«No supone ningún riesgo medioambiental»

El gobierno japonés ha tomado una polémica decisión este martes. Ha decidido que su país comenzará a verter al Pacífico el agua contaminada que se almacena en la central nuclear de Fukushima, tras someterla a un tratamiento para retirarle la mayor parte de los elementos radiactivos. Yoshihide Suga, el primer ministro, tomó esta decisión en una reunión con su gabinete de Gobierno, tras someterla a consultas con la operadora de la planta, Tokyo Electric Power, con el regulador nuclear nipón, el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) y las autoridades locales de Fukushima, entre otras partes. 

La medida viene provocada por el tsunami que sufrió el país en 2011, donde la planta nuclear se vio notablemente afectada. Afecta principalmente a las instalaciones nucleares de Daiichi, en lo que ha pasado a ser uno de los problemas más acuciantes dentro del complejo proceso de desmantelamiento de la planta. De esta forma, desde el país nipón defienden que esta es una práctica habitual y tienen previsiones de comenzar a principios del año 2023, para comenzar a verter los más de 1,25 millones de toneladas de agua procesada que se almacenan.

Eduardo Gallego, catedrático de ingeniería nuclear de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), explica a 20Minutos que una de las claves será la forma en la que se realice este proceso: «Las consecuencias que puede tener este vertido dependerá mucho de cómo se produzca. Si se hace paulatinamente y diluyendo propiamente, los efectos serán inapreciables. Además, para asegurarse de que esto se hará así, entiendo que habrá una vigilancia internacional importante». 

El catedrático señala que el compuesto más contaminante que contendrá el agua que se vierte es el tritio: «Es un isótopo que es emisor de unas radiaciones muy débiles. Es radiactivo, pero también está en la naturaleza, porque se genera en la atmósfera. Realmente el tritio es hidrógeno y no se puede separar del agua, por lo que se mezcla en las moléculas. Además, estando diluido será detectable pero no supone un riesgo medioambiental«. 

En cualquier caso, este proceso que llevará a cabo Japón es una de las prácticas que se contemplan para la eliminación de este tipo de agua, tal y como argumenta su ejecutivo. «Hay unos estándares internacionales definidos que autorizan a las centrales a descargar agua con tritio, aunque es verdad que normalmente no se habla de cantidades tan grandes», explica el experto. 

Además, Gallego hace hincapié en que los niveles de tritio serán muy bajos y no implicará ningún impacto: «El agua potable contiene alrededor de 10.000 unidades por litro, en becquereles. El agua que tienen en Fukushima contiene entre 500.000 y 900.000 unidades por litro. Es decir, diluyéndola entre 50 y 100 veces se podría considerar potable, por lo que el efecto no es tan significativo». 

Por otro lado, Gallego destaca que no verter ese agua y dejarla en los depósitos durante más tiempo conlleva un riesgo mayor, debido a donde está localizado: «El emplazamiento de Fukushima, que cuenta con varios reactores dañados que permiten la entrada de agua, está en una zona sísmica. Hubo incluso un terremoto en marzo. Por ello, las consecuencias si se produjese un terremoto y rompiera los tanques serían mucho peores. Por eso tener esas masa de agua guardadas y sin vaciar tampoco es lo más prudente«.

Por último, a pesar de las diversas justificaciones que han aportado para tratar de demostrar que su impacto medioambiental no es relevante, no opinan igual desde algunos sectores. Desde Greenpeace han elaborado un comunicado donde «condenan enérgicamente la decisión del Gobierno japonés de arrojar los más de 1,23 millones de toneladas de aguas residuales radiactivas». Creen que con esta medida se «ignora por completo los derechos humanos y los intereses de las personas en Fukushima, la sociedad japonesa en su conjunto y la región de Asia y el Pacífico».



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