Nayib Bukele: El Salvador: demoliendo la independencia judicial | Opinión


El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, pronuncia un discurso el 19 de julio.OSCAR RIVERA / AFP

El vigésimo aniversario de la adopción de la Carta Democrática Interamericana, iniciativa peruana, poderosa herramienta continental para la defensa y protección de la democracia, está a punto de cumplirse -el 11 de septiembre-. Pero esta misma semana, la democracia ha sido nuevamente atacada por el apetito por el poder absoluto y el derribo de una justicia independiente de ese poder.

La víctima: sociedad y democracia en El Salvador. ¿Qué está sucediendo allí, bajo el impulso explícito de su Presidente Nayib Bukele, es representativo del peligroso desarrollo de tendencias autoritarias que ya están en marcha en diferentes rincones del planeta. La ola autoritaria actual tiende a poner su primer truco atacando la independencia judicial, curándose así en salud

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Sin embargo, a medida que se acerca el aniversario de la Carta Democrática, algunas corrientes y tentaciones autoritarias avanzan en una dirección contraria a sus preceptos. Una peligrosa ola autoritaria avanza no solo en América Latina sino en diferentes rincones del planeta. Que, salvo contadas excepciones, suele dar sus primeros pasos y marca uno de sus hitos fundacionales en el sometimiento de la independencia judicial. Con un objetivo claro: demoler los espacios institucionales de control o equilibrio de poderes.

El patrón se repite. En la Polonia de Kaczyński, las Filipinas de Duterte o la Bielorrusia de Lukashenko, por mencionar solo tres ejemplos, el formato es similar: destituir arbitrariamente a los magistrados o magistrados, comenzando por los tribunales superiores, e implementar sistemas para el nombramiento y promoción de jueces y fiscales. políticamente manipulable. Y a partir de ahí, dispondrá de una forma más sencilla de ejercer el poder sin el incómodo control de jueces y fiscales independientes.

Hace cuatro meses en El Salvador La independencia judicial ya ha sido atacada con la destitución arbitraria, sin proceso previo ni derecho a la defensa, tanto de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo -equivalente al Tribunal Constitucional- como del Fiscal General. Y mandó nombrar a los suplentes, de inmediato y en la carrera, sin competencia ni transparencia, como hacen los dictadores. Todo esto, por supuesto, en confrontación con los estándares y principios internacionales vigentes desde hace décadas y con la norma constitucional salvadoreña sobre la independencia de magistrados y fiscales.

Todo eso fue solo un modesto primer paso. El grande viene corriendo desde este martes 31 de agosto, por mayoría parlamentaria, en continuidad sustantiva con el ataque de mayo al Tribunal Constitucional y al Ministerio Público. Los proyectos de ley para la carrera judicial y la ley orgánica de la acusación son dos piezas -aprobadas en carrera y sin mayor discusión- que tienen como objetivo fundamental seguir aplastando la independencia de jueces y fiscales que el estado salvadoreño está obligado a hacer. Valer.

Hay al menos cuatro componentes que violan los estándares internacionales fundamentales (incluido el Principios básicos de la ONU sobre la Independencia del Poder Judicial) y la propia Constitución salvadoreña.

Primero, que la propia Constitución otorga a la Corte Suprema la exclusividad en iniciativas de ley sobre “asuntos relacionados con el Órgano Judicial” (art.133.3). El mero hecho de que el Ejecutivo -o su mayoría parlamentaria- haya usurpado esa función ha sido entendido como un índice, por sí mismo, de la vulneración de la independencia judicial.

En segundo lugar, el límite de edad en los cargos judiciales se reduce a 60 años o 30 años de desempeño profesional. Cuando en todo el mundo las edades de jubilación tienden a aumentar, a medida que aumenta la esperanza de vida, esta medida sólo se explica por el objetivo de deshacerse de muchos jueces o fiscales que el poder político considera lejanos o “ajenos”. Otro país que dio un paso similar, para deshacerse de algunos magistrados incómodos en la Corte Suprema, fue Polonia, para facilitar el control político de la justicia por parte del Gobierno.

Así, en El Salvador se encuentran destituidos al menos 156 miembros de la carrera judicial, la mayoría de ellos magistrados de cámara o jueces con amplia experiencia, entre ellos varios jueces a cargo de casos emblemáticos. Por ejemplo, Jorge Guzmán, juez encargado del proceso penal por la masacre del Ejército en El Mozote, sería destituido por tener más de 60 años. Al parecer se sintió incómodo porque en su investigación, entre otras cosas, pidió a la Fiscalía que determinara si hubo un delito cuando el alto mando militar le impidió acceder a sus expedientes.

En tercer lugar, se ve afectado el principio esencial de la inmovilidad de quienes ocupan cargos judiciales. Un principio que no los hace intocables, por cierto, si hay alguna falta que amerite sanción, pero solo después de seguir el debido proceso. Con las modificaciones aprobadas a la carrera judicial, se da carta blanca a los traslados inesperados para cubrir vacantes sin consulta ni coordinación con el juez correspondiente. En estas condiciones, las transferencias arbitrarias pueden ser una forma de sanción encubierta.

Cuarto, a la misma velocidad, casi sin debate ni discusión en comisiones de la asamblea legislativa, también se modificó la ley orgánica de la Procuraduría General de la República. Esta modificación le da al fiscal general el poder total para transferir fiscales «temporal o permanentemente»; Esto incluye la facultad de transferir fiscales con investigaciones administrativas, algunas de las cuales han sido abiertas recientemente por el fiscal general impuesto con la bofetada de mayo. Algunos consideran que precisamente los fiscales encargados de las investigaciones de los presuntos negociaciones entre Bukele y las pandillas podrían ser las primeras en ser «transferidas».

La ley también rebaja la edad de ejercicio de la función a los 60 años. Habrá muchas vacantes con los despidos que, según esta ley, serán cubiertos nada menos que por decisión del fiscal general. Nada menos que el fiscal que se impuso en la guerra relámpago de mayo cuando la Sala Constitucional y el fiscal general fueron destituidos arbitrariamente en ese momento.

Síntesis es eso, de manera ajustada y quizás incompleta en beneficio del espacio disponible, pero que resume un proyecto peligroso en plena ejecución de liquidación del contrapesos de poderes. Estoy seguro de que será una cuestión de atención y acción por parte de los organismos internacionales competentes para la defensa de la democracia y la independencia judicial, como lo he venido haciendo yo mismo como Relator Especial de la ONU sobre la independencia judicial. También es un buen momento para que los países de las Américas tomen en cuenta y consideren hacer uso de la Carta Democrática Interamericana.

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