Sosiego de los medios de comunicación |


EL AUTOR es periodista. Reside en Nueva York

 Hay un ambiente distendido; es notorio el sosiego mediático.  Con el arribo de Luis Abinader al poder, periodistas, comunicadores, y otros medios, han experimentado un significativo cambio. Han menguado las frases altisonantes y los fuertes adjetivos. 

 Al margen de la pandemia y la crisis económica, tanto en las redes como en los espacios de comentaristas contestatarios de corruptelas de la cosa pública, hay una calma. Y no es tensa, como solemos decir los periodistas. 

 Aunque todavía quedan espacios que parecen panfletos repetitivos que a veces retornan al pasado, es evidente que con el triunfo del PRM se ha ausentado hasta lo obsceno y descompuesto en nuestros segmentos críticos. Incluso, muchos lucen agotados en argumentos que cuestionen desaciertos políticos. 

 Es más, en un minucioso monitoreo de programas televisivos hemos observado que ahora se apela a frases como “el gobierno comete un error”; “fallaron” en esto; “hizo lo que les correspondía”. Además, ya algunos omiten decir que no son “relacionistas públicos”, cuando destacan lo que entienden son acertadas acciones gubernamentales. 

 Pero si el gobierno que encabeza Luis Abinader de algún modo ha hecho descender ciertos ímpetus y nos ha adecentado, aunque sea lo idóneo, estos comedimientos nos envían el mensaje de que no somos objetivos. Nunca lo hemos sido; hasta cierto punto no somos honestos ni sinceros. 

 Porque resulta entendible que hayamos querido un cambio de gobierno, pero ello no debe aparentar, aun siendo prudentes, que somos menos incisivos. O sea, que ahora somos críticos muy selectivos; enturbiamos nuestro rol como profesionales cuya norma debería ser el  defender los intereses del colectivo. 

 No nos referimos a los que abiertamente manifiestan de qué lado están, sino a los que alegan únicamente querer que todo camine bien. Dicen que no tienen preferencias partidarias; pero de ser así, lo disimulan muy bien. 

 Estamos contestes en que, hasta ahora, en lo general, Abinader va por el norte correcto. Pero ello no implica que nos ceguemos y únicamente nos centremos en la persecución de funcionarios corruptos de alguna gestión pasada. También enfocarnos en el bienestar del pueblo dominicano, debe ser lo prioritario. 

 Debemos insistir en corregir ciertas falencias y desigualdades porque, si bien queremos conjurar la corrupción, ello no significa que sólo se gobierne para perseguir a un sector político, obviando el poner coto a otros males institucionales.

JPM



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