«Es un conflicto intratable y casi sin solución»


Armenia y Azerbaiyán viven una situación de tensión diplomática y enfrentamiento armado que puede hacer estallar una guerra en cualquier momento. El motivo principal es el control de una de las zonas fronterizas, la de Nagorno Karabaj, y viene provocado por una situación que se dejó sin resolver tras la disolución de la Unión Soviética. 

Nagorno Karabaj, que significa “Alto Jardín Negro”, es una región montañosa comparable en tamaño a Murcia, pero que tiene una población tres veces menor: 140.000 habitantes. Su historia se remonta al año 1988, cuando la URSS daba sus últimos coletazos antes de extinguirse, la región decidió declarase independiente de Azerbaiyán y comenzó así una cruel guerra que duró 6 años. 

En el conflicto existían dos bandos, los mismos que en la actualidad. Por un lado, Azerbaiyán, una nación de mayoría musulmana, reclamaba que Nagorno Karabaj estaba dentro de su territorio, y por lo tanto el control sobre la zona le correspondía. Por el otro se encontraba Armenia, que defendía la proclamación de independencia, ya que la población mayoritaria que vivía en la región eran cristianos de origen armenio, que poblaron el territorio durante la etapa de la Unión Soviética. 

El enfrentamiento terminó en 1994 con cerca de 30.000 muertos, más de un millón de desplazados y una tambaleante paz que dejó a Nagorno Karabáj como estado independiente de facto, tan solo apoyado por Armenia. La situación desde entonces ha sido de pequeños enfrentamientos puntuales, los últimos en 2016, hasta que en julio de 2020 el conflicto se volvió a reanudar. 

Una anciana se esconde en un sótano utilizado como refugio del presunto bombardeo azerbaiyano en Stepanakert, en la autoproclamada República de Nagorno-Karabaj.
EFE

«Es un conflicto enquistado, en el que afectan elementos geopolíticos, étnicos, religiosos e históricos. La terrible guerra que se vivió, terminó con una autonomía extraña en forma de república de la región, que ni la propia Armenia reconoció, algo que solo pospuso el problema», señala a 20Minutos Adela Alija, doctora en Relaciones Internacionales y profesora en la Universidad Antonio de Nebrija. 

Rusia y Turquía, pendientes de un conflicto en una zona estratégica 

Como es habitual en este tipo de disputas, ambos países se acusan mutuamente de haber comenzado dando el primer el golpe. En verano, 16 soldados murieron en choques fronterizos, lo que provocó una serie de protestas en Azerbaiyán, en las que se pedía volver a tomar el control de Nagorno Karabaj. Las tensiones han ido creciendo hasta que el 27 de septiembre se tradujeron en un enfrentamiento armado, en el que ambas naciones han declarado el estado de emergencia, y los muertos suman ya 158 personas. 

El Cáucaso Sur, donde se encuentran Armenia y Azerbaiyán, es una zona estratégica muy importante, ya que por ahí transcurren los oleoductos que llevan petróleo azerí y los gasoductos del Mar Caspio a Turquía y Europa. Esta una de las razones por la que dos actores externos, como son Rusia y Turquía, están pendientes del conflicto, cada uno en un bando. 

Por un lado, los turcos tienen a Azerbaiyán como su mayor proveedor de petróleo, y además guardan una enemistad histórica con Armenia. Por ello, se han publicado informaciones que apuntan a que el presidente turco, Erdogan, ha enviado 4.000 soldados sirios, información que han negado. Según indica la doctora Alija, los otomanos juegan un papel clave y se preparan para un escenario bélico: «Turquía ha demostrado que está dispuesta a una intervención y está preparada para llevarla a cabo cuando sea necesario».

Por el otro lado se encuentra Rusia, un país que vende armas tanto a los armenios como a los azeríes, pero que tiene desplazadas tropas en Armenia, y además tiene un tratado vigente por el cual se comprometió a defenderles. Sin embargo, no parecen tan propensos a intervenir en un conflicto armado, y Alija señala que «da la sensación de que Rusia participaría solo en último extremo». 

Imágenes distribuidas por el Ministerio de Defensa de Azerbaiyán
Imágenes distribuidas por el Ministerio de Defensa de Azerbaiyán
EFE

La comunidad internacional confía en que se llegue a un acuerdo, pero se muestra lejos de mediar entre los estados

El escenario actual de Nagorno Karabaj recuerda peligrosamente al vivido en 1988, cuando estalló la guerra. «Estamos viviendo una fase de escalada de tensiones y puede existir un conflicto abierto en cualquier momento. La clave es que no pase de ser bilateral a regional, porque involucraría a más estados y su magnitud sería mayor», apunta la doctora Alija.  

La comunidad internacional es consciente de la dificultad de solucionar el conflicto, y aspiran a que se vuelvan a enfriar las tensiones y se mantenga el status quo previo: «La solución es muy complicada, casi imposible. Estamos ante uno de esos conflictos denominados ‘intratables’, por la complejidad que tiene. La comunidad internacional tiene como objetivo que se quede larvado y no afecte a la estabilidad de toda la región», declara la experta en Relaciones Internacionales. 

La Unión Europea ni está ni se le espera. Se encuentra en pleno proceso de proteger a sus estados ante la pandemia de la Covid-19 y tiene el problema añadido del Brexit, por lo que «ha decidido girar la cabeza». Por otro lado, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se reunió de urgencia el pasado martes 29 para mostrar su preocupación en un comunicado: «Llamamos a Armenia y Azerbaiyán a asumir inmediatamente, de buena fe y sin condiciones previas la obligación de reanudar las negociaciones para el arreglo». Pero por el momento parece que se va a quedar en un mero anuncio, «y no va a haber una respuesta ni una intervención por parte de la ONU a corto plazo», concluye Alija. 

Por último, un conflicto de estas características, y en el que además están Rusia y Turquía como actores involucrados, puede tener repercusiones en los estados miembro de la Unión Europea, entre los que está España. Alija señala que, en primer lugar, «la zona es uno de los límites de Europa», y por ello lo que suceda le afecta directamente. Además, «la UE debería tomar una decisión y plantear una línea clara de política exterior hacia la región y hacia Rusia y Turquía, pero parece poco probable que esto suceda». 

En definitiva, Nagorno Karabaj está abandonado a su suerte por parte de la comunidad internacional, y la complejidad del conflicto no invita a la esperanza de un posible acuerdo de paz. Rusia y Turquía juegan un papel determinante en el devenir de la región, y primarán sus intereses económicos y geopolíticos en su manera de actuar en las próximas semanas. 



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