Las 3 islas habitadas más remotas del mundo


Alrededor del mundo existen muchas islas habitadas muy remotas. Se encuentran a miles de kilómetros de distancia de la ciudad más cercana, así que, como resulta lógico, vivir en ellas no es fácil.

Tristán de Acuña (Reino Unido)

Descubierta a principios del siglo XVI por el navegante portugués Tristán de Acuña se encuentra en el Atlático Sur. El lugar habitado más cercano es la isla de Santa Elena, ubicada a 2.173 kilómetros al norte. El acceso a la isla es una misión prácticamente imposible por su lejanía y porque está rodeada por grandes acantilados, algunos de ellos de más de 600 metros de altura.

En su día se intentó construir un aeropuerto para mejorar la accesibilidad, pero fue imposible ya que el terreno es muy abrupto. Por lo tanto, la única forma de entrar y salir de la isla es en barco. Cada dos meses sale un barco en dirección a Ciudad del Cabo, y el viaje dura una semana.

Isla Kanton (Kiribati)

Una de las islas habitadas más remotas del mundo es Kanton, perteneciente a la República de Kiribati. Se trata de un atolón ubicado en el Océano Pacífico, a medio camino entre Fiyi y Hawai.

Cuando los estadounidenses y los británicos abandonaron la Isla Kanton a mediados del siglo XX, quedó deshabitada. Más adelante, tras la independencia de Kiribati, se reubicaron algunas personas en ella.

Se encuentra a 1.760 kilómetros de la capital de Kiribati, el lugar habitado más próximo. Lo más curioso de todo es que cuenta con una gran pista aérea que los estadounidenses construyeron en la II Guerra Mundial, pero está abandonada.

Isla Sentinel del Norte (India)

Esta isla no es inaccesible por su lejanía ya que se encuentra a escasas millas de la isla grande de Andamán. La razón por la que acceder a ella es imposible tiene que ver con sus habitantes: son aborígenes que atacan a calquier que se atreva a desembarcar en sus costas.

Apenas se sabe alguna cosa de ellos, pero lo que está claro es que siguen viviendo en la prehistoria. El 16 de noviembre de 2018 asesinaron a un ciudadano estadounidense que intentó entrar en contacto con ellos. Nada más llegar a la costa llovieron sobre él una multitud de flechas, y luego los aborígenes arrastraron su cuerpo al interior de la isla, tal y como relataron los pescadores que le llevaron hasta allí.



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