ozono | Televisión | EL PAÍS

No tengo redes sociales, ni todas esas cosas que me parecen imprescindibles para sentirme vivo en ese inquietante mundo de ultracuerpos vivientes que desfilan por las calles y me imagino en su intimidad permanentemente enganchado a la pantalla de un teléfono u otros aparatos que mi analfabetismo encuentra amenazante o embrutecedor. yo soy de los viejos pateticos que piden ayuda en los bancos, esos lugares malvados, explotadores, repugnantes e impunes, en los que depositas tu dinero y que se permiten el lujo de despreciar a los viejos, de obligarlos a aprender un lenguaje tecnológico para reclamar lo que es suyo.

Pero mi aislamiento forzado o vocacional del repugnante aquí y ahora a veces me ofrece descubrimientos bienvenidos. Todavía puedo disfrutar de las cosas que me dan ozono en un mundo asfixiante en su oportunismo o estupidez. Por ejemplo, disfruto de los artículos de valor incalculable de De Maria y de salvador (que orgullo por su expresividad para ser acusados ​​de engreídos por la poderosa estupidez del poder actual, como también confiesa el filósofo pascal bruckner que lo están haciendo con él) o que gracias a la pódcast que un amigo me toca escuchar un programa de radio de Juan Carlos Ortega noble las noches de ortega. En él, un entrevistador melifluo y empoderado hace hablar a un actor argentino, un fraude profesional, para que cuente su opinión en los asquerosos tiempos del poder conveniente, que habla con frases y lugares comunes, que vende la impostura como religión. Y me río mucho, me consuela su atrevimiento en una época tan grotesca como tonta, y es un respiro para la inteligencia.

también me da Broncano, ese líder de la resistencia. No el ubicuo y muy inteligente Ferreras. Los televisores convencionales me dan asco. Siempre fue así. Pero la progresista La Sexta aún más. Y siempre he admirado Wyoming, empresario, caricato, entrevistador y personaje admirable. pero no puedo soportar el intermedio a pesar de el y de ese monumento rubio que lo acompaña. Qué laxitud de los escritores con lo grotesco de sociata y podemita. Siempre es muy fácil colgarlos.

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