La dupla demócrata Joe Biden


Joe Biden es, sobre todo, la esperanza de todos los anti Trump que ven en el próximo 3 de noviembre una oportunidad para que el magnate vuelva a ser magnate y deje de ser el presidente de Estados Unidos. Los demócratas lo fían todo a un candidato moderado, garante en cierto modo de la herencia de Barack Obama y con mucha experiencia. Es un candidato moderado, pero no demasiado carismático. Biden llegó a la cima de las primarias ante un Bernie Sanders que era, por su parte, la alternativa más «de izquierdas». Ahora hay cierta unidad en torno al exvicepresidente, sobre todo porque ha apostado por Kamala Harris para la vicepresidencia. Busca compensar sus defectos.

Biden nació en Pensilvania, el 20 de noviembre de 1942. Está casado con Jill Biden desde 1977, y tienen cuatro hijos. Es senador por Delaware desde 1973, y entre 2008 y 2016 fue vicepresidente de la administración Obama. Se ha presentado varias veces a ser candidato demócrata, pero no lo ha logrado hasta ahora. Junto a Sanders, era el candidato de más edad.

«Biden es un mal candidato, yo diría que un muy mal candidato», se aventura a decir el politólogo Edu Bayón, en una conversación con 20minutos. Fue senador por Delaware entre 1973 y 2009, y posteriormente pasó a ser la mano derecha de Obama hasta su salida del Despacho Oval en el 2016, precisamente para dar paso a Donald Trump. De hecho, para ser candidato demócrata a la tercera fue la vencida: ya se postuló para el cargo en 1988 y en 2008, concretamente en las primarias que acabó ganando Obama.

Hay que dejar claro que Biden no es de izquierdas. Trump mantuvo ese argumento durante una parte de la campaña, pero incluso el propio Barack Obama lo ha negado, como si eso le fuera a restar votos. Y es que en realidad es así: una ventaja con la que juega es que el hecho de ser un candidato «de centro» le permite abarcar más votos. Esa moderación queda patente en la política exterior que defendió y que, se supone, respaldará si llega a la Casa Blanca.

Por ejemplo, Biden fue partidario de la extensión de la OTAN hacia Europa del Este en los años noventa y posteriormente defendió la intervención militar en Irak en 2002, aunque ya en 2007 fue contrario a que se aumentasen las tropas. Por eso, de cara a la relación con Europa, no hay que ser tan optimistas en caso de victoria demócrata. «Conviene no ilusionarse en exceso respecto a las elecciones en Estados Unidos, al menos desde la perspectiva de lo que puedan suponer para la relación trasatlántica, una relación vital y estratégica para ambas partes (pero sobre todo, para Europa)», añade en esa línea también Salvador Llaudes, Associate Fellow en el German Council on Foreign Relations (DGAP).

Las aguas demócratas están calmadas de cara a las elecciones. Han unido fuerzas porque son conscientes de que el voto no será pro Biden, sino más bien anti Trump. Ese es el primer objetivo: que no haya cuatro años más de Trump. Después, ya se verá. El presidente ha parodiado en varias ocasiones con la figura de su rival, al que llama «sleepy Joe» (adormecido Joe, traducido al castellano), ahondando en su falta de carisma y de frescura (tiene 77 años). Pero cuidado. Una derrota demócrata puede elevar la tensión dentro del partido, con una vertiente liderada por voces como Alexandra Ocasio Cortez.

Harris y cómo compensar los defectos

Cubriendo las espaldas de Joe Biden está -y estará si gana- Kamala Harris. Se puede convertir en la primera mujer en ser vicepresidenta de Estados Unidos y, lo que es más importante, está preparada para ser, en un futuro, la primera presidenta del país. Esa es la hoja de ruta que plantean algunos expertos. La senadora, de 56 años, hija de padre jamaicano y madre india, fue fiscal general de California antes de ganar su escaño en la Cámara Alta del Congreso estadounidense en 2016, y se ha granjeado una fama de ser especialmente dura tanto desde la bancada de la Fiscalía hasta en sus intervenciones inquisitivas en las audiencias del Senado.

Tampoco forma parte del ala izquierda del partido, pero tiene mucho mejor calado que Biden, sobre todo en las jóvenes y en las minorías. Tiene otra meta: atraer voto femenino. A efectos prácticos, parece un tándem acertado: Biden puede ‘pescar’ a los republicanos desencantados y Harris empatizar con los demócratas de toda la vida a lo largo y ancho de EE UU.

«Las mujeres negras y de color han estado subrepresentadas durante mucho tiempo en los cargos electos y en noviembre tenemos la oportunidad de cambiar eso. Pongámonos a trabajar». Esa frase representa bien lo que busca Harris. No es otra cosa que poner en valor a las minorías. El espíritu Obama, al fin y al cabo. 

Pero comparte un problema con Biden. No gusta demasiado al ala más progresista del partido, aunque ahora cierren filas con el ticket formado con Biden -algo que no pasó en 2016 cuando se presentó Hilary Clinton-. Harris apuesta por la mano dura contra el crimen y reconoció que en EE UU existe un «racismo sistémico» tras el asesinato de George Floyd.

El partido demócrata ha tratado de hacer equilibrismos. Esto es, tener un tándem que no sea de izquierdas pero tampoco se quede anticuado. Biden y Harris combinan bien, con virtudes y defectos, pero, sobre todo, son una alternativa realmente viable a lo que propone Trump. Las elecciones del 3-N para los demócratas no van tanto de ganar, sino de que Donald Trump pierda. No es lo mismo.



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