‘Harakiri’ (1962), crítica: Una obra maestra incontestable: un hito de la historia del cine que se despide de Amazon Prime Video


En todas las listas de mejores películas de historia del cine siempre hay títulos que no a todo el mundo reconoce inmediatamente entre los ‘Ciudadano Kane’ o ‘El padrino’ eternos. A veces es una película escondida por la historia como ‘Jeanne Dielman’ y otras una obra que siempre ha estado entre las más destacadas pero que, por algún motivo, nunca ha conseguido la notoriedad que merece. Ahora es tu oportunidad para quitarte la espinita de encima. Es el momento de disfrutar ‘Harakiri‘.

Deseos de muerte

Tendemos a creer que si una película es considerada una obra maestra, tendrá un componente inherente de pretenciosidad en su propuesta. No es lo que le pasa al milagro dirigido por Masaki Kobayashi, que no evita las luchas samurái espada en ristre y los giros de guion continuos mientras modela a un personaje fantástico, desgrana y critica los abusos de poder y crea planos inmortales en secuencias con una carga dramática única. ‘Harakiri’ tiene el privilegio de ser, quizá, la mejor película asiática jamás rodada, y en esta última semana en Amazon Prime Video no deberíais perdérosla (aunque también está en Filmin si el tiempo se os echa encima).

Un ajado samurái llega a la casa del clan Iyi con la intención de tener una habitación donde poder hacerse el harakiri. Este es el triste punto de partida de una película que, como el mejor mago del mundo, se guarda varios trucos debajo de la manga y donde nada es lo que parece. Las revelaciones de la cinta ayudan a comprender el contexto histórico y, al mismo tiempo, se van construyendo entre sí como un puzzle en el que cada hueco está cubierto por una nueva pieza que desvela mucho más sobre el mismo.

Harakiri

‘Harakiri’ es el símbolo de la resistencia a la autoridad, de la tendencia inhumana de los poderosos escudados en el amparo social frente a la nobleza de una clase trabajadora empobrecida… Y sigue siendo tan vigente ahora como lo era en 1962. Porque hay cosas que, a lo largo del tiempo y la geografía mundial, nunca se sentirán antiguas. La película de Kobayashi es abrumadoramente moderna, con una cámara que siempre sabe captar el plano perfecto, no escatima en detalles y da a luz a una historia que, como si fuera una cebolla, siempre esconde una capa más.

Dolor sin reflexión

Hay un sector de la población que, sin haber visto ninguna obra de Akira Kurosawa, cree que deben ser complicadas de seguir, productos solo apetecibles a la crítica y el esnobismo gafapasta. Pero, al igual que ‘Harakiri’, se trata de obras atemporales, tan divertidas como sencillas de ver, por mucho poso que dejen. Si lo que os estaba parando era el miedo a aburriros, no os preocupéis: la película de Kobayashi tiene una base argumental de aparente sencillez sobre la que es capaz de edificar un complejísimo discurso basado en la sutileza y el detalle.

Harakiri2

Hanshiro, el ronin protagonista, solo tiene una última misión en la vida: hacer del momento de su muerte algo que honre a todos los que ha dejado atrás. Y para ello no duda en cambiar las tornas con giros de efecto estupendamente insertados en los momentos clave de la cinta, sin traicionar jamás el espíritu del personaje, que vive bajo las reglas del Bushido sin que eso le impida plantar cara a aquel que no duda ni un momento en observar cómo se quita la vida.

Cuando Hanshiro explica sus intenciones, Saito, el líder de la casa, no reacciona con pena o lástima, sino con desidia, como si aguantar el seppuku de una persona fuera peor para él que para el futuro suicida. Como centro de su propio universo, todas las palabras laudatorias hacia el samurái son claramente plantillas, simples mentiras para escenificar un dolor en el que ni siquiera ha reflexionado. Trata de evitar un nuevo harakiri en su casa no por hacer recapacitar al samurái, sino por la evidente molestia que resulta en su rutina. Tiene muchas cosas que hacer, ¿no se puede morir en otro sitio?

Una obra maestra

Películas como ‘Harakiri’ nos recuerdan para qué existe el cine. Hemos visto miles de películas, pero ninguna es capaz de causar los escalofríos de dignidad de esta absoluta maravilla, rodada con firmeza y con un guion tan fabuloso que ni en su última escena deja puntada sin hilo. La aparente lentitud de su trama es la manera en que la historia va calando en el espectador. Segura y decidida, con unas composiciones artísticas en cámara impresionantes (ojo a ese tatami con la sombra de Hanshiro sobre él) y que luce ahora tan espléndida como entonces.

Pocas veces pueden verse cintas a las que es imposible poner una objeción: habrá quien indique que tiene escenas innecesariamente crueles (todo lo relacionado con las espadas de bambú), pero son necesarias para indignarse ante la impasibilidad de aquellos que creen que tienen la mano ganadora y los empleados que se niegan a rebelarse para no acabar ellos en el mismo lugar. «Lo que le acontece a otros hoy puede ser tu destino mañana», resume seguro el samurái al poco de iniciarse la cinta.

La fachada del samurái, la extraña valentía de quienes mantienen el honor aún viviendo una vida miserable, la falsa determinación cobarde… ‘Harakiri’ no solo juzga la tragedia humana, sino también la humanidad en sí misma bajo una lente de rectitud, venganza y honor que castiga a todos los personajes sin permitir que ninguno salga victorioso de un suicidio individual que termina siendo, de alguna manera, colectivo: la radiografía de una era que no puede evitar resonar en la actualidad como el sonido de dos katanas luchando al atardecer.

En Espinof | Qué ver de Akira Kurosawa: una épica y singular adaptación de Shakespeare sobre declives y las ansias de poder



Fuente