Deterioro de Haití obliga al pueblo dominicano a blindar instituciones

Deterioro de Haití obliga al pueblo dominicano a blindar instituciones


Santo Domingo.-Una idea muy extendida le atribuye a los haitianos en general, y a los líderes de aquella nación en particular, una conspiración para apropiarse del país de los dominicanos sin ruido, sin fuerza formal de ocupación y sin tirar un tiro.

En la base de este plan estarían el precedente histórico de la invasión y ocupación de Jean Pierre Boyer en febrero de 1822 y la guerra provocada por la insistencia de retener al pueblo dominicano como parte de Haití después de la separación de 1844.

La ocupación fue un hecho político apoyado en el tratado de Basilea, como si no hubieran existido otros hechos políticos notables: la Reconquista de 1809, el tratado de París de 1814 y la independencia de 1821, dos de carácter local y uno de factura internacional, pero los tres con efectos jurídicos.

A partir de la separación los dos pueblos se han distanciado por vías aparentemente sin retorno. Los haitianos, en realidad, nunca han dejado de ver en Santo Domingo la esperanza y los dominicanos siguen considerando a su vecino de atrás una amenaza.

A cualquier precio
El examen de la situación de Haití en los planos social, económico, político, medioambiental, de los recursos naturales y el espacio, explica la necesidad que tienen sus habitantes de irse a donde sea, incluido el país de los dominicanos, que para alcanzarlo sólo hay que cruzar una línea jurídica, intangible para millones de dominicanos y haitianos.

Se van a Sudamérica, se mueven a través del Continente y cualquier persona informada sabe por qué.
En el pueblo dominicano debe discutirse cuál su papel ante el peor de los escenarios en Haití.

Hasta ahora los líderes políticos le reclaman a las naciones ricas de América y Europa que vayan en auxilio de Haití y parece justo preguntarse con cuáles medios, con qué propósito y a cambio de qué, en vista de que se trata de un mundo político que no tiene entre sus méritos el de tirar lo suyo, sino el de hacer negocios para alcanzar beneficios.

Del otro lado está Haití, al que no se le puede pasar por encima por el hecho de que no haya sido exitoso en este mundo. Tiene una soberanía y una dignidad que deben ser consideradas y, sin duda, contar con ellos si se quiere hacer algo efectivo y duradero, como en Santo Domingo, cuando era incapaz de gobernarse y cumplir con sus obligaciones como entendía Estados Unidos que debía ser.

Es otro Haití
Doscientos años después de la ocupación de Boyer el Haití poderoso no existe, avanzar por la senda del desarrollo material y social está más allá de sus fuerzas. Al pueblo dominicano le toca robustecer sus instituciones y hacer reservas de todo, incluido de derechos, ante el agravamiento de la descomposición en el país de los haitianos.

Si llegara a producirse el derrumbe definitivo, no hay nada en el mundo que le pueda evitar a los dominicanos el tener que hacerse cargo de la situación en la isla.

Ayer, cuando los pueblos americanos miraban la vida independiente, Haití se adueñó por una razón política y se convirtió, sin proponérselo, en catalizador del surgimiento de la personalidad del dominicano, que en 22 años entendió que no era parte de España, de Francia ni de Haití, sino una nación a la que le faltaban fuerzas, pero no voluntad.

Por lo visto una parte de la población haitiana piensa con orgullo en el militarismo heredado de la revolución de 1791 y años siguientes.

Una carta publicada por militares en el periódico de Puerto Príncipe Le Nouvelliste a propósito de la intervención del presidente Luis Abinader ante la Asamblea de las Naciones Unidas en septiembre pasado puede dar una idea de este sentimiento militarista, que no es lo que necesita Haití (https://eldia.com.do/militares-haitianos-envian-carta-a-abinader-y-rechazan-que-haiti-constituya-amenaza-para-rd-y-otras-naciones/).

Mucho daño
El militarismo haitiano ha hecho más daño que bien. Entre los grandes perjuicios causados está la visión del poder como un asunto de fuerza bruta y aprovechamiento por parte de sectas políticas, un hecho perjudicial, tanto para Haití como para Santo Domingo, que los heredó de ellos.

Los gobiernos autoritarios efectivos se han producido en el Este de Asia, cuando han podido ser aprovechados para el desarrollo del capitalismo por el estrecho margen que dejan a las voluntades anárquicas propias de los pueblos socialmente inmaduros. Muestras de esta afirmación pueden ser Singapur, China y Taiwán.

 

Magnicidio

—1— Día trágico
El 7 de julio les amaneció a los haitianos sin presidente. En la madrugada habían matado a Jovenel Moïse.
—2— Y después…
Casi cuatro meses después el hecho sigue siendo un misterio.
—3— Sin respuesta
Todavía los haitianos no pueden contestar sin ninguna duda razonable, quién mató al presidente y para qué. A unos comandos colombianos se les acusa de tirar del gatillo.

Dos ministros

— Desde entonces
Desde el 7 de julio, cuando mataron a Moïse, Haití ha tenido a dos primeros ministro. Uno ocupaba el cargo y otro había sido designado, pero no había tomado pesesión. Claude Joseph, hasta el 20 de julio, y Jean-Henry Céant, desde entonces a cargo.

El secuestro del coronel D. J. Crowley
Precedente. El secuestro de 17 misioneros, entre ellos 16 estadounidenses, por una de las pandillas que han convertido Haití en un país inseguro, tomó un giro peligroso por el anuncio del gobierno de Estados Unidos de no negociar con secuestradores y la amenaza de darles muerte que llegó días después.

Santo Domingo vivió una situación parecida con el secuestro del coronel Donald J. Crowley a finales de marzo de 1970.

El gobierno de Joaquín Balaguer, final del primer período de la administración de los 12 años, negoció la liberación y salvoconducto de una veintena de presos políticos a varios de los cuales una leyenda atribuye un final trágico atribuido a la Agencia Centro de Inteligencia (CÍA). Crowley era agregado militar aéreo.




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