Wilfrido Vargas: ¡Mami, orgullo más allá de esta vida!

Wilfrido Vargas: ¡Mami, orgullo más allá de esta vida!



Hoy me cuesta dar fe de cómo mami de niños nos dejó a mi hermano Juan y a mi ir donde unos familiares a Santiago, la segunda ciudad en importancia en la República Dominicana.

Pero esa experiencia de algunos tres o cuatro días, para nosotros en esa época era grandiosa: como el que se muda de un país a otro y vuelve 40 años después. Así son las cosas, los tiempos, espacios, personas y el fabuloso mundo de los niños.

Recuerdo que cuando íbamos de regreso para nuestra casa, nos enfrentábamos a otra aventura, la de montar en carro, como decir montar en bicicleta. Esa nueva experiencia hacía que la mente volara mientras esperábamos que el carro arrancara. Esa emoción nos llenaba el corazón y el cuerpo de contento.

Yo, por lo menos notaba que todos los árboles iban corriendo, así como las casas y lo que estaba en el exterior del carro. Eso mientras el carro estaba parado; me estoy refiriendo a lo que se conoce como la ilusión del movimiento inducido, que es una ilusión de movimiento en la que se percibe que un objeto se mueve cuando realmente no es así, y se produce gracias al movimiento de otro objeto cercano, generalmente más grande que el anterior, que induce la sensación de que el primero se está moviendo. Eso explica el hecho de que no hay que ser niño cuando ese fenómeno nos pasa. Precisamente, cuando vamos en avión, que no sabemos cuál de los dos aviones es que se está moviendo.

Ya en marcha el carro y embarcados en ese viaje de regreso a nuestra casa íbamos viviendo la historia real, recorriendo el mismo camino desde Santiago hacia Puerto Plata, al cruzar el túnel, dejando atrás un poblado llamado “Las Piedras de Altamira”, y doblar a la derecha era tan rústico y peligroso que me hacía sentir vulnerable con esa bajada tan pronunciada como interpretaría un niño el peligro de un camino con un descenso tan vertiginoso hasta llegar a un trozo de llano para luego volver a subir.

Esa carretera era como una montaña rusa de olores y colores donde un señor a caballo le da más alegoría al emocionante viaje. Mi pensamiento se pierde en el pasado, a medida que avanzo, me dejo guiar por el olor que se percibe proveniente de un pueblecito pintoresco llamado Altamira, mi tierra natal.

Mi mente por momentos se confunde entre tantos recuerdos, pero sin duda alguna, sé que mi corazón palpitaba más fuerte, cada vez que podíamos decir: ¡¡¡Llegamos!!!

Como en una contienda deportiva cuando logras el resultado y puedes decir: ¡¡¡Ganamos!!! Pero aquí el triunfo de Juan y mío no era la experiencia del paseo, ni Altamira, ni la casa. Era la emoción de volarle encima a nuestra mamá; brincábamos de dicha cual cachorro fiel y juguetón al ver a su amo.

Ese era el único mundo que conocíamos. Desde que el carro que nos traía se detenía cuando llegábamos a nuestra casa y veíamos a mami donde estaba salíamos disparados corriendo a abrazarla, a besarla, a morderle los cachetes con nuestros labios, le dábamos palmaditas de contento en la cara, nos volvíamos locos de la emoción con mami.

Esos son los primeros recuerdos que yo tengo de mi mamá. Su belleza, sus enseñanzas, su ternura, sus cuidados, todo su sacrificio y empeño permanente en hacer de sus hijos personas amorosas y de bien.

De forma magistral, siempre procuró que sus hijos vieran la vida con alegría. La manera como desde niños vemos las cosas, depende y trasciende según las experiencias vividas desde la misma gestación en el vientre, en el nacimiento, en el primer alimento que recibes, en la primera mirada, en el primer paso, en la primera palabra que escuchas y la que eres capaz de pronunciar, en ese entorno que te rodea en tu hogar.

Todo un milagroso proceso natural gracias a Dios y a una mamá. Es eso lo que se te queda en la médula y en tu manera de sentir y pensar. Y cada vez que enfrentas una situación o estás frente a un hecho en el que tienes que tomar decisión o manifestarte de alguna manera, ese aprendizaje que recibes en tu hogar está allí en tu subconsciente.

Conectado contigo a través del cordón umbilical invisible, irrompible y reforzado con el amor filial que une las almas y perdura hasta la eternidad.

La memoria de mi vida data, desde esos maravillosos primeros años recibiendo todo el amor de mi joven madre soltera. Hoy, sé la razón por la cual Juan y yo madrugábamos, y nos pasábamos el día en las faldas de ella. No nos le despegábamos.

Y para sus fines, puedo decir que logró su cometido y le sacó provecho a eso. Porque esa era la manera como ella quería que nosotros viéramos el mundo, la vida, y el trabajo que hacíamos con orgullo y entusiasmo.

Luego, recibimos el regalo más grande que esperábamos impacientes: La llegada de un hermanito llamado Jorge Luis.

Cuando llegó ese bebé fue como si se acabara el mundo, porque queríamos saber si era humano de verdad o de juguete. Y descubrimos a nuestro modo que era humano, de carne y hueso como nosotros, y que teníamos ese regalo del cielo, un niño sano y hermoso, encargado de esparcir ternura entre todos nosotros.

Aquel hecho alucinante fue una fiesta mágica para tíos, primos y toda la familia cercana. No sé porque a esas edades y en ese tiempo, nuestra madre a su manera y en su estilo, nos inculcaba consciente o inconscientemente, cosas como la seguridad en nosotros mismos, a través del amor.

Siempre procuró hacernos niños sanos y alegres, al infundirnos la música y la capacidad de trabajo honrado, digno.

Era como un programa encubierto, como si se tratara de un manual o un acto intuitivo. Y si esa metodología de crianza fue al azar, gloria a Dios! Cuando nos corregía, y nos daba consejos, la escuchábamos, pero “a medias”, porque lo que queríamos era jugar con nuestra mamá.

Mientras el éxito de mami en nuestra formación siempre fue predicar con el ejemplo. Así que premio o castigo, iba a depender del desenvolvimiento con las tareas que se nos asignara. Mi mamá entre otros atributos era una artista valorada y reconocida en el arte del hilo y la agujeta para tejer con sus delicadas manos, bufandas, zapatos y ropa para bebés, abrigos de lana, y todo lo que, por una cantidad de encargos, encontraba suficiente para nuestro sustento.
Por más arduo que fuera ese trabajo, lo compartía y alternaba con el entrenamiento de su instrumento musical que era la guitarra. Con la que ella misma era el entretenimiento de su propio negocio. Súmele a eso las obligaciones del hogar, donde nosotros (por estrategia de ella) supuestamente éramos útiles ayudando en la tiendita, haciendo mandados y hasta lavando la ropa en el río.

De cierta forma teníamos un mini regimiento militar, sin que esto confligiera con dejarnos ser niños y jugar con carritos.

Mami era encantadora, alegre, extrovertida, también se hizo famosa por interpretar magistralmente improvisadas melodías, tanto, que todo extranjero que llegaba a Altamira tenía una visita obligada a su humilde morada. En esa casita blanca cubierta con techo en yagua, hasta las gotas de agua que se filtraban con la lluvia componían una hermosa melodía cuando caían.

Ella se empeñó en graduarnos primero de hombres con principios y estructuras sólidas e inamovibles, antes de prepararnos para desempeñar cualquier profesión, aprendimos que una moneda no es la que te permite disfrutar los privilegios de la opulencia, lo que permite disfrutar es el placer de vivir en la tranquilidad que siempre desde su vientre nos proporcionó nuestra madre. Nos hizo tres robles con una crianza robusta y de calidad, aprendimos a caminar en la vida con las herramientas del amor, del respeto y de la responsabilidad. Una responsabilidad a prueba de tentaciones, que, aunque nos llevara a tocar el cielo con las manos, nunca nos dejó dar un paso que traicionara aquellos principios con los que fuimos formados.

No hubo entramado que por más genialidad en su arquitectura delictiva nos convirtiera en delincuentes encubiertos, aún tuviéramos la posibilidad de posar y actuar como ladrones de cuello blanco, por la razón de que nosotros lo único que sabíamos era lo que conocíamos; las raíces de nuestra formación en el hogar. Aprendimos que la corrupción, por ejemplo, no es solo un delito tipificado en un código penal.

En el plano subjetivo es un asesinato, porque si te robas desde una moneda, o la leche que sirve de alimento a todos, o las vacunas de las que dependen muchas vidas, eso te convierte también en un asesino.

Tristemente en nuestros pueblos, la corrupción es tan cotidiana y contagiosa, como el último grito de la moda. Por eso, este clamor para pedir a las madres que sean y no dejen de ser las influencers de sus hijos, en su labor encomiable a través del amor en el hogar, inculcando la ética, la justicia y equidad que por ley natural se desprende de ustedes y para pedir que todo lo que nos rodee con tintes de perversidad, inmoralidad, depravación, deshonestidad, injusticia y enriquecimiento ilícito; que a diario se pretende mimetizar; todo eso, se deje de admitir y consentir con nuestro silencio.

Aceptar y justificar por cualquier medio esas conductas, merece el repudio y el rechazo de toda la sociedad. Por eso adquiere tanto peso la manera como se la jugó nuestra madre que hizo malabares para formarnos con principios y valores, así como se la han jugado la mayoría de las madres de ustedes amigos lectores.

Muchas veces, si te descuidas o te distraes puedes caer en la vulnerabilidad que te lleva inconscientemente o no al mundo de lo ilícito, y al parecer ciertos estímulos te hacen sufrir de una amnesia selectiva que te hace olvidar la palabra consecuencia, y si usted no tiene conciencia de que existen las consecuencias y alguien te sabe inducir a un delito que tenga éxito, lo vas a celebrar.

Y vas a celebrar esa amnesia que te hace meter por el aeropuerto una tonelada de cocaína y todo tipo de ilícitos que te permite una palabra llamada suerte o pertenecer a una mafia.

Pero ya como la amnesia se hizo dueña de ti y olvidó la formación de tu mamá, también olvidó que la suerte es hasta un día y es entonces cuando se te ha ido esa especie de anestesia donde despiertas confundido en un cuarto oscuro, lleno de gente que no conoces, desubicado porque no sabes donde estas. Es entonces cuando descubres toda tu realidad, estas bajo llave y solo te dan tres horas de sol al día.

Esas son las experiencias de las que mami en su sabiduría y sapiencia propia siempre nos cuidó en vida y más allá porque sus enseñanzas permanecen vigentes en nuestros corazones y en cada acto.

Mami, el regalo que te doy en el Día de las Madres es la noticia de que Juan y Jorge llevan una vida de paraíso profesional, familiar y personal, tal como tú lo quisiste.

Mientras yo jamás pude despegarme de tu esencia musical, y aquí me tienes trabajando, escribiéndote y haciendo merengue, pero suelto.

Feliz Día de las Madres para todos los músicos y para todo el mundo. Amen y cuiden su libertad, valoren los detalles que nos hacen disfrutar la vida a plenitud, no es necesario delinquir para prosperar.

La conciencia limpia es la mejor almohada en la que podemos descansar. La libertad no tiene precio y la reputación menos.

Feliz Día de las Madres para todos. Wilfrido Vargas.



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