El desafío de la violencia: la amenaza del narcotráfico a las puertas de la capital de México


Después de una larga batalla con sus opositores políticos, Benjamín López inició su mandato como alcalde de Xoxocotla el 1 de enero. Los últimos seis meses habían sido un horror, una tontería. Los vecinos habían acudido dos veces a las urnas y luego se habían reunido en asamblea, a través de los juzgados, para decidir cuál de las dos elecciones contaba. “Al final votamos por el pelotón”, recuerda Manuel Alejandro Jiménez, secretario municipal. “Pintamos una línea en el suelo. Los que preferían las elecciones del 6 de junio se quedaron de un lado y los que querían las elecciones del 3 de octubre del otro. Al final, ganamos”, añade.

López apenas pudo disfrutar de la victoria. Días después de jurar su cargo, el martes 11 de enero, sicarios lo balearon en su domicilio. Los pistoleros llegaron a la hora del almuerzo al domicilio, en una de las calles comerciales de la localidad. Su asistente y su chofer trataron de disuadirlos, de convencerlos de que el alcalde estaba en otro lugar, pero fue en vano. Cuando lo encontraron le dispararon y López murió allí poco después. «¿Qué tipo de seguridad debería haber tenido?» reflexiona el secretario Jiménez, de 33 años, “¿un soldado? Había alguien con él”, dice, refiriéndose al conductor, “pero más bien por si surgía una pelea o algo así. No estaba armado».

Envuelto en una niebla de dudas y sospechas, su asesinato culmina tres extraños años en la región, el Estado de Morelos, cercana a la capital, donde los homicidios se han incrementado y la sucesión de atentados insólitos y violentos han enrarecido el ambiente, algo a lo que ha contribuido una serie de episodios tan extravagantes como preocupantes. «La tensión es brutal en el Estado», dice a EL PAÍS un funcionario del Gobierno federal con amplio conocimiento de la política regional.

La casa de Benjamín López. Aquí fue asesinado el 11 de enero. nayeli cruz

No hay mejor ejemplo del caos local que la figura del gobernador, el exfutbolista Cuauhtémoc Blanco. Hace una semana, los medios locales publicaron una fotografía de Blanco con tres líderes criminales teóricamente antagónicos, los cuatro abrazados y sonrientes.. Blanco explicó que en realidad no los conocía en absoluto. “La gente me pide fotos todo el tiempo”, dijo. Lejos de zanjar el asunto, las explicaciones del gobernador hicieron saltar por los aires un ya precario equilibrio entre los poderes del Estado. Ahora todos contra todos prevalecen: Blanco contra el fiscal local, Uriel Carmona, el fiscal contra Blanco, el gobernador contra diputados opositores y estos contra él, todos acusándose entre sí de vínculos con el crimen organizado.

Los argumentos de Blanco también iniciaron un intercambio de mensajes escritos en enormes carteles, conocidos en México como narcomantas, colgados en distintos municipios del Estado., incluyendo el centro de Cuernavaca, la capital. El primero arremetió contra el gobernador, señalando veladamente su responsabilidad en el asesinato del activista Samir Flores, uno de los primeros escándalos de su gobierno. Luchador social de larga trayectoria, Flores se opuso a la construcción de una termoeléctrica en Morelos, apoyada por el gobierno federal y también por Blanco. Los sicarios lo mataron en febrero de 2019.

La segunda tanda de narcomantas fue similar, solo que los mensajes defendían al gobernador, señalando al senador de Morelos, Ángel García, por el caso de Samir Flores. Pero el tercero fue diferente. Aparecieron después del asesinato de Benjamín López en Xoxocotla y los textos estaban escritos con extraña corrección. El mensaje decía: “Ahí va el primer Cuauhtémoc Blanco, no me manden a hablar con pendejos, sigan mamando y se quedarán sin alcaldes”. Además, mencionó el encuentro del presidente con narcotraficantes, conocido tras la divulgación de la fotografía. De alguna manera, el mensaje vinculaba la reunión con el asesinato del alcalde.

los motivos

Benjamín López, ingeniero agrónomo de 46 años, tenía grandes planes para Xoxocotla, un pueblo de 45,000 habitantes en el sur de Morelos, a una hora y media de la Ciudad de México. El alcalde quería arreglar el problema del agua de una vez por todas. Rescatar el sistema de abastecimiento e integrarlo a la nueva administración. Fue un tema candente para los vecinos, que sufren constantes cortes en el suministro, controlados por una opaca asociación civil cada vez más endeudada. “Vamos a tener que tomar decisiones”, dijo el alcalde electo el 17 de diciembre.

Jiménez explica que el problema del agua es sin duda el más grave de todos los que tiene el pueblo. Un esquema común en la región, la asociación administradora ha estado a cargo del suministro durante décadas. Su gestión cambia cada tres años, cuando los vecinos eligen por votación a los nuevos responsables. De lógica semipública, la asociación es opaca en sus cuentas. Y ahora el problema, explica Jiménez, es que le debe ocho millones de pesos, unos $400,000, la mayor parte a la Empresa Federal de Electricidad. En caso de impago, la empresa les deja sin electricidad, lo que impide el funcionamiento de las bombas y, por tanto, el suministro. La sospecha del equipo municipal es que la asociación se ha estado quedando con las cuotas de los vecinos y vendiendo la poca agua que llega sin las bombas.

Visto así, la cuestión del agua aparece como un posible motivo del ataque. En Morelos, los conflictos por el suministro son comunes y las sospechas de corrupción e infiltración criminal en las entidades administradoras son constantes. Pero también podría ser la batalla electoral que vive Xoxocotla desde junio, con sus rivalidades políticas, que estuvieron a punto de provocar episodios de violencia, sobre todo el día del voto del pelotón. “Las asambleas son muy peligrosas”, dice Jiménez, “porque ese día ves lo que vota cada uno”.

Una mototaxi en la vía principal del municipio.  Desde 2017, Xoxocotla es independiente y ya no depende de Puente de Ixtla.
Una mototaxi en la vía principal del municipio. Desde 2017, Xoxocotla es independiente y ya no depende de Puente de Ixtla. nayeli cruz

Aunque parece que el tema electoral quedó zanjado en diciembre, el conflicto se prolongó durante meses y las posiciones parecieron por momentos irreconciliables. Había mucha incertidumbre en el pueblo. Y además, todo era nuevo. Xoxocotla dependió del municipio vecino hasta 2017, año en que se independizó. La secesión contó con un gobierno de transición que, tras las primeras elecciones del último ciclo, en junio, evitó aceptar la victoria del equipo de Benjamín López, entonces dirigido por su hermano Juan.

La muerte natural de Juan López a los pocos días de las elecciones complicó aún más las cosas. Su segundo, Martín Flores, quiso imponer nuevas reglas y nombramientos al equipo y provocó una escisión. Salieron Benjamín López, Manuel Alejandro Jiménez y otros. Ante el conflicto se convocó a nuevas elecciones para el 3 de octubre, convocatoria que Flores rechazó, pues consideraba que a la muerte de Juan López, él era el alcalde legítimo. Los recursos judiciales de Flores prosperaron y un día antes de las nuevas elecciones, el tribunal electoral de Morelos declaró la validez de los primeros. A pesar de la decisión judicial, los vecinos salieron a votar, dándole la victoria a Benjamín López. La ciudad podría arder en cualquier momento.

La doble convocatoria electoral obligó a la corte a buscar una solución. Al final decidió que el pueblo se reuniría en asamblea para decidir qué elecciones eran válidas, las de junio o las de octubre. La reunión tuvo lugar a finales de octubre, la famosa asamblea de pelotones. La decisión de los vecinos fue que el voto válido fuera el último, que le dio la alcaldía a Benjamín López.

probabilidades bajas

“El día que lo mataron, necesité que el ingeniero me firmara unos documentos para entregarlos a la Junta Electoral”, recuerda el secretario Jiménez. “Estábamos en el hotel Las Cabañas”, dice refiriéndose a sus oficinas, un viejo motel a la salida de Xoxocotla que planeaban convertir en la Presidencia Municipal. “Allí me llamó su asistente y me contó lo que había pasado”. Jiménez y los demás fueron a la casa del alcalde, pero cuando llegaron ya estaba muerto.

Su asesinato provocó las clásicas reacciones de condena y las habituales promesas de castigo a los asesinos. El gobernador Cuauhtémoc Blanco prometió llegar «hasta las últimas consecuencias para llevar a los responsables ante la justicia». Sin embargo, es probable que suceda lo contrario. De acuerdo con datos de la organización Impunidad Cero, que estudia la aplicación de la ley en el país, la probabilidad de que un asesinato quede impune en México es mayor al 89%.

En una entrevista con EL PAÍS, el fiscal local, Uriel Carmona, señala que “la autoridad material no fue espontánea. Fue ordenado por otra persona”. Carmona agrega que “esto hace más sólida la hipótesis de que se trataba de un tema que tenía que ver con la política. Tenemos un avance importante que nos llevará a la detención de los ejecutores materiales y eventualmente de los intelectuales. Tenemos una buena idea de quiénes fueron los autores materiales”, zanja.

Fachada del antiguo hotel Las Cabañas, donde López quería instalar las oficinas municipales de Xoxocotla.
Fachada del antiguo hotel Las Cabañas, donde López quería instalar las oficinas municipales de Xoxocotla. nayeli cruz

Fuentes cercanas a la investigación consultadas por EL PAÍS indican que los mismos u otros atacantes intentaron atacar a Mayor López en su domicilio el viernes anterior a su asesinato. Por suerte, ese día no estaba en casa. Desde entonces, el dirigente apenas pisaba su casa para buscar ropa o documentos. El martes 11 de enero vino a descansar antes de unos cabildos. Sintió frío.

Entre el viernes y el martes de su asesinato, López y su equipo dieron aviso a la fiscalía local y al secretario de Gobernación de lo sucedido. De hecho, López y el gobernador coincidieron el lunes anterior al asesinato en un acto en Jojutla, cerca de Xoxocotla. El gobernador entregó abonos a los campesinos de la región. El secretario Jiménez no sabe si López le dijo a Blanco sobre el intento de ataque. En todo caso, la nula protección de la que disfrutó el alcalde el día que fue asesinado habla de la desidia de las autoridades estatales.

El secretario Jiménez y sus colegas encuentran extrañas las teorías extranjeras sobre el ataque. No se imaginan cómo les pudo haber afectado una reunión entre el gobernador y los delincuentes, líderes de un pueblo recién nacido dedicado al maíz y al sorgo. “No pensábamos que Xoxo era una plaza”, dice Jiménez, “todo el mensaje es raro. Nos habían avisado que aún vendrían a preguntar”, dice en referencia a los grupos criminales, “pero aquí ni eso había pasado”.

La cercanía del crimen con la clase política sobrevuela el atentado contra Mayor López, reflejo de la realidad del país, enredada en las batallas de una red de mafias que ven en los presupuestos de los pueblos una alternativa al narcotráfico. El fiscal Carmona señala que “hay una infiltración de personas relacionadas con el crimen organizado en los municipios, incluso en las nóminas de los municipios, sobre todo en el sur de Morelos”, explica refiriéndose a las localidades más cercanas a Guerrero, caso Puente de Ixtla. , Amacuzac, Tlalquitenango o Jojutla, todos muy cerca de Xoxocotla.

“Esta situación no está dentro de nada de lo que aquí se hubiera planteado”, murmura Jiménez, “si os parece raro, imagínense a nosotros”. La falta de certeza hace que todo sea más complicado. Jiménez y el resto del equipo del alcalde muerto creen que ahora puede pasar cualquier cosa. Desde el ataque, incluso han evitado ir a la propiedad que planeaban convertir en el Presidente, el viejo motel a la salida de Xoxocotla. “Si tenemos un ataque, aquí se pierden enseguida”, dice Jiménez mirando hacia la vía principal.

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