Villarreal se afeita Madrid | Deportes

El Madrid lanzó en las últimas semanas el balón se pinchó. Lo provocó el Villarreal, un equipo apologista del toque. Primero sujetó el balón y desenchufó por completo al Real. Cuando en el segundo período emergió un Madrid más concurrido y decidido, otro Villarreal, en su versión enchironada, pero igual de efectivo. Con un palo y otro, un rival capaz de cegar a un Madrid al que le caían los goles. Esta vez, sin balón primero y sin remates después, una Real más rígida de lo esperado, la primera Real del curso en mantenerse seco.

En el Villarreal, hasta el jugador utilitario tiene censurada la cancha. De punta a punta, desde el portero Rulli hasta el delantero Alcácer, todos se desenvuelven con una cachaza extraordinaria. La pelota solo recibe abrazos, nadie la tiene en riesgo de torcedura. De pase a pase, de sien a sien, frotado a frotado, el equipo de Emery afeitó al de Ancelotti.

El Madrid se fue y no fue, siempre mencionado en el ring del área amarilla. A veces Rodrygo se relacionaba solo, otras, si quizás Asensio. O apretado a su lado Benzema. Nunca una presión coral, enérgica y con mordisco. No bastaba con que los blancos se pararan como estalactitas frente a sus adversarios. Eso no disuade a jugadores helados como Pau, Parejo, Capoue … Seguir diez sombras es igualmente aburrido y agotador. Si no hay quita, todo es una molestia para los desposeídos de la pelota.

En la hamaca el Villarreal, absolutista con balón del 4-3-3 en ataque y del 4-4-2 en retirada. La Real no se ventiló por las cunetas, acotada por el perfil de Valverde y Nacho, los laterales reclutados por Ancelotti. Tampoco hubo ayuda para Casemiro, porque Asensio -a espaldas de Benzema en un 4-2-3-1- no se distingue por tirar azada. Cada trenza de los visitantes desconectaba un poco más a los lugareños, en alerta para una aventura del habilidoso Danjuma. El holandés se coló entre Asensio y Valverde y su disparo cruzado fue desviado por Courtois a córner con la punta de su guante izquierdo. No hubo muchos avisos para los porteros, menos aún para Rulli, mucho más activo con los pies que con las manoplas. Pero el mando fue el Villarreal, cortado en la zona final por la pérdida de su mejor chacal, Gerard Moreno. Al equipo le costó dar un hilo a Alcácer y Pino no acertó del todo en la fase terminal. En el otro lado, un centro desigual de Rodrygo envió a Rulli volando cuando el balón salió. No más.

El Madrid tardó mucho en comprender las necesidades del juego. De vuelta del intermedio, Camavinga —Piernas y brío, aunque más impreciso que en días anteriores— alivió a Rodrygo, tan apagado como al resto de sus compañeros. Pero más significativo debe haber sido el rapapoor intramuros de Ancelotti. Otro Real. Otra sincronía al presionar, otra conspiración, más convicción.

Otra marcha

Del irrelevante Valverde del primer acto, a un Valverde ya lanzado. Ya había piquetes para robar y el Villarreal, tan hipnótico al principio, ya no tiraba de su abanico. El Madrid puso la marcha que menos le gusta a Emery, obligando a un viaje de ida y vuelta. Militão tuvo el gol tras un tiro libre de Asensio, pero el cabezazo falló. Se trataba de cuánto duraría la nueva escala para Madrid. Emery tuvo que intervenir poco antes de tiempo. Justo después de que Alcácer y Pau no se metieran ni un pelo, el técnico vasco retiró a Coquelin y al propio Alcácer en favor de Moi Gómez y Dia. El Villarreal buscaba el primer Villarreal. En el rastreo, por momentos logró anestesiar de nuevo a la Real, pero ya era un grupo menos expansivo. Jugó mayor refugio en la propia sierra y el Madrid, ya con Hazard enrolado junto a Asensio, Benzema y Vinicius, le costó un mundo sondear al portero Rulli.

Los chicos que el rejuvenecido Albiol sabiamente entrenó se atrincheraron en orden y se arremangaron. Isco encontró un crack, y en la suerte que menos domina. Un cabezazo del Málaga puso en órbita al portero argentino del Villarreal. Era la primera vez en toda la noche y el reloj marcaba 82 minutos. Hazard agitaba al Madrid, situado cerca de Benzema, lejos de los bancos.

Con el pueblo exhausto, sólo quedaba un puntual toque de corneta, algún arrebato individual de los madridistas. No llegó y el Villarreal consiguió congelar al Madrid, primero con el balón esposado, luego con la persiana cerrada con candado.

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