Inmigración: No es amor (aunque lo parezca) | 3.500 Millones | futuro planeta

El debate sobre inmigración es el epítome de una conversación pública enfermiza. Un espacio lleno de ruido y prejuicios; excesivo en sus formas y limitado en su contenido; desinformado, polarizador y, con demasiada frecuencia, mentiroso. Quienes decimos que la inmigración es un fenómeno esencialmente positivo culpamos de esta situación a quienes no comparten nuestra opinión, empezando por la extrema derecha. Pero, ¿qué pasa con nosotros, los “chicos buenos”? ¿Qué responsabilidad tenemos en perpetuar una historia que reduce la movilidad humana a categorías patológicas?

Esta es una de las preguntas que se hace el informe Narrativas migratorias de amorpresentado recientemente por la Fundación porCausa. En su disección del discurso público sobre la movilidad humana, el estudio apunta algunas pistas sobre lo que podría funcionar mejor y peor a la hora de transformar la narrativa imperante. Y las de mi parroquia no salieron muy bien.

El principal reproche es simple: cuando se trata al inmigrante como víctima, se establece una relación vertical y de distanciamiento con esa persona. Para usar el lenguaje evangélico, la caridad reemplaza a la compasión, que sería el ejercicio básico de la empatía y la igualdad.

Este es el marco que se repite día tras día en los noticieros, las campañas de las ONG o los discursos políticos de izquierda: la obsesión por la tragedia de la frontera sur, el elogio del héroe salvador blanco, la certeza de que el migrante hay que rescatar de su situación, la ignorancia de la agencia política de ese individuo. Todos estos factores, que reproducen la narrativa humanitaria y de ayuda al desarrollo y exudan una fragancia seudocolonial, crean una brecha infranqueable entre ellos Y nosotros.

¿Sabes qué ayudaría más a cambiar la narrativa de la migración? Que la gente como yo hable menos y el espacio lo ocupen los que saben hablar en primera persona

Como recuerdas por Causa citando un informe del proyecto BRIDGES, la narrativa humanitaria se ha utilizado durante décadas para justificar las políticas más regresivas. En su relato, los gobiernos de la UE no sellan las fronteras por malicia o xenofobia, sino para proteger a los “pobres inmigrantes” de las mafias del tráfico. Del mismo modo, compran la colaboración de los regímenes más despreciables para evitar que estos «pobres individuos» enfrenten los riesgos de una ruta migratoria (nada dicen de los riesgos de quedarse).

En este marco narrativo quizás las migraciones no sean un amenazapero seguro que son un problema que debe ser resuelta o evitada, nunca estimulada. Por eso, dice el informe, lo que parece amor no lo es tanto.

Parte de la solución a este desafío radica en nuestra capacidad para ampliar los temas de conversación. Es cierto que muchos migrantes son víctimas de una tragedia humanitaria que debemos tener en cuenta. Pero también es cierto que muchos más protagonizan historias cotidianas de superación, integración y normalidad que pocas veces se cuentan. Que los inmigrantes contribuyan con su trabajo a apuntalar el bienestar de nuestras sociedades. Quienes comparten nuestras mismas aspiraciones y miedos. En definitiva, unos delinquen y otros defraudan a Hacienda. Somos tan parecidos que a veces olvidamos que todos somos migrantes, porque todos somos fruto de un movimiento –haber cruzado o no una frontera es pura casualidad– y todos nos reservamos el derecho de jugar esa carta cuando las circunstancias lo requieran . .

En parte, la solución radica en ampliar la diversidad de aquellos con los que hablamos. ¿Sabes qué ayudaría más a cambiar la narrativa de la migración? Que la gente como yo hable menos y el espacio lo ocupen los que saben hablar en primera persona.



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