Muertos que no se lloran

Texto: Mariela Mejía | Fotos: Pedro Bazil | Videos: Marvin del Cid

Nadie los lloró. Nadie les llevó flores a la tumba. Nadie les deseó el típico “descansen en paz”. Nadie. Como ningún doliente reclamó sus cuerpos, le tocó al Estado hacerse cargo y gastar hasta más de RD$50,000 en cada uno, porque eran cadáveres que había que preparar y sepultar, como a todos, aunque estos sean muertos olvidados.

*Este reportaje tiene una mejor experiencia visual en una computadora.

SANTO DOMINGO. En una mesa de acero inoxidable había un cuerpo rígido que fue llevado anteriormente sin vida al Hospital Dr. Darío Contreras, tras ser encontrado con politraumatismo en la vía pública. Estaba embalado y etiquetado, como si se quisiese proteger a una maleta que se enviaría a un viaje lejano que partiría ese 5 de enero del presente año. Era de los cadáveres conservados de esa forma desde 2016 como parte de una fase piloto del Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif).

Sexo: masculino; identidad: desconocida; nacionalidad: desconocida; edad: entre 14-19 años. Su identificación era A-1119-2017, correspondiente al código de la autopsia que le practicó personal del Inacif en la unidad del Instituto en el Hospital Dr. Marcelino Vélez Santana.

Luis Reyes, un técnico de autopsia, fue parte del equipo que trabajó durante dos horas en prepararlo con una fría normalidad. Si fuese un niño, apelaría a sus sentimientos, o alguien conocido, como la vez que le impactó el darse cuenta de que un cadáver era el de un vecino.

—No es tedioso, esto es normal —decía mientras tocaba el cuerpo embalado.

—Usted toca el cadáver como si nada.

—Sí, porque el técnico es el que cose el cadáver, abre la cabeza (…). Hay que cambiarlo de funda, echarles cal a los órganos para que el cadáver no filtre, no emane líquido del cuerpo. Luego se pone en bolsas nuevas y se procede al embalaje.

—¿Se ha imaginado que un día usted pudiera ser el cadáver?

—Sí, por eso el trabajar aquí te hace más ser humano, porque tienes que aprender a valorar más la vida porque si no, vas a terminar en una mesa de estas.

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