Elecciones en Venezuela: termómetro de muchas cosas | Opinión


Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, tras votar en las elecciones regionales.FAUSTO TORREALBA (Reuters)

No fue sorpresa que el oficialismo ganara en las elecciones regionales y municipales del domingo pasado en Venezuela. Con resultados que no modifican el mapa electoral de la elección regional del 2017. Tampoco fue inesperado el alto ausentismo de cerca del 60% de electores.

La forma en la que se conduce la institucionalidad oficial en el país y el peso abrumador del Gobierno en todo ello -incluyendo los medios de comunicación tanto estatales como privados- está detrás de ello. También que algunos candidatos opositores se les hubiera hecho imposible participar. Nada de esto era una sorpresa. Sobre eso y otras dificultades el correcto y ponderado dictamen preliminar de la Unión Europea (UE) contiene varias referencias a los grandes desequilibrios que se dieron en este terreno.

El ausentismo, por su parte, puede tener que ver con varios factores (y no es exclusivo de Venezuela). Con casi todas las personas del país con las que he podido hablar sobre esto los últimos días, me indican que la clave del ausentismo es una mezcla de cansancio / agotamiento vital con los agobiantes apremios que día a día tiene que sufrir la gente para llenar la olla y sobrevivir. Asimismo, la extendida percepción de que poco cambiaría después del día de votación.

¿Más de lo mismo? En apariencia sí. La UE –que desplegó 136 observadores en todo el país- ha destacado que se “mantiene la inhabilitación política arbitraria de candidatos de la oposición, el extendido uso de recursos del Estado en la campaña y un acceso desigual a los medios de comunicación”. No es poca cosa.

Pero, en realidad, entre esta elección y las anteriores hay varias diferencias importantes que, conjugadas todas, hacen que el escenario tenga novedades y retos importantes. Los que de ser asumidos creativamente -y con unidad de la oposición- sí podrían influir sobre el futuro. Teniendo en cuenta la compleja realidad interna, el informe preliminar de la UE recoge varios aspectos de más allá. La primera reacción del Departamento de Estado de EE UU, en cambio, parece limitarse a ser eco de la retórica del sector venezolano de la oposición en el exilio; más de lo mismo, en resumen.

Cuatro luces y sombras de lo que está siendo diferente en esta elección.

Primero, la observación internacional. Luego de una sucesión de procesos electorales con ausencia casi total de auditoría independiente, se contó no solo con una misión de la Unión Europea (UE), instalada en el país desde hace varias semanas. También, entre otros, con el Centro Carter, entidad independiente internacionalmente respetada, a través de una misión técnica de expertos electorales internacionales para evaluar el proceso electoral y que comenzó a trabajar a distancia desde finales de octubre.

Segundo, un Consejo Nacional Electoral (CNE) que, por primera vez en varios años, no es monocolor o 100% oficialista. Dos de los cinco integrantes son independientes y han podido desempeñar correctamente su función durante la campaña y el proceso de cómputo posterior. En el dictamen preliminar de la UE de este martes se considera a este CNE como el “más equilibrado de los últimos 20 años”.

Tercero, la primera participación de las fuerzas de oposición desde el 2015. Destaca el informe de la UE “el regreso de la mayoría de los partidos de la oposición a las elecciones en Venezuela”. Es, de cara al futuro, acaso una de las señales más importantes de versatilidad y de respuesta ad hoc dentro de una situación que le es, por cierto, adversa. Pero con dos grandes debilidades: los que participaron lo hicieron divididos y parte de la oposición quedó por fuera, por decisión propia.

Cuarto, el contexto de negociaciones políticas internacionales -temporalmente suspendidas por los ”sucesos Saab”- y de conversaciones en Venezuela que han tenido mucho que ver con los tres aspectos anteriores. Pero que, como lo señala la experiencia en decenas de países, suele ser el único camino de salida a una de entrampamiento político, social e institucional en la medida que se articule a una oposición interna unificada. Debieran verifica ya desvanecido los sueños de algunos de una impensable intervención militar externa o de un golpe de Estado.

La diferencia entre esta elección y las anteriores no está, pues, en el resultado del cómputo, que no era impredecible ni cambia la situación política e institucional. Lo está en ciertas interrogantes y retos que, de ser respondidos creativamente, podría tener el efecto de incidir sobre el curso sustantivo de las cosas.

La oposición apareció -nuevamente- fracturada, dividida y, lo que es más grave, desconectada de la población como lo afirman la mayoría de analistas en el terreno. En el contexto institucional y político del país, se sabía que la oposición tenía que caminar cuesta arriba y ante grandes obstáculos. Pero el gran talón de Aquiles es su incapacidad -antes y ahora- de unirse, requisito sine qua non para avanzar ante un contexto adverso.

Mirando para adelante, a la vez, el escenario no podrá entenderse adecuadamente si este escenario electoral se desconecta de las conversaciones auspiciadas por Noruega hoy suspendidas. Que son el único marco de negociación «realmente existente» y que debería servir de marco para una agenda opositora común que logre cambiar algunas cosas. Las conversaciones serán o no relevantes, por supuesto, no solo por la agenda -ya establecida- que las guíe, sino en la medida en que se articulen tanto a esfuerzos efectivos de cohesión de la oposición como con la agenda de la gente ante las urgencias diarias de la gente.

Teniendo en cuenta varias experiencias comparadas, solo dentro de esos parámetros se puede encontrar un espacio importante de acumulación de fuerzas que llegue a resultados concretos. Teniendo en cuenta, además, que determinadas condiciones externas pueden fortalecer la posibilidad de que se reanuden las conversaciones -temporalmente suspendidas- y que se conviertan en verdaderas negociaciones. Podría ser también un espacio para el Gobierno, no solo ante un esquema de sanciones complicado. También por la perspectiva de un proceso en la Corte Penal Internacional por la investigación que su Fiscal ya impulsa lo que debiera conducir ya, entre otras cosas, a acciones internas efectivas para el funcionamiento de la justicia nacional acerca de lo cual algo ya se ha anunciado pero con escasas repercusiones aún.

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