Con la Patria en la piel –


El autor es escritor.

Este día me atrapó temprano la nostalgia. Junto al ardiente jarrito rebosado de té y las volutas de humo que se elevan desde los bordes de la taza conteniendo el rico y embriagante café, eché manos de algunas producciones musicales y videos, para intentar llevar a cabo un recorrido melódico en el que pudiese abordar algunos aspectos de eso tan etéreo, pero entrañable a la vez, que llamamos Patria. 

Jugando con la oscuridad del entorno y retando la paciencia de quienes aún disfrutaban de la placidez de sus alcobas, tomé prestadas algunas piezas del folklore antillano que, en mayor o menor medida, representan por igual las ansias y necesidades de nuestra gente humilde. 

Cuando llegaré al bohío’, ‘Siempre seré guajiro’ y ‘Regreso’, en las voces y orquestaciones de aquellos que las hicieron famosas en diferentes épocas, me hicieron trasladar a un ayer nostálgico en el que la Patria se circunscribía de manera fundamental al terruño en el que había dejado mis vivencias, mi familia y mis quereres. 

En las letras de ‘Quisqueya’, en la voz del inigualable Felipe Pirela, vocalizada también por nuestro Fernando Villalona, sentí arder la sangre en mis venas y pude evocar con profunda alegría la ocasión en que nos tocó, a Esteban Báez y a mí, cantar a capela esta bella canción, en medio de una actividad sindical en Costa Rica y reivindicar a la vez los orígenes y motivaciones de dicho cuasi himno. 

Con el ‘Canto Triste a la Patria bien amada’, de Héctor Incháustegui Cabral, vocalizado por la inmensa Sonia Silvestre y aquel nostálgico ‘Canto a la Patria’ que Juan Luis Guerra le regaló a su pueblo, me vi plantado al borde del respeto a la soberanía, la dominicanidad y la valentía de un pueblo que siempre ha de estar preparado para el nunca más y la lucha contra la ignominia y el deshonor. 

A fin de aplacar el ardor que inundó a tan tempranas horas mi espíritu, apelé a un mensaje de paz y amor entre los pueblos y me deleite con el Himno a la alegría o Canción de la alegría, como también se le conoce, en la voz de Miguel Ríos, que fuese popularizada mayormente en América por José Luis Rodríguez, ‘El Puma’. 

Posicionado en este punto y envuelto en torrentes de nostalgia y una que otra lagrimita furtiva, empecé a recorrer los senderos del expatriado, quien, en busca de mejoría económica para sí y su familia,  deambula por destinos inciertos, algunos solidarios y amigables, otros totalmente agresivos y discriminatorios. Y en esos afanes y desventuras, junto a las penurias y calamidades que acompañan a menudo al inmigrante, solo se tiene a mano el recuerdo lejano, las fotos amarillentas guardadas en una vieja maleta y los informes que llegan de cuando en cuando, dando visos de cómo anda la cosa, ‘por allá’. 

Entre calores endemoniados y un gélido frio nos llegaban, en cálido tropel, ‘Arriba Santo Domingo’, de Tatico Henríquez,  el audiovisual ‘Pedacito de coral’, producido por Charityn, nuestra ‘Rubia de América’, los anuncios de Barceló, resaltando las bondades de las provincias dominicanas y su gente, las descollantes creaciones auspiciadas por la Cerveza Presidente y el Ministerio de Turismo, teniendo como base principal las letras de Dominicano Soy que hicieron de Nando el Más querido del pueblo y, más recientemente, la pegajosa composición de Covi Quintana que lleva por título ‘Soy Dominicana’. 

De tal suerte, escuchando canciones entre sollozos y agridulces recuerdos, se fue aclarando la mañana y con sigilosos pasos caminé hasta un lugar en el entorno de nuestra casa en donde, cada día, celebramos el nacimiento de la Patria sin que sea necesario esperar la llegada de fiestas patrias. 

Los destellos del astro rey, que enceguecen al mirarle, las bocanadas de aire fresco que nos llegan sigilosos provenientes desde la arboleda, hacen batir con firmeza y en toda su amplitud el paño tricolor que pende desde el punto más alto de un humilde mástil, colocado allí desde hace meses, y, con las notas del Himno Nacional Dominicano a todo volumen, para que se despierten todos y se escuche hasta en el firmamento, hemos dado inicio a la celebración de este glorioso Día de la Independencia Nacional Dominicana, haciendo honor a los cantos y a la bandera de una nación que ha de ser libre de toda potencia extranjera, aunque se hunda la isla. 

Porque, es oportuno resaltar que no hay mejor forma de honrar a la Patria que adorando al terruño, amando y respetando a nuestra gente y ocupándonos de ser cada día mejores ciudadanos, como Duarte lo soñó!

JPM



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