividades culturales y artista Pere Borràs Estruch (1887-1953), sobre el que buceaba en el archivo personal que Borràs había guardado en su casa modernista. Su pasión por la cultura le llevó a comprometerse con muy diferentes entidades. Presidió la fundación del Teatre Lliure durante 25 años (1988-2013), fue patrono de la fundación privada Centre Internacional de Música Antiga-Cima impulsada por Jordi Savall y Montserrat Figueras o perteneció a la junta directiva del Orfeó Català. En medio del escándalo del caso Millet y tras admitir, en un artículo en El periódico, que “aparecer tradicionalmente como un mito intocable, casi sagrado, a veces rayano en el tema más gastado y nostálgico, y luego vernos arrastrados por las páginas de los hechos de forma tan honrosa –incluido el recuerdo y la saga de uno de los fundadores–, no es fácil de administrar”, defendía Dalmau en el mismo texto la necesidad de una regeneración cultural.

Antoni Dalmau estudió derecho y ejerció la abogacía hasta 1982. Durante la última etapa del franquismo se comprometió con la enseñanza del catalán (en 2016 firmó el polémico manifiesto sobre la lengua del grupo Koiné). En 1975 ya era miembro de Convergència Socialista de Catalunya y, entre 1978 y 1992, perteneció a la Comisión Ejecutiva Nacional del PSC, partido en el que ocupó diferentes cargos: concejal en los municipios de Igualada y Barcelona, donde colaboró ​​con Pasqual Maragall, o Diputado de la Diputación de Barcelona, ​​entidad que presidió entre 1982 y 1987. También fue Vicepresidente del Parlamento. En 2013 rompió con el PSC, discrepando de lo que consideraba la tibieza catalana del partido y su posición respecto al proceso independentista. No volvió a la política activa, pero en 2019 cerró la lista de Esquerra Republicana en las elecciones municipales de Igualada.

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Catedrático de Ciencias de la Comunicación en la Universidad Ramon Llull, sus intervenciones en los debates políticos pertenecen a una escuela nefasta de la que deben aprender quienes piensan que la razón se sustenta en discursos ondulantes y enfurecidos. Partidario de la conciliación y de una persistente cordialidad, Antoni Dalmau deja numerosos amigos de credos y convicciones muy diversas.



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