Tovar|Vivir el Surrealismo XLIV

Como bien dijimos en el último episodio, el espacio caribeño ha sido puntual para la permanencia del surrealismo, además de la maravillosa realidad que también ha tenido una presencia primitiva, aplicada principalmente a la literatura. Sin embargo, dado que el arte es también un modo de expresión a través de imágenes, el discurso que se desprende de su interpretación encaja bien en la caracterización que Alejo Carpentier se encargó de nombrar todo lo insólito y asombroso circunscrito al universo de aquel que es el sujeto receptor. del estimulo.

Como bien dice Carpentier en «El reino de este mundo», «… lo maravilloso empieza a ser tan inequívoco cuando surge de una alteración inesperada de la realidad, (el milagro)». Lo perceptible en las transformaciones del sujeto y el objeto en la obra de Iván Tovar, quien, siguiendo la genialidad de «El siglo de las luces», revela una privilegiada revelación del entorno «de una iluminación insólita o singularmente favorable de las riquezas involuntarias de lo real… percibidas con una particular intensidad en virtud de la exaltación del espíritu que lo conduce a un modo de «estado límite»».

Así, a través de la producción de Tovar, tenemos el surrealismo como medio de expresión, hábilmente asimilado y que ha generado un modo de representación autónomo y perfectamente reconocible. Iván fue un maestro en la aplicación del color y, en general, en la técnica. La academia siempre fue parte de su traje, lo que motivó que sus expresiones fueran cada vez más pulidas y reales en lo irreal.

Es un hecho que el discurso que aflora de sus creaciones conecta con lo real maravilloso, y es muy probable que en el proceso, esta interpretación devenga por la influencia recibida de la literatura de su tiempo, en especial, del movimiento de “La Poesía Sorprendida » en Santo Domingo. De hecho, Tovar fue discípulo y amigo de dos de sus máximos representantes, el poeta Franklin Mieses Burgos y el pintor y poeta Gilberto Hernández Ortega. Continuará

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