Democracia sin demócratas (AVIS)

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EL AUTOR es abogado y político. Reside en Santo Domingo.

Cuando Elbridge Gerry era vicepresidente en Estados Unidos, con el interés de favorecer a un amigo, trazó un nuevo distrito en el Congreso para beneficiarlo políticamente.

Es decir, la noción de gerry-mandering aún prevalece como una clara manifestación de favoritismo en un modelo democrático que sirve de referencia para el mundo, pero presenta rasgos entre sus élites incapaces de renunciar a los privilegios de siempre.

El Kremlin acaba de obtener mediante sentencia de la Corte Suprema, con el apoyo del Ministerio de Justicia y la Fiscalía General, el cese de la ONG Memorial, condenar a Yuri Dmitriev a 15 años de prisión y cerrar el instrumento de investigación periodística con un mayor nivel de respetabilidad en toda Rusia. De paso, silenció el organismo responsable de denunciar abusos en Chechenia, violaciones de derechos humanos y disidentes de Putin «asesinados» en extrañas circunstancias.

Las democracias tropicales han sufrido sus propias interpretaciones de caudillos que abogan por el respeto a la ley, como parte de una simulación política porque su carácter autoritario revela un discurso antes y durante el ejercicio del poder.

Incluso el inefable Augusto Pinochet intentó etiquetar a su régimen como una democracia autoritaria, tratando de subestimar a la comunidad internacional para convencerlos de que la orgía sangrienta que se desarrolló en su nación era cualquier cosa menos una dictadura.

A lo largo de los años y con la conciencia de la ciudadanía, la capacidad de seguimiento de la clase dominante ayuda a crear un verdadero perfil de los hombres y mujeres que componen la vida pública. Por eso, el verdadero demócrata es tolerante, abierto a las críticas, no rehuye el debate y desprecia el comportamiento lamentable de estar acompañado por el club de clase.

Una valoración de los comportamientos transformados de los falsos demócratas se ha apoderado también de las incesantes críticas de los tiranos que, al reemplazarlos, reproducen sus manías, generando niveles de frustración y validándolas, hasta el punto que con su desaparición las fuerzas sociales que acompañaron ellos, estructuraron las elecciones con propuestas inspiradas para devolver a la sociedad una era caracterizada por la nostalgia autoritaria.

La medicina por excelencia para evitar las rabias y / o partidarios del autoritarismo radica en la construcción de aparatos organizativos capaces de limitar sus tendencias personalistas y negacionistas de la cultura democrática.

Por ello, el instrumento debe establecer reglas que trasciendan la figura esencial porque su apodo siempre será importante en la medida en que sirva de bujía para el progreso institucional, pero nunca como convergencia de voluntades para perpetuarlas como opción en el electorado.

Los caudillos predican el respeto a la ley en la simulación política

El verdadero demócrata es tolerante, abierto a la crítica.

No rehuye el debate y desdeña estar acompañado del club de clase



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