Seis minutos de emoción para Colombia | Opinión


Alejandro Gaviria, durante la XV edición del Hay Festival en Cartagena (Colombia).Ricardo Maldonado Rozo / EFE

La política no tiene que ser cruel, no tiene que ser oscura, dijo. Alejandro Gaviria al lanzarse a la presidencia de Colombia. Pero hasta ahora lo es, la política es cruel y muy oscura. Es el lugar de las vanidades y la corrupción. Ha sido el espacio de oídos sordos durante décadas. El trampolín de los arribistas e incluso un refugio para los narcotraficantes. Se han contado los intelectuales, los hombres de honor, que han logrado conquistar los puestos a los que han aspirado a servir y cuando lo han hecho, otro llega a destruir lo logrado para privarlo del reconocimiento, no para avanzar. , porque entre el barro es más fácil sostener la lucha, que en el trabajo colectivo.

Fruto de esta crueldad es un país que vuelve a sangrar, sin dolientes como el que estamos viviendo en los territorios de Colombia donde el hambre es cotidiana, los delitos cotidianos, el narcotráfico, la comida para todo, y las fuerzas armadas y policías involucradas en una situación sin precedentes. corrupción. Colombia es a pesar de esa política de la que tanto se ha abusado. No gracias a ella, y tratar de hacerla diferente resulta en momentos de miedo y con la mirada puesta en nuestros hijos, una apuesta que se agradece.

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La llegada, por tanto, de un candidato como Alejandro Gaviria partiendo de la premisa de que no debemos seguir creyendo que Colombia no tiene futuro plantea la ilusión de una Colombia diferente, pero sobre todo justa, la que, en un discurso de seis minutos lleno de emoción, se propone construir caminos de reconciliación, a modo de respeto, con las comunidades a las que no creo su discurso. Aún les llega, con las empresas a las que envía el mensaje de cambio y luchando contra la acumulación de poder. Y todo sin hacer una sola mención al gobierno actual. No parece tener espejo retrovisor, lo que nos obliga a mirar hacia el futuro.

Cuando en un país como Colombia en menos de un mes aparecen en el escenario electoral estas cifras, como en su época Juan Carlos Echeverri con su Vamos a ganar el futuro, cuando desde las instancias judiciales se recupera el camino para habitar política desde el nuevo liberalismo que asesinaron con Luis Carlos Galán y que ahora acogería, por ejemplo, a su hijo Juan Manuel Galán, cuando desde Los Verdes se debaten mecanismos para elegir al mejor de tres y enfrentar a otros candidatos como Sergio Fajardo y Jorge Robledo, hay un movimiento que puede transformar el debate democrático.

Esto plantea un desafío para la ciudadanía: cerrar las puertas a todos los demás que ya tuvieron una oportunidad y la convirtieron en guarida de ladrones oa quienes continúan proponiendo un cambio lleno de trampas ya que terminaron siendo los CLAP en Venezuela o las revoluciones de esa época en Nicaragua y aquellas otras que prefieren ignorar la constitución para buscar amnistías por sus propios pecados.

Alejandro Gaviria en su ideología de los 60 puntos literalmente puso los puntos en las i’s reconociendo que sin importar las fronteras de la miseria en la que viven tantos colombianos, hay temas y valores que deberían estar en la agenda diaria más allá del discurso. Para aquellos que son un candidato liberal demasiado moderno, demasiado, demasiado. Lo que necesitamos es que lo sean. De lo contrario nunca daremos el salto cualitativo que comienza con la argumentación que solo se garantiza con la educación. Ahora, desde la historia esperanzadora hasta las soluciones, el tramo es largo y profundo. Gaviria, el candidato favorito del establishment progresista, debe conectar ahora con un país que es mucho más que eso.

No hay nombres para incluir en la lista de opciones, pero hoy, con casi 50 candidatos, el mayor desafío es que el Centro no vuelva a perder el norte porque son la única esperanza de romper con el fanatismo de izquierda que representa. Gustavo Petro y a la derecha el Centro Democrático.

Y cuanto antes se defina la figura que desde ese Centro conducirán las banderas de la restauración del país en todos sus cimientos rotos, mejor. La situación en Colombia no se hace esperar, los debates entre los que aspiran a gobernar deben darse a partir de ahora, para que puedan poner sobre la mesa cómo, desde sus visiones, responderán en temas específicos como nuestra relación con Venezuela, que van a hacer con el ELN, con el fracking y el páramo y la deforestación, cómo van a garantizar que en Colombia no maten a otro líder, qué le van a decir al familiar de un drogadicto cuando le vendan la idea de que con la legalización solucionamos todo sin ni siquiera tener una clínica en Colombia para la atención de adictos, qué harán diferente en Buenaventura y Tumaco, y en la Guajira sedienta, cuál es la reforma judicial y previsional por la que van a apostar.

Y mientras responden a todo esto, habrá que asegurarse de que quien obtenga un voto sea el que no se deje manipular por las cuotas burocráticas, el que sea capaz de formar listas parlamentarias acordes con la palabra él. ha prometido. Será el único camino para pasar de 6 minutos de emoción a la posibilidad única de volver a empezar, de recuperar la dignidad del cargo para la presidencia y para el sistema democrático la virtud de jugar un juego en el que los populistas y clanes políticos pierden. . paramilitares en los que se engrasa maquinaria cada cuatro años.

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