Joe Biden y el reto social en EE UU


Con una economía que genera 21,4 billones de dólares al año, Estados Unidos es el país más rico del mundo, pero también el cuarto país con mayor tasa de desigualdad de ingresos, según la OCDE. Esto se traduce en que 40 millones de estadounidenses viven por debajo del umbral de pobreza. A ello se suma un país dividido tras las últimas elecciones en un contexto de protestas raciales crecientes.

Los comicios han copado todos los titulares del mundo durante el mes de noviembre hasta casi el empacho. Ahora, con la victoria clara de Joe Biden, el candidato demócrata, sobre la mesa es momento de reflexionar sobre la realidad de un país que marca el orden internacional. 

Hablamos con María Doreste, madre, pianista profesional y profesora madrileña que lleva diez años viviendo en Boston, una de las ciudades con mayor nivel de vida del mundo y también con importantes barreras sociales.

Familia Baro-Doreste.
CEDIDA

Una sociedad dividida

Una afirmación que comparte sin dudar: “En Boston el 81% de los ciudadanos votó a Biden. De hecho, en nuestro barrio, las caceroladas, banderas y gritos de júbilo explotaron el sábado 7 de noviembre. ¡Incluso las campanas repicaron durante horas!”, explica.

Una realidad que cambia literalmente de color, del azul al rojo, en tan solo dos horas de coche: “En New Hampshire ves banderas rojas gigantes aclamando a Trump. Son como dos mundos opuestos: las grandes ciudades votan demócrata, la américa rural vota republicano. El problema de esta división es que no se convive con el que piensa diferente, el diálogo es prácticamente inexistente y las posiciones se polarizan cada vez más”.

La pobreza, la cara más oscura del país

En el gigante norteamericano todo es a lo grande, también las cifras que separan a los ricos y pobres son XXL. Según el Banco de la Reserva Federal de Boston el patrimonio neto medio de un hogar blanco es de 247,000 dólares mientras que el de uno afroamericano es de 8$.

 Doreste le pone rostro a estas cifras porque en el Colegio Público Edison K-8 da clases a alumnos de más de 60 países cuyas familias hablan más de 20 idiomas. “El 83% recibe un subsidio para comer; para más del 40% el inglés es su segunda lengua y el 22% son alumnos de educación especial, incluyendo un programa para estudiantes con trastorno emocional provocado por alguna experiencia traumática en su vida”, añade.

Y sin embargo, ante este panorama, María logra a través de la música que sus alumnos se olviden de todas esas barreras incluso en este curso marcado por la pandemia: “El arte y la música son necesarias para el alma. Estoy convencida, porque lo he visto en las situaciones más extremas, mientras daba clases a unos chicos de un centro de menores o intentaba conectar con mis 300 alumnos vía zoom. Mediante la belleza nos dignificamos. En el caso de mis alumnos de Berklee con necesidades especiales y particularmente para mis alumnos en el espectro autista, tocar el piano o participar en uno de nuestros conjuntos les ofrece la oportunidad de conectar con otros, de triunfar y desarrollarse de una forma que ninguna otra materia les permite”.

Un trabajo reconocido y becado por el ilustre Consejo Cultural de Massachusetts. María ha desarrollado un programa que responde a las diversas realidades culturales de los alumnos en vez de imponer una norma homogénea. Ahora su colegio está hermanado con escuelas de todo el mundo: España, Holanda, Santo Domingo, Brasil… Y ha organizado talleres con artistas invitados de percusión brasileña, marimbas, tambores metálicos de Trinidad y Tobago, música de Taiwan, etc. Un esfuerzo que demuestra que hay formas de atajar la conflictividad racial.

Ser inmigrante en EE UU

Pero ni ella ni su marido, Manuel García-Baró, prestigioso compositor y profesor de piano en el Centro Comunitario de Música de Boston, se libran de las dificultades para mantener el visado. “Durante la legislatura de Trump hemos tenido infinidad de trabas en los procesos de inmigración. Nos supuso pagar casi el doble por renovar nuestra VISA o esperar casi dos meses en vez de dos semanas para obtener los papeles nuevos”. 

Esperan que el nuevo presidente cambie esta política porque ambos están totalmente volcados en esta misión social y su sueño es seguir cambiando la vida a sus alumnos a través de la música. Y mientras esperan a su cuarto hijo. Ya ven, la vida y el arte se abren camino y dan lugar a la esperanza en el país de las «oportunidades». 

Quizás convendría recordarle al presidente saliente y al electo ese poder transformador. Quién sabe qué efecto podría generar en aquellos que deben guiar los pasos de la humanidad en los próximos años.

Maria Doreste
Maria Doreste
CEDIDA

Por María Doreste: «Música en las venas» 

«Desde pequeña siempre sentí algo especial hacia la música que vivíamos y tocábamos intensamente en mi familia.

Cuando llegamos hace diez años no hablaba una palabra de inglés. En tres meses me seleccionaron para estudiar en el Conservatorio de Boston en Berklee,uno de los programas de Educación Musical con más renombre del mundo. A los dos años logré el premio de Educador Promesa del año, otorgado por la asociación de Educadores de Música de Massachusetts.

He recibido becas de la fundación Lang Lang por un valor de 30,000 dólares y otros 25,000 para desarrollar un currículum de enseñanza musical basado en Etnomusicología y Educación Culturalmente Responsable. Si a la María de 18 años que se pasaba horas tocando en una cabina en un conservatorio de Madrid le hubieses preguntado jamás se lo hubiera imaginado».



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