La democracia –


EL AUTOR es periodista. Reside en Santo Domingo.

Con el otoño a las espaldas, mi generación debería  hacer un alto en el camino y reflexionar sobre el balance de nuestro desempeño de todos los escenarios de la vida que nos ha tocado vivir, auscultados de forma introspectiva como extrospectiva, no necesariamente para purgar pecado, pero si para enderezar extravíos.

Me pongo a pensar en tantos dominicanos y extranjeros internacionalistas, que exiliados en territorios desde el sur del rio Bravo hasta La Patagonia, el fervor patriótico y el amor por la libertad los congrego en ocasiones diferentes en un mismo punto de la geografía antillana para marchar hacia el martirologio.

Como si se tratara de un compromiso ineludible, las expediciones para derrocar  a la tiranía sin ejemplo de Trujillo  partieron casi  exactamente cada decenio desde 1938, hasta la legión de inmortales  que arribaron por Constanza, Maimón y Estero Hondo.

Tengo hoy el privilegio de conocer amigos vivos que participaron en la expedición de Las Manaclas, otra legión de jóvenes idealistas, liderado por Manolo Tavarez Justo,  que en camino a la montaña bregaban por  aprender a manipular  el fusil de la redención.

Donde quiera que se hable del tema aprovecho para proclamar que dos hermanos fungieron, uno como comandante y el otro como combatiente, en la Revolución de Abril, aunque todavía sufro esporádicas pesadillas al ver el cadáver  de Julio, un muchacho de San Carlos, destrozado por una bomba en el puente Duarte.

Esas legiones de héroes y mártires lucharon, murieron o sufrieron cárcel y persecución por su irrenunciable compromiso de luchar por la democracia y las libertades públicas, valores que aún no  han sido conquistados de manera defectiva.

Muchos de nosotros ha llegado a creer que la mentada democracia se limita  solo  al ejercicio de derechos fundamentales como la vida, libre expresión y relativo libre tránsito, pero esa palabra derivada de dos vocablos griegos: demos (“pueblo”) y krato (“gobierno” ) , significa mucho más.

La Constitución de 2010, incluyó en  el Texto Sustantivo derechos  difusos o colectivos, definidos como de última generación, como los relacionados con la protección del medio ambiente, referéndum y  plebiscito, pero hay que insistir  en advertir que nadie debe conformarse con un solo pedazo de democracia.

Nuestros mayores lucharon por el ideal de democracia auténtica, amplia, incluyente, participativa, en la cual el Poder sea ejercido por el pueblo a través de instituciones legítimas o de manera directa cuando la Constitución y las circunstancias lo dispongan.

Democracia es  derecho a la inviolabilidad de la vida, al trabajo dicto, a la vivienda digna, a la educación de calidad, a la salud oportuna y eficaz, a la protección de los ríos y cuencas pluviales, la flora y la fauna, a la promoción de la familia y protección de la niñez, la mujer y la juventud, como también  al ocio, al deporte y a la cultura.

Cuando los políticos, empresarios y  académicos hablen de “régimen social de derecho”, o  de “espacio democrático”, hay que  advertirle que  al día de hoy nuestro país no disfruta aun de la democracia por la que lucharon nuestros mayores.

 

 



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