Las claves sobre el opositor ruso Alexéi Navalny y su envenenamiento con el químico 'Novichok'



Alexéi Navalny es un político ruso que ha destacado por denunciar la corrupción entre los altos cargos del país y el entorno del presidente Vladímir Putin. El pasado 20 de agosto fue envenenado cuando volvía a Moscú en avión, provocando un aterrizaje de emergencia en el aeropuerto de Omsk.

A partir de ahí, han sido muchas las acusaciones y teorías que tratan de explicar lo ocurrido, pero su propio portavoz fue claro: «Suponemos que Alexéi fue envenenado con algo mezclado con el té, era lo único que bebía por la mañana». Actualmente se encuentra ingresado en Berlín, donde su familia solicitó el traslado, y su médico señala: “El paciente, cuyos síntomas fueron el resultado de la inhibición de la colinesterasa tras un evento de envenenamiento confirmado, continúa mejorando”.

Navalny es un abogado nacido en Moscú que ha dedicado su carrera a hacer oposición al presidente Putin. Describe a su partido como un lugar para «criminales y ladrones», y ha realizado duras acusaciones al entorno del presidente, ya que les tildó de «chupar la sangre de Rusia».

Ha liderado diversas protestas a nivel nacional contra las autoridades, y el pasado junio, afirmó que la votación sobre la reforma constitucional en Rusia fue «un golpe de Estado» y una «violación de la Constitución». Dichas reformas permitían a Putin ampliar su estancia en el cargo otros dos mandatos más.

Su proyección en la política rusa comenzó en 2008, cuando empezó a publicar en blogs por internet unas malas prácticas y casos de corrupción en algunas de las grandes corporaciones controladas por el Estado.

Más tarde, se convirtió en accionista minoritario en las principales compañías petroleras, bancos y ministerios, cargo que utilizó para realizar preguntas incómodas sobre los asuntos menos claros en las finanzas del país.

En 2013, cuando estaba en prisión tras unas protestas, se le permitió salir de la cárcel para participar en las elecciones a la alcaldía de Moscú, en las que quedó segundo con el 27% de los votos, detrás del aliado de Putin, Sergéi Sobyanin.

Tras lograr una gran repercusión en redes sociales, donde vierte mensajes duros y críticos contra Putin y su gobierno, tenía intención de presentarse a las elecciones presidenciales de 2018, pero su candidatura fue prohibida por las autoridades después de una condena por malversación de fondos que lo inhabilita para postularse a cargos públicos. Navalny está muy en desacuerdo con estas acusaciones y afirma que sus problemas legales son represalias del Kremlin por sus feroces críticas.

Los envenenamientos y ataques recibidos han sido varios. En abril de 2017, Navalny fue trasladado al hospital después de que le rociaran sobre la cara un tinte antiséptico de color verde en Moscú, en lo que significaba el segundo ataque con zelyonka (verde brillante) ese año. El tinte es un antiséptico común en Rusia y se ha utilizado en protestas allí y en Ucrania. «Parece divertido, pero duele como el infierno», tuiteó Navalny tras sufrir una quemadura química en el ojo derecho en el ataque.

Dos años más tarde, Navalny fue atendido por los médicos al presentar una repentina enfermedad tras uno de sus arrestos. Los informes iniciales indicaron que fue una reacción alérgica aguda lo que causó una inflamación de la cara, problemas oculares y erupciones en el cuerpo. Sin embargo, la médico personal de Navalny dijo que este nunca antes había padecido alergias y que pudo haber estado expuesto a «algún agente tóxico».

La repercusión internacional sobre el intento de asesinato del principal opositor ruso ha sido importante. “La Unión Europea pide a la Federación Rusa que coopere plenamente con la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPAQ) para garantizar una investigación internacional imparcial”, han señalado en un comunicado firmado por Josep Borrell, jefe de la diplomacia del bloque.

Además, destacan que “el uso de armas químicas es completamente inaceptable bajo cualquiera circunstancia y constituye una seria violación del derecho internacional y los derechos humanos”.

Por otro lado, la OTAN también ha comunicado públicamente su condena a lo sucedido y pide buscar responsables. «Cualquier uso de armas químicas muestra una total falta de respeto por la vida humana y es una violación inaceptable de las normas y reglas internacionales», declaró el secretario general de la Alianza, Jens Stoltenberg.

Estados Unidos, Francia o Alemania también han salido a condenar el envenenamiento. La canciller alemana Angela Merkel señaló que el ataque tendrá una “respuesta común adecuada” porque atenta contra los “derechos y valores fundamentales”, al tiempo que pidió respuestas al Kremlin.

Rusia respondió a estas solicitudes anunciando que no tenía impedimento en cooperar. “Antes de que el enfermo fuera trasladado a Berlín, en nuestro país se realizaron toda una serie de pruebas de acuerdo con todos los estándares internacionales y no se detectaron sustancias venenosas«, señaló el portavoz Dmitry Peskov.

Su traducción literal es “recién llegado” y con esa palabra se denomina a un grupo de agentes nerviosos avanzados, desarrollados por la Unión Soviética en las décadas de 1970 y 1980. Este elemento tóxico bloquea la interacción entre nervios y músculos para provocar el colapso de muchas funciones corporales.

Los agentes de Novichok fueron diseñados para ser más tóxicos que otras armas químicas, por lo que algunas versiones de estos agentes nerviosos pueden provocar efectos fatales en 30 segundos o hasta en dos minutos.

A pesar de que algunas variantes del Novichok son líquidas, se cree que existen otras en estado sólido. También puede esparcirse como un polvo extrafino.

Algunos de estos agentes son considerados «armas binarias», lo que significa que el agente puede almacenarse dividido en dos ingredientes químicos menos tóxicos. Al mezclar estos, reaccionan y producen el agente tóxico activo.





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